viernes, 25 de abril de 2008

TESTIMONIOS ACERCA DE LA OBRA DE LA MADRE CANDELARIA


(Grupo frente al Hospital San Antonio, Altagracia de Orituco. Al centro su fundadora, la Beata Candelaria de San Jose)

La Isla de Margarita le debe mucho a la Beata Candelaria de San José, donde decenas de testimonios confirman su grandeza espiritual. El Dr. Agustín Rafael Hernández, que era médico del hospital de Porlamar solía decir: No se acaba la Isla porque hay en ella tres Santos: La Madre Candelaria, Monseñor Sixto Sosa y Monseñor Vásquez (Vicario del Valle del Espíritu Santo), donde la Virgen del Valle, (Patrona de Oriente y de la Armada Venezolana), en su hoy Basílica Menor constantemente fue visitada por la Beata Candelaria de San José; así como igualmente visitaba al Cristo del Buen Viaje en su recorrido por Pampatar. También decía; el Dr. Agustín Rafael Hernández, quien la trató por mucho tiempo, pues era médico cirujano del hospital de Porlamar por ella fundado, “Si, la Madre Candelaria de San José era una Santa”.
Desde 1926 fue superiora de las Hermanas Carmelitas, la Congregación que había fundado. También a la vez, Maestras de Novicias, durante más de tres años. Después estaría al frente de los Hospitales que ella había fundado. Inmensa fue su actividad, aún enferma; hasta que en 1939, la artritis que había venido sufriendo, se hizo más aguda. Ya no pudo abandonar el lecho, victima de atroces dolores. En la madrugada del 31 de Enero de 1940 expiró. Incumpliendo su anhelo de que se le hiciera el mas humilde de todos los entierros y en la urna de los pobres; fueron de gran pompa sus funerales, con asistencia de todo el clero, gobierno y pueblo de Cumaná. Fué sepultada en el cementerio de esa Ciudad, en el Panteón perteneciente al Vicario General Monseñor Pibernat.
Catorce años después se exhumaron los restos en presencia de la Reverenda Hermana Concepción (Clara María Ramírez); quien relata haberse sorprendido al verlos teñidos de rosado, su cuerpo conservaba su forma. Los huecesillos de sus pies estaban en su sitio, dentro de las medias de algodón, color marrón, que lucían como nuevas. Parte del hábito y de la capa se conservaban intactos. Negro su cabello como lo tuvo siempre.
La misma Hermana Concepción acompañaría sus restos en su viaje a Caracas, donde fueron colocados en una pequeña urna e inhumada, el 12 de Febrero de 1.955, en la Capilla de la Congregación de las Reverendas Hermanas Carmelitas en la Urbanización de la Campiña, lugar muy visitado por los devotos que han conocido todos los favores que tanto en vida como después de muerta ha prodigado La Beata Candelaria de San Jopeé. A su lado la imágen de la Virgen de la Candelaria que guardaba con gran celo en Altagracia de Orituco.
La vida de la Beata Candelaria de San José esta llena de muchos nobles episodios, y sería muy extenso relatar sus servicios al prójimo, sus bondades, sus sufrimientos y penalidades, así como sus satisfacciones por un deber divino trazado en el cumplimiento estricto de sus funciones sin descanso durante toda su vida. La Isla de Margarita debería estar orgullosa de ella. No podemos dudar que la fé del pueblo Venezolano esta delante de una verdadera Santa. La opinión de Santidad de que gozara en vida La Beata Candelaria de San José, vinculó a su persona gracias y favores del cielo. Parece evidente que Dios la favoreció con carisma y dones sobrenaturales “para la común utilidad”.
Entre estos carismas sobresale en ella el “Don de Curaciones”, que es la facultad de curar enfermedades de un modo que sobrepasa las fuentes naturales. Coincide este carisma con la especial misión a la cual ella había sido llamada por Dios a curar espiritual y corporalmente a los enfermos. Son numerosos los casos de curaciones que se relatan en el transcurso de su vida, así como los Favores y gracias que, después de su muerte, personas fidedignas consideran haber obtenido de Dios por intercesión de su Sierva. Entre los diversos procesos sobre la vida y virtudes de la Beata Candelaria 56 testigos presentaron sus testimonios, casi todo ellos de vista, con sus declaraciones y con la copiosa documentación aportada, creemos que resulta un examen probatorio de la vida y virtudes de la Beata Candelaria más que suficiente.
Para la beatificación, se requirió de la existencia de un Milagro procesalmente aprobado, este Milagro se produjo y fue comprobado por la Santa Madre Iglesia.
“PIERDASE TODO PARA MI, COMO NO PIERDA A DIOS MI SEÑOR”.
BEATA CANDELARIA DE SAN JOSÉ.
Hemos recopilado algunas informaciones testimoniales de varias personas que a través de sus familiares conocieron en vida a la Beata Candelaria de San José, entre ellas:
Sor. MARIA ROSA DEL VALLE (Fuentes Gómez)
Conoció a Madre Candelaria por los años 1918-1920. Después la trató más directamente en el Hospital de Porlamar y en la catequesis de la Parroquia.
Desprendimiento y amor a los pobres, caridad práctica visitando a los necesitados. Narra el episodio de uno de sus viajes, cuando se le enfermó su compañera y la atendió en medio del campo hasta que mejoró. Cómo era la SdD 2 y fama de santidad.
2 SdD: Sierva de Dios
Madre Candelaria rezaba con unción, recogimiento. Yo la veía porque iba todos lo días a oír misa en la Parroquia. Oí decir, Estando en España, que ella veía al Niño Jesús cuando Monseñor Sosa elevaba la Hostia.
Todo lo daba al que tuviera necesidad, a los pobres. Socorrer a los enfermos era su debilidad. Su caridad la manifestaba yendo a domicilio a ejercerla. Hacía a pie los viajes por toda la Isla en recolección para sus pobres. En una ocasión se enfermó su compañera; le hizo una cama en el campo con su delantal, hasta que la hermana mejoró y pudo reemprender su viaje a la mañana siguiente.
