viernes, 25 de abril de 2008
BUENAS NUEVAS PARA VENEZUELA Y EN ESPECIAL PARA ALTAGRACIA DE ORITUCO, PORLAMAR Y CUMANÁ
(Imágen: Hermana Maria Auxiliadora de San José. Texto: Hermana Arcángela Mora Moncada) Se vislumbra una fuerte experiencia de fe para Venezuela. Una hija de este pueblo es elevada a los Altares. Su Santidad Benedicto XVI, el día 06-07-2007 dio el Decreto de Beatificación, solo esperamos tener la fecha definitiva para la solemne celebración, que será el 26 de Abril de 2008.
Susana Paz Castillo Ramirez, en religión Madre Candelaria de San José, nace el 11 de agosto de 1863 en Altagracia de Orituco, Estado Guárico y muere el 31 de enero de 1940 en Cumaná, Estado Sucre.
A finales del siglo XIX y principios del XX Venezuela se ve envuelta en una gran turbulencia política, económica y social que va a generar hambre, muerte y desolación, especilmente en los llanos centrales. Testigo de esta realidad venezolana es Susana Paz Castillo, quien desde muy joven se dio a la tarea de cuidar enfermos, pobres y necesitados, lo que se intensifica a inicios del XX con la revolución libertadora que asola al país, dejando tras de sí muertos, heridos, huérfanos. “Quedaron en Altagracia de Orituco, multitud de soldados inválidos y enfermos, tendidos en las aceras y mendigando por las calles” (Proc. Ord.). Susana, sensible al dolor reinante, y obediente a la voluntad de Dios y a la voz de su párroco, el padre Sixto Sosa, junto con otras jóvenes, inauguran el Hospital San Antonio, con el lema “Dios es Caridad” para atender a todos los necesitados. Corre el año de 1913.
Susana entrega toda su vida al servicio de los pobres cuando descubre que Dios es pura gracia, acepta su amor y se dispone a servirle al ser humano. Dedica todo su tiempo al evangelio y a la palabra Divina, viviendo esta hermosa experiencia, a través de su entrega a los que sufren. Es una clara respuesta al llamado de Jesús que se concreta en la opción por los más necesitados. Acercarse a la Madre Candelaria de San José es llenarse de la Gracia de Dios.
Ella renunció a todo lo que no es Él. Buscó sólo a Dios en el corazón del hombre que sufre. Fue una mujer iluminada en medio del pueblo venezolano por su autenticidad de vida y espiritualidad encarnada desde una cruel realidad. Por eso, hoy tenemos tanto que aprender de ella y continuar su obra llena de probidad. El país vive momentos que requieren de un testimonio fuerte de fe y compromiso social. El grito de los que necesitan es siempre actual. Ella está viva entre nosotros a través de sus hijas: las Hermanas Carmelitas de Madre Candelaria, quienes recibimos su carisma y caridad concretándolo en diversas obras sociales.
Felicito al Dr. Luis La Rosa Werner, pariente de la Beata Candelaria de San José, quien se ha preocupado por darla a conocer y con motivo de la próxima Beatificación está preparando un pequeño libro. Las hermanas Carmelitas de Madre Candelaria le estamos altamente agradecidas por este aporte.
Hna. Arcángela Mora Moncada
LA BEATA CANDELARIA DE SAN JOSE
PRESENCIA DE LA BEATA
CANDELARIA DE SAN JOSE
EN MARGARITA Y COCHE
FUNDADORA DE LAS HERMANAS CARMELITAS VENEZOLANAS,
DEL HOSPITAL DE MARGARITA EN PORLAMAR Y PRIMA DEL LIBERTADOR
VIDA–NACIMIENTO–INFANCIA–PATRIA
Nació la Beata Candelaria de San José en Altagracia de Orituco, el once de agosto de 1863. Hija de Don Francisco de Paula Paz Castillo, médico insigne y María del Rosario Ramírez, mujer y madre ejemplar, siendo bautizada el 27 de febrero de 1864 con el nombre de Susana, en la Iglesia Parroquial Ntra. Sra. De Altagracia por el Prebistero Dr. Juan Pablo Cabrales, fueron sus padrinos Agapito Belisario y Francisca Ramírez. Sus abuelos maternos fueron Don Antonio Paz Castillo y Bolívar y Doña Candelaria Pérez y Bolívar, siendo Doña Candelaria prima hermana del Libertador Simón Bolívar, residenciados en Caracas, vecinos de la parroquia de la Candelaria y muy devotos de la Virgen en esta advocación. Contáronse entre los que salieron en el mes junio de 1814; muchas familias caraqueñas emigraron a Oriente ante el horror del avance de las tropas del sanguinario José Tomás Boves, que marchaban hacia la Capital después de haber sacrificado a cuchilladas a la mayoría de la población de Valencia. Durante la guerra de emancipación figuraron los Paz Castillo entre los venezolanos que marcharon a los campos de Batallas y Nueve hermanos Paz Castillo lucharon a favor de la Independencia de la Patria valientemente. De razas de héroes fue ésta religiosa. Diferente su heroísmo.
Recibió el Sacramento de la Confirmación en el Templo Parroquial de Altagracia de Orituco el 13 de Junio de 1870, de manos del Ilustrísimo Sr. Doctor José Manuel Arroyo y Niño, Obispo de Guayana. Fue su madrina Elodia Belisario. Susana hizo su primera comunión a los 16 años, de manos del Prebistero Dr. Alberto González.
Los Paz Castillo, después de la forzada y penosa marcha (en las que muchos perdieron la vida), atravesando escabrosas montañas y siguiendo por los valles del Tuy (Municipio Paz Castillo), llegaron a Araguita, en donde se radicaron. Posteriormente, algunos de los hijos pasaron a los Valles de Orituco, entre ellos Don Francisco de Paula, quien definitivamente se estableció en Altagracia de Orituco, formando un cristiano hogar con Doña María del Rosario Ramírez del que nacieron cuatro hijos: Francisco de Paula, más conocido por Don Pablo; Trinidad, quien murió a los quince años; Susana (la Beata Candelaria de San José); y Carmela.
La familia Paz Castillo Ramírez constituía un hogar hondamente cristiano como lo habían sido sus antepasados, entre los que se distinguió por su piedad y caridad, la abuela paterna Doña Candelaria Pérez y Bolívar. El Padre, Don Francisco de Paula, era asiduo a la Santa Misa. Se Ocupaba en la profesión de médico. No tenía carrera ni título, pero poseía un buen cúmulo de conocimientos prácticos, que le hacían muy útil a sus semejantes, entre quienes gozaba de muy buena reputación como hombre probo y digno de confianza. Doña María del Rosario era una Madre hacendosa y buena. De ella aprendería Susana su devoción al “Ave María”. En este ambiente familiar de piedad, transcurren los primeros años de Susana; lo que contribuyó a formar en ella una piedad sencilla, pero sólidamente fundada en las virtudes cristianas.
El día 23 de Noviembre de 1870, siendo Susana aun niña, murió el padre. Esto unido a las calamidades públicas, continuas guerras y epidemias que sufrió Altagracia en la segunda mitad del siglo XIX, y al espíritu desprendido y caritativo del hermano mayor Francisco de Paula (más conocido por Don Pablo) motivó el que descendiera de la posición desahogada en que habían vivido, incluso en la necesidad de mudar de casa.
La formación escolar de la Beata Candelaria fue bastante escasa y deficiente, de acuerdo con los tiempos que corrían. Asistió a la escuela de Misia Ulpiana en donde aprendió a leer y escribir y algo de cuentas. Fue discípula aventajada en labores manuales. En el taller de Misa Matías Carrasquel, aprendió corte y confección y toda clase de labores, especialmente bordados y ropa de hombre. Tenía aptitud y facilidad para toda clase de trabajos.