Creía ella - en su humildad - que la dificultad de que no prosperara su Congregación, era ella. Por eso quiso ingresar o anexionarse a otra Congregación, según le oí decir a la Madre Regina Ocallagana, Superiora que fue de este Colegio de Porlamar. Era el prototipo de la humildad, dulce, apacible, carácter suave.
Era muy prudente, vencía las dificultades; no se quejaba de nada. AquÍ en Porlamar tenía la ayuda del Padre Elías Sendra. O. Carm.
Estuve en España desde el año de 1927 al 37 y allá cuando nos juntábamos las amigas con el Padre Agustín Costa, hablábamos de Madre Candelaria.
El Dr. Agustín Rafael Hernández que era médico del Hospital de Porlamar, solía decir: “No se acaba la Isla porque hay en ella tres santos: Madre Candelaria, Sixto Sosa y Monseñor Vásquez” (Vicario del Valle del Espíritu Santo). Ella trató mucho, pues era médico cirujano del Hospital y allí estaba Madre Candelaria. Sí, Madre Candelaria era una santa.
Sra. MARIA LUISA RIVAS
Conoció a la SdD en el hospital de Porlamar, donde estuvo tres años interna por motivos de salud. No precisa en que años, por los hechos narrados se deduce sea entre 1931-1935. Tiene confianza con la SdD, narra conversaciones con ella, es como una hija espiritual. La SdD se interesa por su formación.
Contenido de la declaración. Narra conversaciones con la SdD y los consejos que ella le daba en diferentes situaciones. Cuenta actitudes que observó en la SdD, por ejemplo, cuando daba su propia cama a cualquier enfermo nuevo que llegaba, porque no permitía que se rehusara la entrada por causa de la pobreza y dificultades económicas; confiaba plenamente en la Providencia. A pesar de ser superiora general se sentía dichosa de poder asistir a los enfermos, y no sólo curaba sus cuerpos, sino que los animaba en sus dolencias y los ayudaba a bien morir. Se arrodillaba frente a sus camas y les hablaba de Dios.
Lo más impresionante de ella era su humildad y su entrega al servicio de los demás, siempre como en oración y muy recogida, su presencia infundía recogimiento.
Sé por referencia que la Madre Candelaria era oriunda de Altagracia de Orituco, de noble familia, Paz Castillo, descendiente de los héroes de la Independencia; eran también gente honrada y muy piadosa. Su nombre civil era: Susana Paz Castillo.
Recuerdo que una Hermana me comunicó que siendo niña de unos cinco años, yendo con otra niña mayor, se perdieron en el campo. Se encontraron con una señora que le dijo a la joven mayor:
“Cuide mucho a esta niña, que esta niña le ensañará a rezar el Santo Rosario”, como sucedió en verdad. La opinión que se extendió fue, que aquella Señora, era Santísima Virgen. Lo refiero domo un hecho de su infancia.
Tenía gran devoción a la Santísima Trinidad y casi a diario rezaba el Trisagio, que se lo sabía de memoria. Dos veces por semana la acompañaba del Hospital a la Iglesia para la misa y en el camino rezaba el Trisagio. Su devoción al Santísimo Sacramento era muy grande, de forma que aprendí de ella y por ella a visitado con frecuencia, siendo mis visitas largas más o menos, según me lo permitían mis ocupaciones. Me decía: “Piérdase, María Luisa y que cuando la busquen, la hallen delante del Santísimo”. Una noche no podía dormí y me fui a la Capilla. Era la medía noche y encontré a Madre Candelaria practicando la Hora Santa con otra Hermana.
Oí referir a las Hermanas que un día que M. Candelaria recolectaba en Aragua de Barcelona y yendo con mucha hambre de Eucaristía a la Iglesia, entró cuando el sacerdote estaba distribuyendo la comunión. Se obró un prodigio admirable ya que la sagrada Hostia desapareció de los dedos del sacerdote y voló a la boca de Madre Candelaria que estaba arrodillada en la puerta de la Iglesia. El mismo Párroco lo refirió a Mons. Sosa- Ella rehuía hablar sobre este hecho.
Practicaba el Vía crucis casi a diario y me recomendaba esta práctica, diciéndome que cuando tuviera tiempo, recorriera las estaciones meditando en la Pasión.
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Era muy devota de la Sma. Virgen. Antes de empezar cualquier acto, rezaba el Ave María. Recuerdo que una vez tuve que sacarle una nigua de un pie y me invitó a rezar tres Avemarías para que nada dijera. Una niñita se mostró en una oportunidad fastidiada porque Madre Candelaria la hacía rezar el “Ave María”, ella dijo: “La Reverenda siempre conmigo está con el “Ave María “. Ella le contestó con gracia: “Sí, es mejor decir: “Ave María”, que decir: “Caramba” y otras palabras que dicen algunos”.
Al atardecer rezaba 7 Avemarías a la Virgen de los Dolores, devoción que había aprendido de su madre, según me dijo. A cada Avemaría, acompañaba una intención. Estas 7 avemarías las rezaba en memoria de las siete palabras de Jesús en la Cruz y por los 7 Dolores de la Virgen, su Madre. Me convidaba a rezarlas en la tarde, caminando alrededor del Hospital.
Era muy devota de las Almas del Purgatorio a quienes les agradecía los muchos favores que le concedían.
Se entristecía si había una Hermana que flaqueaba en su vocación y rezaba por ella y me invitaba a rezar por esta intención. La Capilla era pobre, pero aseada y limpia, y guardaba aparte los útiles para el lavado de los purificadores y objetos del culto.
Daba Catecismo a las niñas pobres y las preparaba para la Primera Comunión, aunque la encargada era la Hna. Anastasia. Yo le ayudaba en esta tarea y una vez que trataba de explicar el misterio de la Sma. Trinidad, Madre Candelaria me dijo: “María Luisa, cuando llegue a este misterio, nada diga, porque este es un misterio muy elevado”; y entonces ella misma se puso hablar con las muchachitas.
Confiaba plenamente en la Providencia de Dios de forma que no permitía que rehusaran la entrada al Hospital de nuevos enfermos por causa de la pobreza o de las dificultades económicas. A los pocos días de llegar yo al Hospital, el médico Director, dio orden de reducir el número de enfermos por falta de recursos. M. Candelaria me llamó y me dijo que me comportara no como una enferma, sino como empleada. De esta forma pude estar tres años y medio, hasta mi total recuperación. Una vez observé que negaron la entrada a un pobre enfermo por no tener cama disponible. La Madre Candelaria se dio cuenta, y dijo que todavía quedaba su cama y que se podía disponer de ella.
Animaba a los demás a tener confianza en Dios, particularmente a los enfermos a quienes llevaba a Dios. Una vez dijo a Madre Trina: “Madre, precisamente se ve más el malestar porque hay pocos enfermos”.
En una oportunidad la encontré cantandito en el corredor. Le dije: “Está muy contenta, Rvda. Madre?” Ella contestó: “No, al contrario, estoy sufriendo una gran pena, pero cuando sufro, canto. Hágalo así Ud. también”.
Había en el Hospital una enferma muy reacia a la religión y no quería confesarse. M. Candelaria me recomendó la visitara y tratara de hablarle alguna palabra buena. Continuó ella visitándola hasta obtener su conversión y recibiera los Sacramentos.
Me mostraba triste cierto día y ella me dijo: “María Luisa, yo he visto a Ntro. Señor manando sangre por sus cinco llagas y diciéndome: “Candelaria; sufre conmigo por los pecadores, que se pierden las almas y caen en el infierno” animándome para que ofreciera mis sufrimientos por los pecadores. Me decía que ella sufría mucho, pero que a nadie dijera nada.
Su amor a Dios la llevaba a evitar los más leves defectos Tenía la mente siempre puesta en Dios, pues se la veía recogida caminando con los ojos y las manos bajo el escapulario. Aprovechaba el tiempo mientras se desplazaba del Hospital al Templo, cuando iba a oír misa. Oía la santa misa con fervor y pasaba largos ratos ante el Santísimo. A mi me permitió la misa diaria, las demás empleadas iban algunas veces a la semana.
Su caridad para con el prójimo fue extraordinaria, y aun siendo Superiora Gral., se sentía dichosa de poder cuidar personalmente a los enfermos del Hospital de Porlamar, construido gracias a sus desvelos y de las otras Hermanas. Rogaba y trabajaba sin descanso por el bien espiritual y la conversión de los pecadores, particularmente de sus enfermos, de quienes se sentía madre. Los visitaba con frecuencia, y no sólo curaba sus cuerpos, sino que los animaba en sus dolencias y los ayudaba a bien morir. Se arrodillaba frente a sus camas, y les hablaba de Dios y de las cosas del alma y no había enfermo que se resistiese, de forma que cuando el sacerdote era llamado para asistir al enfermo, ya ningún trabajo tenía que hacer, sino administrarle los sacramentos, para los cuales estaba ya preparado.
El Dr. Luciani, reclamaba a Madre Candelaria a su lado cuando tenía que intervenir a algún enfermo, pues, afirmaba, que con ella a su lado, “todo salía bien”, y que las demás, no le servían para nada.
Cuando murió el Gral. Gómez y estando yo ayudando a Madre Candelaria hervir las sábanas de los enfermos en el patio, me dijo: “Me vas ayudar a rezar por el alma del Gral. Gómez, pues él no era tan malo como dicen. Tenía también sus cosas buenas; pero la gente sólo saca ahora a relucir sus cosas malas”. Cuando otras personas estaban hablando mal de los demás, y en esto veían acercarse a la M. Candelaria, decían: “Miren que ahí viene la Reverenda Madre”, y se callaban o mudaban de conversación.
En cierta oportunidad sentía hambre y M. Candelaria sin haberle manifestado la necesidad, me llevó a un cuarto y me dijo: “Reza un Ave ahí tienes este bocadillo para comer”. A los enfermos, ella les daba las inyecciones los curaba, les lavaba las vendas les vaciaba los vasos de cama sucios, lo que hacía disimuladamente, para no ser vista.
La última vez que vi a M. Candelaria fue en el Hospital; ya no estaba yo allí como enferma; M. Candelaria regresaba de uno de sus viajes, de visita a las Casas de la Congregación- Me lamentaba de que ya no tendría con quien consultar mis asuntos. Ella me contestó: “Tiene un Ángel muy bueno, pídale el don de Consejo- Tiene además al P. Agustín; él la defenderá. Nunca he tratado al P. Agustín, le repliqué, por qué Ud- no se lo dice a él? - Ella contestó: “Dígaselo Ud. misma; dígale que se lo pide la más pequeña de sus hijas”. Dicho sacerdote era Párroco de La Asunción, pero aun no había tenido trato con él. Más tarde solicitó mis servicios.
Muchas veces sentía deseos de conversar con ella; pero ella rehuía el encontrarse conmigo; otras veces era yo la que evitaba el encontrarme con él y entonces, me llamaba me decía: “María Luisa, yo quiero que Ud. sea humilde”.
Se la veía siempre ocupada en los quehaceres del Hospital o rezando en la Capilla o cuidando de los objetos del culto. Procuraba que las empleadas cumplieran con sus obligaciones. Recuerdo un caso: El repartir la comida a los enfermos, resultaba una cruz muy enojosa y que todas rehusaban. En cierta ocasión, me escondí para no cumplir con este deber. M. Candelaria informada de mi rebeldía, me dijo: “Ay, María Luisa, cómo no me quieres acompañar al Cielo” - ¿Por qué dice eso, Rvda. Madre? - “Porque tú no quieres sufrir conmigo, ya que para ganar el Cielo hay que sufrir”, respondió ella.