Fué Susana de color trigueño, de mediana estatura, ojos negros, muy vivos, manos delgadas, pelo negro aún siendo anciana; dotada de un temperamento equilibrado y un carácter rico con una bien definida personalidad y de una gran sensibilidad, sobre todo ante la desgracia ajena, era sincera, sencilla, afable, agradecida, cortés, humilde, digna, modesta y dulce en su trato, su presencia infundía respeto. “Era una Santa al decir de los que la trataban”.
De casta de héroes Susana “La Beata Candelaria de San José”, quiso seguir por los caminos de su abuela Doña Candelaria Pérez y Bolívar que se distinguió por su piedad y caridad. Por eso al vestir el sayal de religiosa escogió para si el nombre de Hermana Candelaria en honor a su madre, también por la especial devoción a esta advocación de la Santísima Virgen, cuya imágen guardaba como legado de familia; pues cuando la familia vivía todavía en Caracas tenía esta imágen bajo su cuidado y; en la forzada emigración, se la llevaron a Araguita tanto para que las protegieran como para ponerla a salvo. Actualmente dicha imágen se encuentra al lado de la tumba de la Beata Candelaria de San José, situada en la Casa Generalicia de las Hermanas Carmelitas ubicada en la Urbanización La Campiña, Avenida Mirador Nº 12-05. Caracas.
La Beata Candelaria de San José demostró su valor acudiendo a la vera del moribundo, del humilde, para enseñarle a perdonar, y acercándose con amor a curar y cauterizar las heridas abiertas por el odio; los recogía en su propia casa, ya sea en catre de lona que ella misma arreglaba o en chinchorro, los acomodaba, los curaba y los sostenía con las limosna y el pan de los pobres de San Antonio.
En realidad no le faltó la fortaleza de los Libertadores que le daba ánimo para emprender y sostener sus obras de caridad en bien de la humanidad adolorida y enferma. Viajera incansable por todo el país, en su época, cuando los medios de transporte eran la mula o la goleta y la mayoría de las veces caminando por senderos, llanos o montañas, que fueron sus medios para trasladarse, llevando en sus venas la sangre de los patriotas y en su alma la bendición de Cristo para aliviar el dolor de los enfermos y las penurias de los necesitados; aunque para ello fuera preciso largos y fatigosos viajes atravesando ríos caudalosos o afrontando la furia del mar en frágiles e incómodos veleros; pasando abruptas montañas o atravesando bajo el sol abrasador la inmensa sabana, a pies o a lomo de mula, siempre en busca de una limosna para sostener sus hospitales y llevar el sustento para sus enfermos y pobres.
El Padre Alberto González fue objeto de las atenciones médicas de Susana, en una ocasión sufrió una herida en la pierna izquierda que se le infectó hasta engangrenársele y estar en peligro de muerte; no teniendo quien lo atendiera fué Susana quien lo curó, teniéndole que cortar con tijeras toda la piel infectada. Con solicitud y espíritu de caridad atendió y curó al anciano sacerdote salvándole la vida.
De notable entereza, aún sufriendo dolencias, de carácter aureolada por la dulzura y bondad en vida fué un constante ejercicio de la caridad, especialmente al servicio de los enfermos, ancianos, desvalidos; estableció y sostuvo Hospitales en diversas poblaciones y ciudades del país, contando solo con las limosnas que ella misma salía a recolectar.
En cierta ocasión realizaba una gira por los Estados Guárico, Anzoátegui, Nueva Esparta, Bolívar, Monagas y sus plantas sagradas pisaron tierras de San Juan de Los Morros, Barcelona, Porlamar, Maturín, Cumaná, Ciudad Bolívar, San Fernando de Apure, Upata y viaja por toda Venezuela, con el fin de recolectar fondos para sostener el Hospital San Antonio de Altagracia Orituco, fundado por ella en 1903; transitaba acompañada de otra monja, por caminos quemados por el sol, en medio de las soledades del llano asaeteadas por las picaduras de zancudos, la sed y el calor, temerosas de las fieras; se les hizo de noche sin que por ninguna parte se divisara la luz de algún rancho o vivienda, donde pudieran pernoctar. Refiere su acompañante: “forzosamente por ser hora avanzada tuvimos que abrir nuestras tiendas de peregrinas en plenos bancos de la sabana”. Caí rendida ante el peso de mi naturaleza. Cuando la aurora nos sorprendió proseguimos nuestro camino. Entonces se me ocurrió objetarle: Madre, solamente a nuestros Libertadores en sus aventuras guerreras se le pudieron ocurrir estas marchas tan forzadas. A lo que ella respondió con su sonrisa acostumbrada: Hermana, nuestros Libertadores conquistaban la Patria Terrenal, nosotros conquistamos la Patria Celestial.
Poco tiempo después a la muerte del Prebistero Dr. Alberto González, vino a Altagracia de Orituco para sustituirlo, como cura y vicario interino el Prebistero Dr. Sixto Sosa, nombrado el 11 de febrero de 1903. El Prebistero Dr. Sixto Sosa el 13 de septiembre de 1906 les vistió el hábito a las cinco primeras religiosas de una naciente Congregación, que cambiaron sus nombres: Susana Paz Castillo por Hermana Candelaria de San José; Mercedes Malaver por Hermana Trinidad de San José; Natividad Pérez Medina por Hermana María de San José; Adelina Domenico por Hermana Dolores de San José; y Clara Pérez por Hermana Providencia de San José. Al año siguiente también un 13 de septiembre se les unió Ramona Aragort con el nombre de Hermana Elvira de San José.
CANDELARIA DE SAN JOSE
EN MARGARITA Y COCHE
FUNDADORA DE LAS HERMANAS CARMELITAS VENEZOLANAS,
DEL HOSPITAL DE MARGARITA EN PORLAMAR Y PRIMA DEL LIBERTADOR
VIDA–NACIMIENTO–INFANCIA–PATRIA
Nació la Beata Candelaria de San José en Altagracia de Orituco, el once de agosto de 1863. Hija de Don Francisco de Paula Paz Castillo, médico insigne y María del Rosario Ramírez, mujer y madre ejemplar, siendo bautizada el 27 de febrero de 1864 con el nombre de Susana, en la Iglesia Parroquial Ntra. Sra. De Altagracia por el Prebistero Dr. Juan Pablo Cabrales, fueron sus padrinos Agapito Belisario y Francisca Ramírez. Sus abuelos maternos fueron Don Antonio Paz Castillo y Bolívar y Doña Candelaria Pérez y Bolívar, siendo Doña Candelaria prima hermana del Libertador Simón Bolívar, residenciados en Caracas, vecinos de la parroquia de la Candelaria y muy devotos de la Virgen en esta advocación. Contáronse entre los que salieron en el mes junio de 1814; muchas familias caraqueñas emigraron a Oriente ante el horror del avance de las tropas del sanguinario José Tomás Boves, que marchaban hacia la Capital después de haber sacrificado a cuchilladas a la mayoría de la población de Valencia. Durante la guerra de emancipación figuraron los Paz Castillo entre los venezolanos que marcharon a los campos de Batallas y Nueve hermanos Paz Castillo lucharon a favor de la Independencia de la Patria valientemente. De razas de héroes fue ésta religiosa. Diferente su heroísmo.
Recibió el Sacramento de la Confirmación en el Templo Parroquial de Altagracia de Orituco el 13 de Junio de 1870, de manos del Ilustrísimo Sr. Doctor José Manuel Arroyo y Niño, Obispo de Guayana. Fue su madrina Elodia Belisario. Susana hizo su primera comunión a los 16 años, de manos del Prebistero Dr. Alberto González.
Los Paz Castillo, después de la forzada y penosa marcha (en las que muchos perdieron la vida), atravesando escabrosas montañas y siguiendo por los valles del Tuy (Municipio Paz Castillo), llegaron a Araguita, en donde se radicaron. Posteriormente, algunos de los hijos pasaron a los Valles de Orituco, entre ellos Don Francisco de Paula, quien definitivamente se estableció en Altagracia de Orituco, formando un cristiano hogar con Doña María del Rosario Ramírez del que nacieron cuatro hijos: Francisco de Paula, más conocido por Don Pablo; Trinidad, quien murió a los quince años; Susana (la Beata Candelaria de San José); y Carmela.