Un día llegó al Hospital de Porlamar un enfermo de carácter muy difícil; no llegó por necesidad, sino porque nadie lo quería curar por su carácter agrio y desagradecido. Tenía los pies podridos, el médico lo había desahuciado. M. Candelaria le tenía mucha paciencia y le introdujo un objeto largo envuelto en algodón en una herida muy profunda, y con mucho cuidado le fue sacando unos gusanos grandes. Este enfermo además de impaciente, era muy mal hablado. En una ocasión en que la Madre Candelaria le sirvió su propia comida con alguna fruta, el enfermo la despreció y rechazó, y empezó a hablar groserías contra la Madre. Ella no hizo más que callar y soportó los improperios; viendo que nada conseguía con él, se retiró a su habitación. Yo que todo lo había oído, sin poderme contener, le dije al enfermo unas cuantas palabras, echándole en cara su desagradecimiento hacia la Madre. Cuando ella se dio cuenta que reprendía al enfermo, me llamó y me dijo: “¿Por qué le reprendes? Déjelo tranquilo. No ve que esos son mis hijos y hay que soportados?” Siguió curándolo largo tiempo con paciencia hasta que pudo caminar y se fue del Hospital.
Madre Magdalena en una ocasión me prometió mandarme unos vestidos de Trinidad. Madre Candelaria se iba para Cumaná y me dijo: “Te mandaré un vestido blanco”. Me envió una cartica en la que me recomendaba el buen comportamiento y en particular, que respetara mucho a la Madre Isabel. A su regreso le reclamé el vestido. Su respuesta fue: “No descansaré hasta verte vestida de blanco”. Al momento no comprendí, pero después me di cuenta que se trataba del vestido de la gracia.
Otra vez no podía conciliar el sueño. Ella se acercó a mi cama y me dijo que debía levantarme y ponerme en brazos de cruz, y como le dije por qué me decía aquello, ella me tranquilizó diciéndome que si ahora no entendía el por qué se las decía, algún día las entendería y que entonces hiciera lo que ahora le indicaba. Más adelante comprendí que se refería a las tentaciones impuras.
Madre Candelaria nunca quería que le hablase de su linaje. Por referencia sé que, un día le sugirieron, hiciera valer sus títulos y apellidos para obtener del Gobierno una ayuda para el Hospital. Ella no aceptó aquello y dijo que no le hablaran de abolengo y nobleza, y se retiró a la Capilla.
Aun cuando era ella la Superiora Gral., para los asuntos de la casa, consultaba a la Superiora local.
Lo más que impresionaba de ella, era su profunda humildad. Se empleaba en los oficios más humildes en servicio de los demás; el vaciar los vasos de cama de los enfermos, nunca lo ordenaba a los demás, sino que lo hacía ella misma, con el mayor disimulo para no ser vista. Muchas veces me decía: “Mire de ocupar siempre el último lugar”. Cuando sufría, me recordaba la mata de abrojos, la cual, aunque es pisoteada por todos, ella se mantiene fresca y Dios le da hermosas flores.
En una visita que hice con ella al Colegio de la Consolación, al verla una Hermana, exclamó: “Gracias a Dios que tenemos aquí a una santa”. Ella le reprochó esto; pero como las otras insistieron en lo mismo, entonces ella, bajando la vista, trató de cambiar de conversación.
Cierto día me negué ir a misa porque estaba molesta, era un primer viernes de mes; al enterarse la Madre, me llamó y me interrogó sobre la causa por qué no había ido a misa y a comulgar. Me excusé como pude. Me dijo que al día siguiente tenía que hacerlo. Le contesté que tendría que confesarme primero. Insistió diciéndome: “Pues, ve a confesarte esta tarde” Es que no tengo tiempo de hacer el examen, me excusé. A lo que contestó la Madre: “El examen te lo voy hacer yo misma ahorita.” Y después de rezar, me empezó hacer el examen, descubriéndome pecados que había cometido y que ni siquiera había reparado en ellos o los había olvidado. En otra oportunidad me dijo - aunque no recuerdo bien, lo largo que ella me habló ni pude entender entonces a qué se refería. Más O menos me dijo así: “María Luisa siempre has de estar rezando, pendiente de la oración... por que te voy a decir, que los demonios se paran en los techos en donde hay algún sacerdote, y si es religioso, más.
Extrañada por lo que no entendía, le dije un poco duro: “Rvda. Madre, por qué me dice estas cosas a mí no a otra?” Ella, mirando hacia arriba: abriendo los brazos, dijo: “Por que Dios me ha llenado de su Sabiduría.” Años más tarde, el Padre Agustín necesitó de mis servicios y tuve muchos años atendiendo a sus necesidades.
Ya en vida, la Madre Candelaria era tenida por “santa” por su gran caridad con los enfermos y por su gran humildad. Se la veía siempre recogida en Dios y su sola presencia infundía recogimiento. Todos sentían por ella, gran veneración y se la tenía por persona que recibía luces y gracias especiales de Dios.
Favores: Recuerdo que estando Madre Candelaria en Porlamar a una niña huérfana que tenían en el Noviciado, se le clavó una espina de pescado- Madre Candelaria llegó del Hospital, rezó la Tres Avemarías y he hizo la cruz con su escapulario, y la chica arrojó la espina. Después de muerta ella, y estando con el P. Agustín, sentía fuertes dolores de cabeza y sin apetito. Los doctores decían que era manía nadie creía en mi enfermedad, ni el P. Agustín. “Invoqué a la Madre Candelaria y un buen día se presentó un amigo del Padre y al preguntarme cómo estaba, le dije que muy mal; pero que nadie me creía. El cuidó de buscarme un médico que me encontró el mal; tenía muy baja tensión arterial, en 6; me proporcionó el remedio y en pocos días ya estaba restablecida.

Srta. LUCIA MARIA GUERRA HERNANDEZ

Conoció a Madre Candelaria en 1916, cuando fué a recolectar a Río Caribe, de donde es nativa. Acompañó algunas veces a la SdD en su recolección.
Actitud de la Madre Candelaria en su recolección y trato con la gente, a quien pedía la limosna. Origen del “Asilo de los Desamparados” en Porlamar. Apostolado de la SdD en los barrios más míseros de Margarita, especialmente los barrios “El Brasil” y el “Poblado”. Opiniones sobre el espíritu religioso de la SdD. Daba catecismo en la Iglesia y en los ranchítos.
Madre Candelaria de San José, nació en Altagracia de Orituco, de padres honrados y piadosos, según he sabido por referencias. En el siglo su nombre era: Susana Paz Castillo.
Era uno de los recorridos que hizo Madre Candelaria desde Altagracia de Orituco hasta Ciudad Bolívar y el Oriente de Venezuela, llegando hasta Porlamar en recolección para los pobres de Altagracia de Orituco, pasó gran tiempo en Porlamar. Aquí las Hermanas de los Pobres de la Congregación de Madre Candelaria, fundaron en Porlamar, el Asilo de los Desamparados. Cuando yo’ vine, en 1919, yo las encontré aquí, en esta ciudad. Fue para esta época que apareció la “Pandemía” o gripe española. Crucita Morao fué quien las catequizó para que se quedaran aquí. La Sra. Julia Malaver de Marcano, vendía la casa a Crucita Morao, que fue pagándola por partes. Cuando hicieron el Hospital de Margarita, las Hermanas se pasaron para allá. Yo trabajé en el Hospital hasta que se marcharon a Cumaná. Formaba parte de la Junta que formó Madre Candelaria para la administración del Hospital. Íbamos a pagar al comercio lo que se debía, y a comprar lo que se precisaba:
En su última enfermedad, supe que fue muy paciente y resignada. De aquí de Porlamar, fueron algunas personas a verla cuando ya estaba enferma en Cumaná. Yo no fui porque tenía la iglesia a mi cargo y porque la Madre Luisa Teresa estaba picada conmigo. Por esto yo, ya no tuve más contactos con ellas.
Madre Candelaria era muy buena, el Padre Calixto Gaspar, ex-agustino, decía que la Madre Candelaria era la única monja que conocía el verdadero espíritu de religiosa; sólo que ella era demasiado buena.
Daba catecismo en la iglesia, como también las otras Hermanas. Visitaba los ranchitos, los instruía en la Doctrina Católica. Todo el día se la pasaba rezando; ya su Oficio Parvo en Comunidad, ya el Trisagio, el Rosario, el Viacrucis, horas de adoración que tenían en la iglesia. Era muy devota de la Santísima Virgen de los Desamparados; le rezaba las Tres Ave María; aprendió y cantaba los cantos de la Virgen del Carmen que enseñaron los Carmelitas: Padre Elías Sendra y Fr. Ludovico.
Veneraba a los sacerdotes; nunca le oí hablar mal de ellos. Los veneraba desde niña, según decían las Hermanas viejas. En Porlamar, todo se le debe a los Padres Carmelitas ayudados por las Hermanitas de los Pobres. Cuando ellos llegaron, la Parroquia estaba minada de masones, apenas asistían a la misa, unas 8 personas. Los Carmelitas comenzaron a trabajar en la evangelización de esta población y con la ayuda de las Hermanas, han cambiado a esta gente.
Madre Candelaria trabajaba también de legitimar matrimonios y excitaba a los donantes a ser buenos cristianos.
Otras virtudes de Madre Candelaria, fue su amor a los pobres; practicó la caridad en todas sus formas: daba el Catecismo en las barriadas pobres, como El Brasil, El Poblado que eran los más míseros. Les dábamos el catecismo en un patio. Les llevamos agua para lavarlos, vestidos para cubrirlos, pues, venían en cuero; M. Candelaria les llevaba medallitas, estampas, dulcitos para dárselos como premio. Era entonces la Congregación muy pobre. Visitaba los pobrecitos en sus ranchos, los favorecía en todo.
Madre Candelaria era de carácter tranquilo, nunca la vi con cara brava. No peleaba con nadie; hablaba poco. Si la ofendían, no hacía caso de ello.
Tuvo que soportar muchas desavenencias por causa de una Hermana insubordinada, a quien aconsejaba el Padre Calixto Gaspar, la despidiera para que sirviera de escarmiento a las demás. Pero decía el mismo Padre: “Madre Candelaria es muy buena, pero no tiene carácter.”
Había en Porlamar un señor, Don Braulio Fermín que tenía una hija que quería ser de la Congregación de Madre Candelaria; pero. él no la dejaba; no le gustaba la Religión, ni quería que fuera a la iglesia; pero su hija siempre ayudaba a las Hermanitas en el Asilo de los Desamparados, a coser, atender a los pobres, a las recolectas, hacía rifas. Su padre peleaba con ella e injuriaba a toda la Congregación. Madre Candelaria no se inmutaba por esto. Seguía su camino sin molestarse por nada ni perder la calma. Poco después, enfermó con una hernia y lo llevaron al Hospital. Lo atendieron las Hermanitas y se curó. Se convenció de la excelente labor que hacían las Hermanas, y se conformó que su hija se hiciera religiosa; en religión se llamó, Hna. Isabel de la Trinidad. Después de curado, iban las Hermanas a su casa y él las favorecía, pues era de buena posición económica. Madre Candelaria sufrió mucho, pero todo lo llevaba con paciencia.
Sra. MARIA AMPARO DE GUERRA

Conoció a la SdD, cuando era una niña de 10 años en 1917. Madre Candelaria, entonces visitaba los hogares en plan de cristianización. Más tarde, ella me llamaba para que le acompañara; le daban pan, arepas, pescados y otros alimentos, dinero poco.
Trató con los enfermos, tenía capacidad para tranquilizarlos con amabilidad, curaba con mucho cariño a los leprosos. Trato con las niñas. Actitud cuando no tenía que comer. Madre Candelaria, pedía a los carpinteros pedazos de madera para hacerles las urnas a aquellos leprosos muertos que no tenían a nadie. La SdD era muy humilde.
Aporta datos de la labor de la SdD con los leprosos, visitas a los hogares para cristianizarlos.
Madre Candelaria solía recoger por las casas; me llamaba porque siempre la ayudaba en la recolección; le daban pan, arepas, pescados y otros alimentos; dinero poco.
Trataba a los enfermos con mucha dulzura, tenía una gran amabilidad para tranquilizarlos. Los curaba con cariño, especialmente si eran leprosos.
Su trato con las niñas era siempre igual, se preocupaba de que éstas guardaran y se conservaran puras. Había mucha pobreza y a veces no había que comer y ella jamás se entristeció, ni la vi acongojada por esto. Nos reuníamos con ella 8 niñas; nos aconsejaba y nos decía: “Hijas mías hoy no hay nada”. Ella nos hacía responder: “Que se cumpla la voluntad de Dios” y siempre sobraba pan.
Cuando se negaban los del pueblo para cargar los muertos hasta el Cementerio, Madre Candelaria iba a la Gobernación y pedía ayuda y le proporcionaban las urnas claveteadas, y siempre tenía dos o tres urnas: ella decía: “estas son nuestras propias casas”
Tenía por sistema que nadie se diera cuenta de lo que daba a los demás; nos decía: “Lo que la derecha daba, no lo supiera la izquierda”.
Era muy humilde, nunca la vi brava, ni decirle a nadie palabras hirientes. Tenía una devoción especial por las Tres Ave María.
Su hábito era sumamente pobre, remendado, rucio, pero limpio.
Mi esposo por orden médica no puede tomar licor, porque corre peligro, El me contó haber visto una religiosa que le aconsejaba no tomar nada de licor. Yo he creído ver esta religiosa, la Madre Candelaria. Un buen día pusieron a mi puerta una señora ciega, sorda e inválida; yo no sabía que hacer con ella; viéndome sola, me encomendé a la Madre Candelaria para que me solucionara el problema y consiguiera un cupo en alguna institución. Gestioné el asunto y a los pocos días encontré puesto para la señora en el Asilo de ancianos de Juangriego.