La familia Paz Castillo Ramírez constituía un hogar hondamente cristiano como lo habían sido sus antepasados, entre los que se distinguió por su piedad y caridad, la abuela paterna Doña Candelaria Pérez y Bolívar. El Padre, Don Francisco de Paula, era asiduo a la Santa Misa. Se Ocupaba en la profesión de médico. No tenía carrera ni título, pero poseía un buen cúmulo de conocimientos prácticos, que le hacían muy útil a sus semejantes, entre quienes gozaba de muy buena reputación como hombre probo y digno de confianza. Doña María del Rosario era una Madre hacendosa y buena. De ella aprendería Susana su devoción al “Ave María”. En este ambiente familiar de piedad, transcurren los primeros años de Susana; lo que contribuyó a formar en ella una piedad sencilla, pero sólidamente fundada en las virtudes cristianas.
El día 23 de Noviembre de 1870, siendo Susana aun niña, murió el padre. Esto unido a las calamidades públicas, continuas guerras y epidemias que sufrió Altagracia en la segunda mitad del siglo XIX, y al espíritu desprendido y caritativo del hermano mayor Francisco de Paula (más conocido por Don Pablo) motivó el que descendiera de la posición desahogada en que habían vivido, incluso en la necesidad de mudar de casa.
La formación escolar de la Beata Candelaria fue bastante escasa y deficiente, de acuerdo con los tiempos que corrían. Asistió a la escuela de Misia Ulpiana en donde aprendió a leer y escribir y algo de cuentas. Fue discípula aventajada en labores manuales. En el taller de Misa Matías Carrasquel, aprendió corte y confección y toda clase de labores, especialmente bordados y ropa de hombre. Tenía aptitud y facilidad para toda clase de trabajos.
Fué Susana de color trigueño, de mediana estatura, ojos negros, muy vivos, manos delgadas, pelo negro aún siendo anciana; dotada de un temperamento equilibrado y un carácter rico con una bien definida personalidad y de una gran sensibilidad, sobre todo ante la desgracia ajena, era sincera, sencilla, afable, agradecida, cortés, humilde, digna, modesta y dulce en su trato, su presencia infundía respeto. “Era una Santa al decir de los que la trataban”.
De casta de héroes Susana “La Beata Candelaria de San José”, quiso seguir por los caminos de su abuela Doña Candelaria Pérez y Bolívar que se distinguió por su piedad y caridad. Por eso al vestir el sayal de religiosa escogió para si el nombre de Hermana Candelaria en honor a su madre, también por la especial devoción a esta advocación de la Santísima Virgen, cuya imágen guardaba como legado de familia; pues cuando la familia vivía todavía en Caracas tenía esta imágen bajo su cuidado y; en la forzada emigración, se la llevaron a Araguita tanto para que las protegieran como para ponerla a salvo. Actualmente dicha imágen se encuentra al lado de la tumba de la Beata Candelaria de San José, situada en la Casa Generalicia de las Hermanas Carmelitas ubicada en la Urbanización La Campiña, Avenida Mirador Nº 12-05. Caracas.
La Beata Candelaria de San José demostró su valor acudiendo a la vera del moribundo, del humilde, para enseñarle a perdonar, y acercándose con amor a curar y cauterizar las heridas abiertas por el odio; los recogía en su propia casa, ya sea en catre de lona que ella misma arreglaba o en chinchorro, los acomodaba, los curaba y los sostenía con las limosna y el pan de los pobres de San Antonio.
En realidad no le faltó la fortaleza de los Libertadores que le daba ánimo para emprender y sostener sus obras de caridad en bien de la humanidad adolorida y enferma. Viajera incansable por todo el país, en su época, cuando los medios de transporte eran la mula o la goleta y la mayoría de las veces caminando por senderos, llanos o montañas, que fueron sus medios para trasladarse, llevando en sus venas la sangre de los patriotas y en su alma la bendición de Cristo para aliviar el dolor de los enfermos y las penurias de los necesitados; aunque para ello fuera preciso largos y fatigosos viajes atravesando ríos caudalosos o afrontando la furia del mar en frágiles e incómodos veleros; pasando abruptas montañas o atravesando bajo el sol abrasador la inmensa sabana, a pies o a lomo de mula, siempre en busca de una limosna para sostener sus hospitales y llevar el sustento para sus enfermos y pobres.
El Padre Alberto González fue objeto de las atenciones médicas de Susana, en una ocasión sufrió una herida en la pierna izquierda que se le infectó hasta engangrenársele y estar en peligro de muerte; no teniendo quien lo atendiera fué Susana quien lo curó, teniéndole que cortar con tijeras toda la piel infectada. Con solicitud y espíritu de caridad atendió y curó al anciano sacerdote salvándole la vida.
De notable entereza, aún sufriendo dolencias, de carácter aureolada por la dulzura y bondad en vida fué un constante ejercicio de la caridad, especialmente al servicio de los enfermos, ancianos, desvalidos; estableció y sostuvo Hospitales en diversas poblaciones y ciudades del país, contando solo con las limosnas que ella misma salía a recolectar.
En cierta ocasión realizaba una gira por los Estados Guárico, Anzoátegui, Nueva Esparta, Bolívar, Monagas y sus plantas sagradas pisaron tierras de San Juan de Los Morros, Barcelona, Porlamar, Maturín, Cumaná, Ciudad Bolívar, San Fernando de Apure, Upata y viaja por toda Venezuela, con el fin de recolectar fondos para sostener el Hospital San Antonio de Altagracia Orituco, fundado por ella en 1903; transitaba acompañada de otra monja, por caminos quemados por el sol, en medio de las soledades del llano asaeteadas por las picaduras de zancudos, la sed y el calor, temerosas de las fieras; se les hizo de noche sin que por ninguna parte se divisara la luz de algún rancho o vivienda, donde pudieran pernoctar. Refiere su acompañante: “forzosamente por ser hora avanzada tuvimos que abrir nuestras tiendas de peregrinas en plenos bancos de la sabana”. Caí rendida ante el peso de mi naturaleza. Cuando la aurora nos sorprendió proseguimos nuestro camino. Entonces se me ocurrió objetarle: Madre, solamente a nuestros Libertadores en sus aventuras guerreras se le pudieron ocurrir estas marchas tan forzadas. A lo que ella respondió con su sonrisa acostumbrada: Hermana, nuestros Libertadores conquistaban la Patria Terrenal, nosotros conquistamos la Patria Celestial.
Poco tiempo después a la muerte del Prebistero Dr. Alberto González, vino a Altagracia de Orituco para sustituirlo, como cura y vicario interino el Prebistero Dr. Sixto Sosa, nombrado el 11 de febrero de 1903. El Prebistero Dr. Sixto Sosa el 13 de septiembre de 1906 les vistió el hábito a las cinco primeras religiosas de una naciente Congregación, que cambiaron sus nombres: Susana Paz Castillo por Hermana Candelaria de San José; Mercedes Malaver por Hermana Trinidad de San José; Natividad Pérez Medina por Hermana María de San José; Adelina Domenico por Hermana Dolores de San José; y Clara Pérez por Hermana Providencia de San José. Al año siguiente también un 13 de septiembre se les unió Ramona Aragort con el nombre de Hermana Elvira de San José.