Sra. ANGELA SANCHEZ DE SALAZAR


Vecina de la parroquia de Porlamar, la SdD visitaba su casa con confianza; los Primeros Viernes se quedaba después de la misa. allí, para asistir más tarde a la Hora Santa.
Conoció a Madre Candelaria más o menos en el año 1926 en el Noviciado, luego la trató en el Hospital y cuando iba a su casa.
La SdD era desprendida, humilde, pobre y prudente; de carácter afable, nunca la vió disgustada, sabía reprender. Aconsejaba y procuraba que la gente conociera a Dios. Su caridad era grande, recogía a los pobres y los socorría. Oraba y tenía devoción a la Virgen y al Viacrucis. Andaba la Isla a pie recogiendo limosna para los pobres.
La Madre Candelaria reunía todas las virtudes. En todos sus actos se reflejaba. Tenía siempre el rosario en la mano, oraba de continuo. Cuando teníamos algún sufrimiento, nos decía: “Hijitas, ofrézcalo a Dios, Nuestro Señor sufrió mucho más”. Tenía gran devoción al Viacrucis, yo muchas veces la acompañé. Me aconsejaba la devoción a la Sma. Virgen y el rezo de las Tres Avemarías; y me decía que el que tiene devoción a la Sma. Virgen no moría en pecado mortal Me enseñó a rezar esta oración: “María, mi buena Madre, por tu Inmaculada Concepción, purifica nuestros cuerpos, santifica nuestras almas y presérvanos de todo pecado mortal”.
En un viaje que hice a Barcelona, pasé por Cumaná y fui a verla y ella me llevó cerquita del Sagrario y me hizo rezar una oración.
Madre Candelaria era de una gran caridad. Recogía a los pobres y los socorría. Andaba toda la Isla a pie recogiendo para los pobres y para la construcción del Hospital. Lo que tenía no era de ella; era para los demás, para sus pobres en particular.
Siempre que tengo alguna tribulación, le pido que interceda ante Dios siempre me ha sacado de apuro.
Era muy humilde, muy pobre, muy prudente, de carácter afable, apenas hablaba. Nunca la vi disgustada; cuando reprendía lo hacía más bien en son de consejo.
La Madre Casimira de la Consolación (difunta) me canto que le había dicho Madre Candelaria: “El Padre... debe ser un santo, cuando fue a darme la comunión, me dió al Niño Jesús”. La Madre Casimira comentó: “La santa debe ser la Madre Candelaria porque fue la que vió al Niño”. Muchas personas han tenido por santa a Madre Candelaria y se encomiendan a ella.


Sra. CONSUELO GONZALEZ DE GONZALEZ


Conoció a la SdD. en 1918 cuando vivían cerca de las hermanas eran muy pobres, y lucían hallacas para ayudarse; ella y otras jóvenes le ayudaban a venderlas entre algunas familias del pueblo.
Trabajo de la SdD con los enfermos, tanto del hospital como de los ranchitos pobres. Narra la serenidad y equilibrio de la SdD., ante un hecho grave sucedido en el hospital de Porlamar. Caridad y humildad fueron sus principales virtudes.
Interesante el dato sobre la pobreza en que vivían las hermanas. Fama de santidad de la SdD.
Su caridad era grande. Estaba en todo. Era algo así como el alma; daba vueltas a los enfermos, los asistía y curaba. Mi hermano se quemó con un cohete en cierta ocasión, ella venía todos los días del Hospital hasta que sanó. Las Hermanas la mandaban acostar; pero ella se iba por los salones de los enfermos a cuidarlos.
También iba a los ranchitos. Cuando las Hermanas estaban bravas, ella las tranquilizaba.
Me aconsejaba y me decía que nunca durmiera sola: “Nunca duermas sola, porque te sorprende la muerte, el demonio se puede aprovechar”.
Siendo Juez mi abuelo, ocurrió que en el Hospital se suicidó un hombre, en Porlamar. Las Hermanas se alborotaron mucho, pero Madre Candelaria las calmaba; en eso llegó mi abuelo. Ella dijo a las Hermanas: “Ya está aquí don Santiago, todo se arreglará”. Esto fue para ella muy serio, pero demostraba serenidad. Madre Magdalena decía disgustada: “Ese señor no ha podido matarse en otro sitio. Ha venido aquí para darnos ese disgusto”. Madre Candelaria le decía: “Cállese, cállese”, queriendo aplacarla.
La virtud característica era la humildad, se la reconocía en el porte externo. Jamás se quejaba. No deseaba que la tuvieran en cuenta; hablaba bajito.
Una vez presencié que ella pedía consejo a la Hna. Luisa Teresa Morao. Esta respondió: “Por Dios, Madre Candelaria, eso no”. Tanto era su humildad y el concepto elevado que tenía de la otra.
La primera impresión que se experimentaba al ver a Madre Candelaria era la de ser - a pesar de que era una mujer pequeña y delgada - una mujer superior, una santa. Así pensaban de ella los demás; sobre todo mi abuelo, Santiago Meneses.
Yo he conocido y tratado a muchos sacerdotes, a muchas religiosas; pero no he visto otra igual a Madre Candelaria.