Nacimiento, bautismo y confirmacion de la Beata Candelaria de San Jose
Fe de Bautismo de la Sierva de Dios, Susana Paz Castillo Ramirez, nacida el 11 de agosto de 1863 en Altagracia de Orituco
OBRAS Y ESCRITOS REFERENTES A LA OBRA DE MADRE CANDELARIA
Designado Monseñor Sixto Sosa, Obispo de la Diócesis de Cumaná (Cumaná, Margarita y Ciudad Bolívar), ocupó su cargo Diocesano con un amplio mensaje sobre la Beata Candelaria y la Congregación de las Hermanas Carmelitas. Fue un Hombre de una gran ilustración, leía mucho y le gustaban los buenos libros llegando a formar una magnifica colección, que cuidaba con exquisito esmero, no obstante esto fue un Hombre humilde.
Pero, antes que todo, Monseñor Sixto Sosa era un Hombre de Dios: todo lo refería a Dios y su fé a Dios era el inspirador o móvil último de sus actos.
Sus trabajos apostólicos, tanto en Altagracia Orituco, como después en la dilatada Diócesis de Guayana, fue un testimonio fehaciente de su total entrega al servicio de Dios, y según testimonio de Monseñor Andrés Márquez compartía la pobreza de los pobres y “vivió pobre y murió pobre”.
Monseñor Sosa había captado muy bien el mensaje evangélico. En unas notas de sus ejercicios espirituales del año 1924, escribe: “los pobres son miembros místicos del cuerpo de Cristo y tienen la predilección del divino Maestro, que vino para evangelizar a los pobres. Tienen la preferencia en igualdad de circunstancia de la Iglesia y sus Ministros. Siempre se vió Jesús rodeado de pobres pecadores. “Sinite párvulos venire ad me” se refiere también a los pobres, y es por eso por lo que la multitud de cristianos es escogida entre los pobres. El Hijo del hombre no tuvo siquiera donde reclinar su cabeza. El Sacerdote debe imitarlo”.
Diremos algo que hizo Monseñor Sixto Sosa llevado por su amor filial a la Santísima Virgen. Su celo por el honor de la Virgen del Valle le animó a sembrar en los corazones el deseo de verla constituida Patrona de Oriente Venezolano, es decir, de la Diócesis de Guayana, que entonces comprendía todo el Oriente del País. Efectivamente, fue declarada la Virgen del Valle como Patrona del Oriente Venezolano por el Papa Benedicto XV el 24 de abril de 1921, celebrándose solemnemente este acontecimiento el 8 de septiembre del mismo año, día de las fiestas patronales. Para ese entonces se encontraba Monseñor Sixto Sosa agotado y enfermo, realzando todos los actos con su presencia y su plena participación. Como Obispo de Cumaná, todos los años acudirá al Santuario de la Virgen del Valle para conmemorar su fiesta y participar en los actos; por lo mismo, no sin razón, Monseñor Pibernat le llama “El Peregrino de la Virgen del Valle”.
La Beata Candelaria de San José fue la fundadora de los Hospitales de Altagracia de Orituco (Hospital de San Antonio), Hospital de Margarita en Porlamar en 1921, Isla que recorrió en toda su extensión, practicando la caridad, predicando la fé y curando a los enfermos, el de Barcelona, el de Cumaná, el de Upata (Hospital del Crucificado), el de San Juan de Los Morros, el de Duaca, el de Maturín y muchas más casas de beneficencia y hogares para los niños huérfanos y desamparados para aliviar a los desposeídos.
A finales de Octubre de 1916, la Beata Candelaria salió de Altagracia de Orituco para Ciudad Bolívar. En esta Ciudad Monseñor Sixto Sosa recibió el 31 de Diciembre de 1916 los votos perpetuos de la Beata, posteriormente llega la Beata Candelaria hasta Upata, donde se funda el Hospital de “Jesús Crucificado”. Recorre varias poblaciones entre ellas la de Yuruari y regresa a Ciudad Bolívar el 13 de abril de 1917, posteriormente por vía fluvial y marítima, viaja hacia Margarita, deteniéndose en la Península de Paria para recolectar fondos y recorre desde Río Caribe hasta Carúpano.
La Beata Candelaria de San José, llegó por primera vez a la Isla de Margarita el 16 de diciembre de 1917 y con grandes sacrificios compró posteriormente por Trescientos Bolívares (300 Bs.) el 18 de agosto de 1926 un terreno en la calle Guilarte donde se construyó la Casa Matriz de la Congregación de las Hermanas Carmelitas.
En varias oportunidades visitó la Isla de Coche con el objetivo de impartir la Catequesis y recolectar información sobre la Isla, cuidando y curando los enfermos e impartiendo la Comunión.
En Porlamar se encontró que existía una Junta interesada para el establecimiento de un Hospital para Indigentes. La Sra. Julia Malaver de Marcano le cedió, con un compromiso de venta, la casa no. 15 de la calle Mariño de Porlamar para el proyecto del Hospital, y el 24 de Octubre de 1917, estaba ya acondicionada la Casa para recibir a los enfermos. Por intervención de Monseñor Sixto Sosa el 26 de Noviembre de 1917, podían partir de Altagracia un grupo de Cinco Hermanitas con destino a Porlamar y Upata, las cuales embarcaron en la Guaira en el vapor “Manzanares” que hizo escala en Carúpano. Las Hermanas Rosario y María Teresa siguieron para Upata, las Hermanas Elvira, Antonia y Bernarda, tomaron el vapor “Colón” que llegó a Porlamar el 09 de Diciembre de 1917. El día 16 por la tarde se trasladaban al Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados, situado en la calle Mariño de Porlamar mientras se buscaban el terreno y se procuraba la construcción del Hospital de Margarita.
La Beata Candelaria, permanecerá unos meses más en Porlamar, tratando de dejar las cosas resueltas referente a dicho Hospital. El General Juan Alberto Ramírez, Presidente del Estado, personalmente se ocupó de la construcción del Hospital, empresa que hubiera sido muy difícil por los escasos recursos de las Hermanitas que lo propiciaban; y el mismo el 19 de Diciembre de 1918, decretó la construcción del Hospital Margarita. La Beata Candelaria de San José., había salido de Porlamar el 20 de Marzo de 1918 hacia Caracas y el 5 de Mayo estaba de regreso en Altagracia de Orituco, después de año y medio de ausencia; Y posteriormente regresa para dejar establecida las Casas de Upata y Porlamar. En el otoño de 1918 la Beata Candelaria de San José, cayó enferma, recrudeciéndose el mal que se había producido a consecuencia de una caída de un caballo cuando se dirigía a Upata para fundar una Casa de Beneficencia, a consecuencia de este golpe recibido en el pecho izquierdo, con el tiempo le degeneró un tumor maligno.
Estando en Margarita se había sentido mal, aunque el temperamento de la Isla le prestaba, pero posteriormente se encontraba cada día peor de manera que a principios de Enero de 1919 temieron por su vida. La Beata Candelaria. había ocultado su enfermedad hasta que se recrudeció el mal y se agravó tanto que el 1º de Marzo de 1919 fue trasladada al Hospital Vargas de Caracas donde fue intervenida quirúrgicamente el 14 de Abril, la operación fue difícil y la recuperación muy lenta, siendo su médico de cabecera el Dr. Pedro del Corral1.
1 El Dr. Pedro del Corral fue íntimo amigo de mi padre el Dr. Ángel La Rosa Castro, quien también conoció y trató a la Beata Madre Candelaria de San José.
El 19 de Junio 1.919, estando recuperándose de su intervención quirúrgica en el Hospital Vargas de Caracas, ingresó el cadáver del Venerable José Gregorio Hernández y la Beata Candelaria de San José estuvo a su lado y oró por él. Este testimonio es de la Madre Lourdes, que fue su enfermera. El Venerable José Gregorio Hernández falleció accidentalmente a consecuencia del arroyamiento de un automóvil en la esquina de Amadores, Caracas.
Posteriormente la Beata Candelaria, fué a convalecer a Porlamar, donde recuperó su salud y recorrió la Isla en diferentes oportunidades. Finalmente superada todas las dificultades que habían retrasado la fundación del Hospital de Margarita en Porlamar (por ella fundado); fue inaugurado solemnísimamente el 12 de Octubre de 1921 por Monseñor Sixto Sosa Obispo de Cumaná y la Beata Candelaria de San José Por tan extraordinario acontecimiento fué la primera vez que la Virgen del Valle salió de su templo, hoy Basílica Menor, para bendecir dicho Hospital. Coincidiendo como broche de Oro con la fiesta de la proclamación de la Virgen del Valle como Patrona de la Diócesis de Guayana. El Presidente de la Junta del Hospital, Dr. Manuel Rodolfo Brito, designó a la Beata Candelaria, como Directora del Hospital.
El 18 de Febrero de 1923, se celebraron en Porlamar solemnes actos por la creación de la nueva Diócesis. La Beata Candelaria de San José, se alegra porque tiene noticias de que Monseñor Sixto Sosa pasará las fiestas de la Virgen del Valle en Margarita, donde estuvo hasta el 13 de Septiembre de 1923. Monseñor Sixto Sosa viaja de Porlamar a Caracas, y después de unos breves días se integra definitivamente a su nueva diócesis de Cumaná.
La Beata Candelaria de San José sigue encomendando a la Virgen del Valle la futura fundación de la Congregación de las Hermanas Carmelitas, y el día 1º de Enero de 1925 la Beata firmaba la petición formal al señor Obispo de Cumaná para que su Congregación Hermanitas de los Pobres fuera agregada a la orden del Carmen. El Sr. Obispo accedió a la petición de la Beata Candelaria y desde aquel momento les permitió que adoptase las Constituciones Carmelitas.
El Decreto de agregación, firmado el 25 de Marzo llegó a Porlamar el día de Pentecostés. Las Hermanas recibieron con gran alegría la noticia y en lo sucesivo serían Terciarias Carmelitas Regulares, con hábito, constituciones, gracias e indulgencias propias de la Orden del Carmen.
La Beata Candelaria, sale de Porlamar el 13 de Julio de 1925 para Upata por vía marítima, con el fin de recolectar emolumentos para su causa. El 5 de Diciembre se traslada de Upata a los Estados Anzoátegui y Guárico. El 13 de Noviembre se encontraba en Barcelona, en donde también consigue arreglar favorablemente los asuntos del Hospital de dicha Ciudad. Llega nuevamente a Porlamar el 14 de Diciembre, encontrándose un poco quebrantada donde estuvo de reposo. El día 26 de Julio, durante las festividades de la población de Santa Ana del Norte (Margarita); y con toda solemnidad se realizó la toma de Hábito Carmelitano, para las Hermanas de la Comunidad de Porlamar, este sublime acontecimiento se efectuó ánte la Imágen de la Virgen del Carmen en el Templo Parroquial San Nicolás de Bari, Porlamar, de manos del Prebistero Elías Ma. Sendra.
El 9 de Agosto de 1926, Monseñor Sixto Sosa Obispo de Cumaná nombra a la Beata Candelaria. Superiora General de las Hermanas Carmelitas y así mismo Maestra de Novicias, eligiendo canónicamente el noviciado en la Ciudad de Porlamar, bajo la dirección del Padre Elías Ma. Sendra, superior de los Carmelitas. Ella recibió el nombramiento con toda humildad y dispuesta a la obediencia.
El 30 de Septiembre de 1926 se abrió el Noviciado en Porlamar en la casa de la Calle Mariño Nº 15 y donde la Beata Candelaria, se entrega de lleno a su oficio de Maestra de Novicias.
El 17 de Enero 1929 a las 7:30 a.m., un fuerte terremoto destruyó casi totalmente la Ciudad de Cumaná, al día siguiente llegaban a dicha Ciudad desde Porlamar, en un barco de vela, el Padre Elías Ma. Sendra, la Beata Candelaria y la Hermana Rosario, cargados de víveres y medicamentos. La Beata Candelaria, a pesar de su edad y achaques se puso al frente del Hospital de Cumaná y secundada por las demás Hermanas trabajó día y noche para atender a los enfermos y heridos. A consecuencia de dicho terremoto se presentó una epidemia de viruela. Fuera de la Ciudad hicieron un “degredo”, para aislar a los infectados por este virus. La Beata Candelaria. acudía allí todos los días para ayudar a los enfermos, a instruirles en el catecismo, a curar sus heridas y a lavar y desinfectar su ropa.
Entraba y salía del Hospital sin que nadie se enterara, y de cincuenta variolosos solo murió uno; ella no se infectó. Después de los momentos críticos que se vivieron en el terremoto de Cumaná la Beata Candelaria. regresó a Porlamar en Abril de 1929, fecha en que entregó el cargo de Maestra de Novicias a la Hermana Luisa Teresa del Niño Jesús Morao.
“Porlamar quiere un hospital para sus pobres”Beata Candelaria de San José
Pero, antes que todo, Monseñor Sixto Sosa era un Hombre de Dios: todo lo refería a Dios y su fé a Dios era el inspirador o móvil último de sus actos.
Sus trabajos apostólicos, tanto en Altagracia Orituco, como después en la dilatada Diócesis de Guayana, fue un testimonio fehaciente de su total entrega al servicio de Dios, y según testimonio de Monseñor Andrés Márquez compartía la pobreza de los pobres y “vivió pobre y murió pobre”.
Monseñor Sosa había captado muy bien el mensaje evangélico. En unas notas de sus ejercicios espirituales del año 1924, escribe: “los pobres son miembros místicos del cuerpo de Cristo y tienen la predilección del divino Maestro, que vino para evangelizar a los pobres. Tienen la preferencia en igualdad de circunstancia de la Iglesia y sus Ministros. Siempre se vió Jesús rodeado de pobres pecadores. “Sinite párvulos venire ad me” se refiere también a los pobres, y es por eso por lo que la multitud de cristianos es escogida entre los pobres. El Hijo del hombre no tuvo siquiera donde reclinar su cabeza. El Sacerdote debe imitarlo”.
Diremos algo que hizo Monseñor Sixto Sosa llevado por su amor filial a la Santísima Virgen. Su celo por el honor de la Virgen del Valle le animó a sembrar en los corazones el deseo de verla constituida Patrona de Oriente Venezolano, es decir, de la Diócesis de Guayana, que entonces comprendía todo el Oriente del País. Efectivamente, fue declarada la Virgen del Valle como Patrona del Oriente Venezolano por el Papa Benedicto XV el 24 de abril de 1921, celebrándose solemnemente este acontecimiento el 8 de septiembre del mismo año, día de las fiestas patronales. Para ese entonces se encontraba Monseñor Sixto Sosa agotado y enfermo, realzando todos los actos con su presencia y su plena participación. Como Obispo de Cumaná, todos los años acudirá al Santuario de la Virgen del Valle para conmemorar su fiesta y participar en los actos; por lo mismo, no sin razón, Monseñor Pibernat le llama “El Peregrino de la Virgen del Valle”.
La Beata Candelaria de San José fue la fundadora de los Hospitales de Altagracia de Orituco (Hospital de San Antonio), Hospital de Margarita en Porlamar en 1921, Isla que recorrió en toda su extensión, practicando la caridad, predicando la fé y curando a los enfermos, el de Barcelona, el de Cumaná, el de Upata (Hospital del Crucificado), el de San Juan de Los Morros, el de Duaca, el de Maturín y muchas más casas de beneficencia y hogares para los niños huérfanos y desamparados para aliviar a los desposeídos.
A finales de Octubre de 1916, la Beata Candelaria salió de Altagracia de Orituco para Ciudad Bolívar. En esta Ciudad Monseñor Sixto Sosa recibió el 31 de Diciembre de 1916 los votos perpetuos de la Beata, posteriormente llega la Beata Candelaria hasta Upata, donde se funda el Hospital de “Jesús Crucificado”. Recorre varias poblaciones entre ellas la de Yuruari y regresa a Ciudad Bolívar el 13 de abril de 1917, posteriormente por vía fluvial y marítima, viaja hacia Margarita, deteniéndose en la Península de Paria para recolectar fondos y recorre desde Río Caribe hasta Carúpano.