Sr. JESUS RAMON NORIEGA GONZALEZ

Su declaración se basa en datos oídos a Mons. Sixto Sosa, cuando visitaba el viejo hospital de Porlamar, quien hacía referencias de las grandes virtudes gran piedad de Madre Candelaria.
Informes sobre la llegada de las Hermanas de los Pobres de Altagracia de Orituco a Margarita. Su extrema pobreza. Afirma que la vida ejemplar de la SdD y sus Hermanas, despertó en la Isla interés por la vida religiosa; contándose, entre ellas. A su propia hermana de sangre: Sor Noemí de San Miguel Noriega González. Datos sobre el origen del hospital de Porlamar. Todas las vicisitudes, angustias y zozobras las soportaba con inagotable paciencia.
Llegando a Porlamar se establecieron en una casa donada con anterioridad por el Pbro. Dr. Silvano Marcano Maraver. Como carecían de subsidios para su alimentación, la Madre Candelaria muy devotísima de San Antonio, colocó un cuadro del Santo Protector, en una ventana con una alcancía donde los fieles depositaban sus dádivas. A diario con cesta en mano colectaban en la ciudad.
La gran fe y confianza en Dios, sus fervorosas oraciones fueron sus prendas más hermosas, por ese hecho se despertó en esta ciudad algunas vocaciones teniendo la dicha de contar entre ellas a mi hermana de sangre, Sor Noemí de San Miguel. Madre Candelaria promovió una rifa con el propósito de construir un hospicio para sus pobres, con este fin se trasladó a todos los pueblos de la Isla. Como no fueron vendidos todos los billetes, el sorteo no se realizó. El dinero fue entregado al Gobernador quien tomó la iniciativa de Madre Candelaria e inició la construcción del Hospital Después de bendecido le fue entregado a Madre Candelaria y demás Hermanas.
Todas las vicisitudes, angustias, zozobras las soportaba con inagotable paciencia.
Por la santidad de Madre Candelaria se despertó en esta ciudad algunas vocaciones por la cual se fundó otras casas en Cumaná, Barcelona, Carúpano, Maturín. Y en Caracas, donde reside actualmente la Superiora. En otros sitios Madre Candelaria sembró la semilla de la caridad cristiana.
En mi condición de cristiano, después de ver las virtudes de Madre Candelaria, debió recibir la promesa de Cristo. Deseo y ojalá sea santa para pública veneración.


Srta. MERCEDES BERMUDEZ


Residenciada en el Valle del Espíritu Santo. Margarita. La acompañaba en sus recolecciones por los pueblos de la isla de Margarita. Conoció a la SdD desde que llegó a la Isla. La acompañó en algunas recolecciones, “recorríamos la Isla a pie recogiendo limosnas; llegábamos por la mañana, pasábamos el día en el pueblo, y al siguiente continuábamos a otro”. Aconsejaba a la gente, donde pedía la limosna.
En algunos pueblos como en Tacarigua, de la limosna que le daban, la SdD ayudaba a los más pobres y necesitados del lugar. En sus viajes oraba siempre; donde llegábamos asistíamos a misa. Rezaba el rosario durante el trayecto. Tenía mucho respeto hacia los sacerdotes. Pedía los debidos permisos para recolectar, al párroco y al jefe civil trataba a la gente con cariño, y las aconsejaba e instruía en la religión. Bondadosa con los niños. Nunca decía palabras duras
Oraba siempre, especialmente cuando iba de viaje de recolección. Donde llegábamos, asistíamos a la Misa y luego seguíamos recolectando. Rezaba también el “Rosario durante el trayecto.
Tenía mucho respeto hacia los sacerdotes; en el Norte nos encontramos con un sacerdote cuyo proceder no era correcto y yo le insinué lo dijera al P. Vásquez y la Madre Candelaria fue incapaz de manifestar nada. Se dedicaba a preparar niños para su primera comunión; dirigía los retiros preparatorios y cuando alguna vez se comportaba alguien mal, lo castigaba. Al llegar a un pueblo, se dirigía a la Casa Parroquial para saludar al sacerdote y pedirle su autorización para la recolección; si en el pueblo no había un sacerdote, se iba donde el jefe civil y éste le daba una tarjeta. En Tacarigua como no había sacerdote, se hospedó conmigo donde el Jefe Civil. Como en el cuarto donde iba a hospedarse habían tres urnas, por haber allí una carpintería, Madre Candelaria se impresionó mucho porque se acordó que en una casa donde había llegado habían matado a alguien; pero no demostró miedo.
En los días de retiro para la Primera Comunión, regía el horario siguiente: Por la mañana, la Misa y la meditación; se iban los niños para la casa de retiro; aquí tenían horas de silencio, de pláticas “y una hora de recreo. Imponía penitencia a los que se portaban mal. “
Recolectaba para los enfermos, le daban frutas, pan, huevos, etc. De lo que recolectaba daba a los más necesitados.
Trataba a la gente con cariño, y las aconsejaba y muchas veces las instruía en la religión. Ella era amable, caritativa y muy bondadosa con los niños. Nunca; oí de sus labios una palabra dura. Aconsejaba que no se sentaran y acercaran a la ventana; decía, no hagan eso porque podía pasar alguien y tirarIes “algo”. En una de las correrías a San Juan Bautista, me enfermé y el médico me ordenó que no podía seguir en la gira. Madre Candelaria me dijo: “El doctor se ha equivocado con usted, yo le aseguro que no le va a pasar nada”. Me quedé en San Juan y me mejoré.
Sra. SOCORRO SALINAS DE NAVARRO
Fue una admiradora de Madre Candelaria, desde que la conoció la considera una mujer de gran santidad; le tiene fe, afecto y devoción.
Conoce a la SdD en Porlamar pero. no. precisa el año, la última vez que la vio fué en 1939 en Cumaná. Cuenta que en Margarita. Madre Candelaria se distinguió en el servicio de las enfermas y pobres.
Narra tres hechos milagrosos atribuidos a Madre Candelaria:
1.- El casa del “Degrado” en Cumaná, cuando la epidemia de viruela, Madre Candelaria presintió que allí estaba pasando algo grave, y alguien necesitaba de auxilio. Este mismo hecho lo cuentan varios testigos.
2.- La testigo se encontraba en una grave situación económica, invoca a la SdD y su oración fué oída.
3.- En 1967 se encontraba mal a causa de un callo infectado en el pie derecho, la habían visto varios médicos y no sanaba. Invocó a Madre Candelaria y fue curada.
La deposición trata de su admiración a la SdD y los favores que ha recibida de ella.
He sabido por referencia que en una epidemia de lechina especie de viruela, los enfermos fueran aislados para evitar el contagio de los demás, en mi lugar apartado del Hospital y de la población. Sucedió que un día Madre Candelaria oyó como unas voces y dijo de súbito que corrieran al “Degredo”, pues había alguien que necesitaba de auxilio. Fueron hacia allá y afectivamente una muchacha se libró de que un sujeto abusara de ella; llegaron a tiempo para auxiliarla.
Después de muerta,” Madre Candelaria me concedió un favor, el hecho es el siguiente:
Estando mi esposo en Caracas y yo en La Asunción, me .presentaron una letra para pagar a los pocos días. Yo no tenía para pagarla y suponiendo los apuras de mi esposo, invoqué a Madre Candelaria, pidiéndole que ayudara a mi esposa para salir de aquel trance apurado, pensando al mismo tiempo: “si por lo menos le pegara a los terminales de la lotería”. En esto el esposo me llamó por teléfono diciéndome que había sacado en la Lotería 5.100, que era precisamente el monto de la Letra. Al año siguiente repitió la operación en la Lotería de Oriente y sacó otros 5.100. Mi .esposo me contó que él oyó como una voz que le decía al oído: “Recuerda que hoy cumple un año que sacaste la lotería”. Y esto fue lo que lo movió a probar fortuna en la lotería. Toda esto lo atribuyo a una gracia de la Madre Candelaria que quiso escuchar mi súplica y sacar a mi esposo de aquel apuro económico.
En enero de 1967 tenía un callo infectado en el pie derecho que había sido ya tratado por varios médicos. Invoqué á Madre Candelaria que me iluminara que podía hacer para curarme; se me puso en la cabeza echarme vaselina boricada y desde esa fecha no he sentido más ningún malestar.