La Beata Candelaria de San José, llegó por primera vez a la Isla de Margarita el 16 de diciembre de 1917 y con grandes sacrificios compró posteriormente por Trescientos Bolívares (300 Bs.) el 18 de agosto de 1926 un terreno en la calle Guilarte donde se construyó la Casa Matriz de la Congregación de las Hermanas Carmelitas.
En varias oportunidades visitó la Isla de Coche con el objetivo de impartir la Catequesis y recolectar información sobre la Isla, cuidando y curando los enfermos e impartiendo la Comunión.
En Porlamar se encontró que existía una Junta interesada para el establecimiento de un Hospital para Indigentes. La Sra. Julia Malaver de Marcano le cedió, con un compromiso de venta, la casa no. 15 de la calle Mariño de Porlamar para el proyecto del Hospital, y el 24 de Octubre de 1917, estaba ya acondicionada la Casa para recibir a los enfermos. Por intervención de Monseñor Sixto Sosa el 26 de Noviembre de 1917, podían partir de Altagracia un grupo de Cinco Hermanitas con destino a Porlamar y Upata, las cuales embarcaron en la Guaira en el vapor “Manzanares” que hizo escala en Carúpano. Las Hermanas Rosario y María Teresa siguieron para Upata, las Hermanas Elvira, Antonia y Bernarda, tomaron el vapor “Colón” que llegó a Porlamar el 09 de Diciembre de 1917. El día 16 por la tarde se trasladaban al Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados, situado en la calle Mariño de Porlamar mientras se buscaban el terreno y se procuraba la construcción del Hospital de Margarita.
La Beata Candelaria, permanecerá unos meses más en Porlamar, tratando de dejar las cosas resueltas referente a dicho Hospital. El General Juan Alberto Ramírez, Presidente del Estado, personalmente se ocupó de la construcción del Hospital, empresa que hubiera sido muy difícil por los escasos recursos de las Hermanitas que lo propiciaban; y el mismo el 19 de Diciembre de 1918, decretó la construcción del Hospital Margarita. La Beata Candelaria de San José., había salido de Porlamar el 20 de Marzo de 1918 hacia Caracas y el 5 de Mayo estaba de regreso en Altagracia de Orituco, después de año y medio de ausencia; Y posteriormente regresa para dejar establecida las Casas de Upata y Porlamar. En el otoño de 1918 la Beata Candelaria de San José, cayó enferma, recrudeciéndose el mal que se había producido a consecuencia de una caída de un caballo cuando se dirigía a Upata para fundar una Casa de Beneficencia, a consecuencia de este golpe recibido en el pecho izquierdo, con el tiempo le degeneró un tumor maligno.
Estando en Margarita se había sentido mal, aunque el temperamento de la Isla le prestaba, pero posteriormente se encontraba cada día peor de manera que a principios de Enero de 1919 temieron por su vida. La Beata Candelaria. había ocultado su enfermedad hasta que se recrudeció el mal y se agravó tanto que el 1º de Marzo de 1919 fue trasladada al Hospital Vargas de Caracas donde fue intervenida quirúrgicamente el 14 de Abril, la operación fue difícil y la recuperación muy lenta, siendo su médico de cabecera el Dr. Pedro del Corral1.
1 El Dr. Pedro del Corral fue íntimo amigo de mi padre el Dr. Ángel La Rosa Castro, quien también conoció y trató a la Beata Madre Candelaria de San José.
El 19 de Junio 1.919, estando recuperándose de su intervención quirúrgica en el Hospital Vargas de Caracas, ingresó el cadáver del Venerable José Gregorio Hernández y la Beata Candelaria de San José estuvo a su lado y oró por él. Este testimonio es de la Madre Lourdes, que fue su enfermera. El Venerable José Gregorio Hernández falleció accidentalmente a consecuencia del arroyamiento de un automóvil en la esquina de Amadores, Caracas.
Posteriormente la Beata Candelaria, fué a convalecer a Porlamar, donde recuperó su salud y recorrió la Isla en diferentes oportunidades. Finalmente superada todas las dificultades que habían retrasado la fundación del Hospital de Margarita en Porlamar (por ella fundado); fue inaugurado solemnísimamente el 12 de Octubre de 1921 por Monseñor Sixto Sosa Obispo de Cumaná y la Beata Candelaria de San José Por tan extraordinario acontecimiento fué la primera vez que la Virgen del Valle salió de su templo, hoy Basílica Menor, para bendecir dicho Hospital. Coincidiendo como broche de Oro con la fiesta de la proclamación de la Virgen del Valle como Patrona de la Diócesis de Guayana. El Presidente de la Junta del Hospital, Dr. Manuel Rodolfo Brito, designó a la Beata Candelaria, como Directora del Hospital.
El 18 de Febrero de 1923, se celebraron en Porlamar solemnes actos por la creación de la nueva Diócesis. La Beata Candelaria de San José, se alegra porque tiene noticias de que Monseñor Sixto Sosa pasará las fiestas de la Virgen del Valle en Margarita, donde estuvo hasta el 13 de Septiembre de 1923. Monseñor Sixto Sosa viaja de Porlamar a Caracas, y después de unos breves días se integra definitivamente a su nueva diócesis de Cumaná.
La Beata Candelaria de San José sigue encomendando a la Virgen del Valle la futura fundación de la Congregación de las Hermanas Carmelitas, y el día 1º de Enero de 1925 la Beata firmaba la petición formal al señor Obispo de Cumaná para que su Congregación Hermanitas de los Pobres fuera agregada a la orden del Carmen. El Sr. Obispo accedió a la petición de la Beata Candelaria y desde aquel momento les permitió que adoptase las Constituciones Carmelitas.
El Decreto de agregación, firmado el 25 de Marzo llegó a Porlamar el día de Pentecostés. Las Hermanas recibieron con gran alegría la noticia y en lo sucesivo serían Terciarias Carmelitas Regulares, con hábito, constituciones, gracias e indulgencias propias de la Orden del Carmen.
La Beata Candelaria, sale de Porlamar el 13 de Julio de 1925 para Upata por vía marítima, con el fin de recolectar emolumentos para su causa. El 5 de Diciembre se traslada de Upata a los Estados Anzoátegui y Guárico. El 13 de Noviembre se encontraba en Barcelona, en donde también consigue arreglar favorablemente los asuntos del Hospital de dicha Ciudad. Llega nuevamente a Porlamar el 14 de Diciembre, encontrándose un poco quebrantada donde estuvo de reposo. El día 26 de Julio, durante las festividades de la población de Santa Ana del Norte (Margarita); y con toda solemnidad se realizó la toma de Hábito Carmelitano, para las Hermanas de la Comunidad de Porlamar, este sublime acontecimiento se efectuó ánte la Imágen de la Virgen del Carmen en el Templo Parroquial San Nicolás de Bari, Porlamar, de manos del Prebistero Elías Ma. Sendra.
El 9 de Agosto de 1926, Monseñor Sixto Sosa Obispo de Cumaná nombra a la Beata Candelaria. Superiora General de las Hermanas Carmelitas y así mismo Maestra de Novicias, eligiendo canónicamente el noviciado en la Ciudad de Porlamar, bajo la dirección del Padre Elías Ma. Sendra, superior de los Carmelitas. Ella recibió el nombramiento con toda humildad y dispuesta a la obediencia.
El 30 de Septiembre de 1926 se abrió el Noviciado en Porlamar en la casa de la Calle Mariño Nº 15 y donde la Beata Candelaria, se entrega de lleno a su oficio de Maestra de Novicias.
El 17 de Enero 1929 a las 7:30 a.m., un fuerte terremoto destruyó casi totalmente la Ciudad de Cumaná, al día siguiente llegaban a dicha Ciudad desde Porlamar, en un barco de vela, el Padre Elías Ma. Sendra, la Beata Candelaria y la Hermana Rosario, cargados de víveres y medicamentos. La Beata Candelaria, a pesar de su edad y achaques se puso al frente del Hospital de Cumaná y secundada por las demás Hermanas trabajó día y noche para atender a los enfermos y heridos. A consecuencia de dicho terremoto se presentó una epidemia de viruela. Fuera de la Ciudad hicieron un “degredo”, para aislar a los infectados por este virus. La Beata Candelaria. acudía allí todos los días para ayudar a los enfermos, a instruirles en el catecismo, a curar sus heridas y a lavar y desinfectar su ropa.
Entraba y salía del Hospital sin que nadie se enterara, y de cincuenta variolosos solo murió uno; ella no se infectó. Después de los momentos críticos que se vivieron en el terremoto de Cumaná la Beata Candelaria. regresó a Porlamar en Abril de 1929, fecha en que entregó el cargo de Maestra de Novicias a la Hermana Luisa Teresa del Niño Jesús Morao.
“Porlamar quiere un hospital para sus pobres”Beata Candelaria de San José
TESTIMONIOS ACERCA DE LA OBRA DE LA MADRE CANDELARIA
(Grupo frente al Hospital San Antonio, Altagracia de Orituco. Al centro su fundadora, la Beata Candelaria de San Jose)
La Isla de Margarita le debe mucho a la Beata Candelaria de San José, donde decenas de testimonios confirman su grandeza espiritual. El Dr. Agustín Rafael Hernández, que era médico del hospital de Porlamar solía decir: No se acaba la Isla porque hay en ella tres Santos: La Madre Candelaria, Monseñor Sixto Sosa y Monseñor Vásquez (Vicario del Valle del Espíritu Santo), donde la Virgen del Valle, (Patrona de Oriente y de la Armada Venezolana), en su hoy Basílica Menor constantemente fue visitada por la Beata Candelaria de San José; así como igualmente visitaba al Cristo del Buen Viaje en su recorrido por Pampatar. También decía; el Dr. Agustín Rafael Hernández, quien la trató por mucho tiempo, pues era médico cirujano del hospital de Porlamar por ella fundado, “Si, la Madre Candelaria de San José era una Santa”.
Desde 1926 fue superiora de las Hermanas Carmelitas, la Congregación que había fundado. También a la vez, Maestras de Novicias, durante más de tres años. Después estaría al frente de los Hospitales que ella había fundado. Inmensa fue su actividad, aún enferma; hasta que en 1939, la artritis que había venido sufriendo, se hizo más aguda. Ya no pudo abandonar el lecho, victima de atroces dolores. En la madrugada del 31 de Enero de 1940 expiró. Incumpliendo su anhelo de que se le hiciera el mas humilde de todos los entierros y en la urna de los pobres; fueron de gran pompa sus funerales, con asistencia de todo el clero, gobierno y pueblo de Cumaná. Fué sepultada en el cementerio de esa Ciudad, en el Panteón perteneciente al Vicario General Monseñor Pibernat.
Catorce años después se exhumaron los restos en presencia de la Reverenda Hermana Concepción (Clara María Ramírez); quien relata haberse sorprendido al verlos teñidos de rosado, su cuerpo conservaba su forma. Los huecesillos de sus pies estaban en su sitio, dentro de las medias de algodón, color marrón, que lucían como nuevas. Parte del hábito y de la capa se conservaban intactos. Negro su cabello como lo tuvo siempre.
La misma Hermana Concepción acompañaría sus restos en su viaje a Caracas, donde fueron colocados en una pequeña urna e inhumada, el 12 de Febrero de 1.955, en la Capilla de la Congregación de las Reverendas Hermanas Carmelitas en la Urbanización de la Campiña, lugar muy visitado por los devotos que han conocido todos los favores que tanto en vida como después de muerta ha prodigado La Beata Candelaria de San Jopeé. A su lado la imágen de la Virgen de la Candelaria que guardaba con gran celo en Altagracia de Orituco.
La vida de la Beata Candelaria de San José esta llena de muchos nobles episodios, y sería muy extenso relatar sus servicios al prójimo, sus bondades, sus sufrimientos y penalidades, así como sus satisfacciones por un deber divino trazado en el cumplimiento estricto de sus funciones sin descanso durante toda su vida. La Isla de Margarita debería estar orgullosa de ella. No podemos dudar que la fé del pueblo Venezolano esta delante de una verdadera Santa. La opinión de Santidad de que gozara en vida La Beata Candelaria de San José, vinculó a su persona gracias y favores del cielo. Parece evidente que Dios la favoreció con carisma y dones sobrenaturales “para la común utilidad”.
Entre estos carismas sobresale en ella el “Don de Curaciones”, que es la facultad de curar enfermedades de un modo que sobrepasa las fuentes naturales. Coincide este carisma con la especial misión a la cual ella había sido llamada por Dios a curar espiritual y corporalmente a los enfermos. Son numerosos los casos de curaciones que se relatan en el transcurso de su vida, así como los Favores y gracias que, después de su muerte, personas fidedignas consideran haber obtenido de Dios por intercesión de su Sierva. Entre los diversos procesos sobre la vida y virtudes de la Beata Candelaria 56 testigos presentaron sus testimonios, casi todo ellos de vista, con sus declaraciones y con la copiosa documentación aportada, creemos que resulta un examen probatorio de la vida y virtudes de la Beata Candelaria más que suficiente.
Para la beatificación, se requirió de la existencia de un Milagro procesalmente aprobado, este Milagro se produjo y fue comprobado por la Santa Madre Iglesia.
“PIERDASE TODO PARA MI, COMO NO PIERDA A DIOS MI SEÑOR”.
BEATA CANDELARIA DE SAN JOSÉ.
Hemos recopilado algunas informaciones testimoniales de varias personas que a través de sus familiares conocieron en vida a la Beata Candelaria de San José, entre ellas:
Sor. MARIA ROSA DEL VALLE (Fuentes Gómez)
Conoció a Madre Candelaria por los años 1918-1920. Después la trató más directamente en el Hospital de Porlamar y en la catequesis de la Parroquia.
Desprendimiento y amor a los pobres, caridad práctica visitando a los necesitados. Narra el episodio de uno de sus viajes, cuando se le enfermó su compañera y la atendió en medio del campo hasta que mejoró. Cómo era la SdD 2 y fama de santidad.
2 SdD: Sierva de Dios
Madre Candelaria rezaba con unción, recogimiento. Yo la veía porque iba todos lo días a oír misa en la Parroquia. Oí decir, Estando en España, que ella veía al Niño Jesús cuando Monseñor Sosa elevaba la Hostia.
Todo lo daba al que tuviera necesidad, a los pobres. Socorrer a los enfermos era su debilidad. Su caridad la manifestaba yendo a domicilio a ejercerla. Hacía a pie los viajes por toda la Isla en recolección para sus pobres. En una ocasión se enfermó su compañera; le hizo una cama en el campo con su delantal, hasta que la hermana mejoró y pudo reemprender su viaje a la mañana siguiente.
Creía ella - en su humildad - que la dificultad de que no prosperara su Congregación, era ella. Por eso quiso ingresar o anexionarse a otra Congregación, según le oí decir a la Madre Regina Ocallagana, Superiora que fue de este Colegio de Porlamar. Era el prototipo de la humildad, dulce, apacible, carácter suave.
Era muy prudente, vencía las dificultades; no se quejaba de nada. AquÍ en Porlamar tenía la ayuda del Padre Elías Sendra. O. Carm.
Estuve en España desde el año de 1927 al 37 y allá cuando nos juntábamos las amigas con el Padre Agustín Costa, hablábamos de Madre Candelaria.