Sra. CARMEN CALZADILLA DE FERNANDEZ


Sobrina (Hija de su hermana Carmela Paz Castillo de Calzadilla) de la Madre Candelaria. La conoció cuando aún era muy pequeña. Después la vió esporádicamente en los viajes, que la SdD realizó a Altagracia. Suministra datos de la vida de su tía, oídos a su mamá. Es hermana de Feliz Calzadilla, testigo No. 9.
Algunos datos de la vida de la SdD, antes de ser religiosa. Vocación de entrega a Dios y desprendimiento total. Actitud en su atención a los leprosos, tuberculosos y apestados de fiebre amarilla. Caridad, virtud que más practicó.
Los padres de Madre Candelaria fueron: Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez, de honda fe cristiana como lo he sabido por referencia. Su nombre civil era: Susana Paz Castillo Ramírez.
Contaba mamá que cuando ella era pequeña y le daban alguna moneda, locha, etc. no la gastaba; y como se daba cuenta de esto, se pusieron a observada a ver qué hacía con ella. Pudieron darse cuenta que se la daba a una viejecita. También he oído decir que siendo ella como de 6 o 7 años, la mamá la obligó a buscar algo en el cuarto-dormitorio, fue cuando ella vió un perro que quería devorada; se supone que era el demonio.
Madre Candelaria era de regular estatura, color trigueño, sus ojos negros y penetrantes, de pobladas cejas. Cuando fue religiosa, sus manos las mantenía debajo al escapulario. Siempre se mantenía recogida, aun cuando estaba en su casa, como he sabido por referencia.
Siendo joven se ocupaba en los oficios domésticos, ayudándole a su mamá. Nunca asistió a fiestas ni sentía placer por las diversiones. Siempre estaba en casa ocupada o en la iglesia rezando o haciendo la limpieza y aseo del templo. Se ocupaba del lavado y planchado de los manteles y paños. También atendía al Párroco Dr. Alberto González y lo cuidaba cuando se enfermaba; todo esto lo sé por referencias.
Cuidaba de la lámpara del Sagrario y de todas las demás cosas del altar. Aprendió a coser de hombre y de mujer y sostenía la casa con su producto; a los pobres ella no cobraba nada. Desde joven se dio también a cuidar de los pobres y los curaba cuando enfermaban, y a los más necesitados les procuraba alimentos; también esto lo he sabido por referencia.
Cuando la epidemia de la Pandemia, ella se enfermó tanto que hubo que trasladada a Caracas donde se le hizo una operación en un pecho, en el Hospital Vargas, cuando sucedía esto era yo muy pequeña; pero le he oído decir.
La vocación de su entrega a Dios la manifestó desde pequeña. Su vivencia espiritual la realizó estando en su casa aún; ya religiosa esta entrega se fue acentuando hasta llegar a un gran desprendimiento de todo lo material y hasta de los suyos. Vivía la presencia de Dios. Siempre calladita, como en oración; lo pude observar cuando siendo ya casada, ella visitó mi casa en San Juan de los Morros. Recomendaba se rezara las “Tres Avemarías” y el “Rosario”. Aconsejaba no se preocuparan tanto de las cosas materiales.
La virtud que ella más practicó fue la caridad, ya desde seglar. Atendía a los más desgraciados y necesitados preferentemente sin escrúpulos de contagiarse; así, asistía a los leprosos, a los que padecían la Fiebre Amarilla, a los tuberculosos; esto lo decía mi mamá.
Tenía el don de hablar y de aconsejar, tenía algo, así como un poder mágico; su voz era dulce y tono suave y agradable. También tenía el don de hacerse respetar y de que se le sometieran y de que se le oyera su voz. Era sencilla, humilde. Todo lo daba hasta su propio hábito; su desprendimiento fue total. Oí decir a Madre Lourdes que las Hermanas cuando veían su hábito muy viejo y remendado, le daban uno nuevo; pero Madre Candelaria al llegar a una de las casas, se lo daba a quien lo necesitara.
Mamá contaba que en cierta ocasión tendió una cama con sábanas y fundas nuevas y se marchó para la iglesia; a su regreso, no encontró cama ni nada, todo había desaparecido. Supo después por sus primas, Maria Jesús e Inocencia Pulido que Susana le .había sacado para dársela que la necesitaba. Muchas veces la vimos por el pueblo con una cesta al brazo, pidiendo para sus pobres, ya siendo religiosa.
Aún en vida la M, Candelaria favoreció las necesidades del Hospital recurriendo al Señor con fe y confianza. Contaban las Hermanas el caso del venado que entró por la empalizada del Hospital en el momento mismo en que M. Candelaria suplicaba al Señor remediara las necesidades de ese día, pues no tenían comida para darle a los enfermos y asilados.
También otro día carecían de pan y ella confiando en el Señor decía: “Dios proveerá”. Efectivamente llegó una carga de pan.

“Tengo a Dios y esto me basta”


Beata Candelaria de San José



Documento de compra del terreno en la calle Guillarte-Porlamar

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