El Dr. Agustín Rafael Hernández que era médico del Hospital de Porlamar, solía decir: “No se acaba la Isla porque hay en ella tres santos: Madre Candelaria, Sixto Sosa y Monseñor Vásquez” (Vicario del Valle del Espíritu Santo). Ella trató mucho, pues era médico cirujano del Hospital y allí estaba Madre Candelaria. Sí, Madre Candelaria era una santa.
Sra. MARIA LUISA RIVAS
Conoció a la SdD en el hospital de Porlamar, donde estuvo tres años interna por motivos de salud. No precisa en que años, por los hechos narrados se deduce sea entre 1931-1935. Tiene confianza con la SdD, narra conversaciones con ella, es como una hija espiritual. La SdD se interesa por su formación.
Contenido de la declaración. Narra conversaciones con la SdD y los consejos que ella le daba en diferentes situaciones. Cuenta actitudes que observó en la SdD, por ejemplo, cuando daba su propia cama a cualquier enfermo nuevo que llegaba, porque no permitía que se rehusara la entrada por causa de la pobreza y dificultades económicas; confiaba plenamente en la Providencia. A pesar de ser superiora general se sentía dichosa de poder asistir a los enfermos, y no sólo curaba sus cuerpos, sino que los animaba en sus dolencias y los ayudaba a bien morir. Se arrodillaba frente a sus camas y les hablaba de Dios.
Lo más impresionante de ella era su humildad y su entrega al servicio de los demás, siempre como en oración y muy recogida, su presencia infundía recogimiento.
Sé por referencia que la Madre Candelaria era oriunda de Altagracia de Orituco, de noble familia, Paz Castillo, descendiente de los héroes de la Independencia; eran también gente honrada y muy piadosa. Su nombre civil era: Susana Paz Castillo.
Recuerdo que una Hermana me comunicó que siendo niña de unos cinco años, yendo con otra niña mayor, se perdieron en el campo. Se encontraron con una señora que le dijo a la joven mayor:
“Cuide mucho a esta niña, que esta niña le ensañará a rezar el Santo Rosario”, como sucedió en verdad. La opinión que se extendió fue, que aquella Señora, era Santísima Virgen. Lo refiero domo un hecho de su infancia.
Tenía gran devoción a la Santísima Trinidad y casi a diario rezaba el Trisagio, que se lo sabía de memoria. Dos veces por semana la acompañaba del Hospital a la Iglesia para la misa y en el camino rezaba el Trisagio. Su devoción al Santísimo Sacramento era muy grande, de forma que aprendí de ella y por ella a visitado con frecuencia, siendo mis visitas largas más o menos, según me lo permitían mis ocupaciones. Me decía: “Piérdase, María Luisa y que cuando la busquen, la hallen delante del Santísimo”. Una noche no podía dormí y me fui a la Capilla. Era la medía noche y encontré a Madre Candelaria practicando la Hora Santa con otra Hermana.
Oí referir a las Hermanas que un día que M. Candelaria recolectaba en Aragua de Barcelona y yendo con mucha hambre de Eucaristía a la Iglesia, entró cuando el sacerdote estaba distribuyendo la comunión. Se obró un prodigio admirable ya que la sagrada Hostia desapareció de los dedos del sacerdote y voló a la boca de Madre Candelaria que estaba arrodillada en la puerta de la Iglesia. El mismo Párroco lo refirió a Mons. Sosa- Ella rehuía hablar sobre este hecho.
Practicaba el Vía crucis casi a diario y me recomendaba esta práctica, diciéndome que cuando tuviera tiempo, recorriera las estaciones meditando en la Pasión.
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Era muy devota de la Sma. Virgen. Antes de empezar cualquier acto, rezaba el Ave María. Recuerdo que una vez tuve que sacarle una nigua de un pie y me invitó a rezar tres Avemarías para que nada dijera. Una niñita se mostró en una oportunidad fastidiada porque Madre Candelaria la hacía rezar el “Ave María”, ella dijo: “La Reverenda siempre conmigo está con el “Ave María “. Ella le contestó con gracia: “Sí, es mejor decir: “Ave María”, que decir: “Caramba” y otras palabras que dicen algunos”.
Al atardecer rezaba 7 Avemarías a la Virgen de los Dolores, devoción que había aprendido de su madre, según me dijo. A cada Avemaría, acompañaba una intención. Estas 7 avemarías las rezaba en memoria de las siete palabras de Jesús en la Cruz y por los 7 Dolores de la Virgen, su Madre. Me convidaba a rezarlas en la tarde, caminando alrededor del Hospital.
Era muy devota de las Almas del Purgatorio a quienes les agradecía los muchos favores que le concedían.
Se entristecía si había una Hermana que flaqueaba en su vocación y rezaba por ella y me invitaba a rezar por esta intención. La Capilla era pobre, pero aseada y limpia, y guardaba aparte los útiles para el lavado de los purificadores y objetos del culto.
Daba Catecismo a las niñas pobres y las preparaba para la Primera Comunión, aunque la encargada era la Hna. Anastasia. Yo le ayudaba en esta tarea y una vez que trataba de explicar el misterio de la Sma. Trinidad, Madre Candelaria me dijo: “María Luisa, cuando llegue a este misterio, nada diga, porque este es un misterio muy elevado”; y entonces ella misma se puso hablar con las muchachitas.
Confiaba plenamente en la Providencia de Dios de forma que no permitía que rehusaran la entrada al Hospital de nuevos enfermos por causa de la pobreza o de las dificultades económicas. A los pocos días de llegar yo al Hospital, el médico Director, dio orden de reducir el número de enfermos por falta de recursos. M. Candelaria me llamó y me dijo que me comportara no como una enferma, sino como empleada. De esta forma pude estar tres años y medio, hasta mi total recuperación. Una vez observé que negaron la entrada a un pobre enfermo por no tener cama disponible. La Madre Candelaria se dio cuenta, y dijo que todavía quedaba su cama y que se podía disponer de ella.
Animaba a los demás a tener confianza en Dios, particularmente a los enfermos a quienes llevaba a Dios. Una vez dijo a Madre Trina: “Madre, precisamente se ve más el malestar porque hay pocos enfermos”.
En una oportunidad la encontré cantandito en el corredor. Le dije: “Está muy contenta, Rvda. Madre?” Ella contestó: “No, al contrario, estoy sufriendo una gran pena, pero cuando sufro, canto. Hágalo así Ud. también”.
Había en el Hospital una enferma muy reacia a la religión y no quería confesarse. M. Candelaria me recomendó la visitara y tratara de hablarle alguna palabra buena. Continuó ella visitándola hasta obtener su conversión y recibiera los Sacramentos.
Me mostraba triste cierto día y ella me dijo: “María Luisa, yo he visto a Ntro. Señor manando sangre por sus cinco llagas y diciéndome: “Candelaria; sufre conmigo por los pecadores, que se pierden las almas y caen en el infierno” animándome para que ofreciera mis sufrimientos por los pecadores. Me decía que ella sufría mucho, pero que a nadie dijera nada.
Su amor a Dios la llevaba a evitar los más leves defectos Tenía la mente siempre puesta en Dios, pues se la veía recogida caminando con los ojos y las manos bajo el escapulario. Aprovechaba el tiempo mientras se desplazaba del Hospital al Templo, cuando iba a oír misa. Oía la santa misa con fervor y pasaba largos ratos ante el Santísimo. A mi me permitió la misa diaria, las demás empleadas iban algunas veces a la semana.
Su caridad para con el prójimo fue extraordinaria, y aun siendo Superiora Gral., se sentía dichosa de poder cuidar personalmente a los enfermos del Hospital de Porlamar, construido gracias a sus desvelos y de las otras Hermanas. Rogaba y trabajaba sin descanso por el bien espiritual y la conversión de los pecadores, particularmente de sus enfermos, de quienes se sentía madre. Los visitaba con frecuencia, y no sólo curaba sus cuerpos, sino que los animaba en sus dolencias y los ayudaba a bien morir. Se arrodillaba frente a sus camas, y les hablaba de Dios y de las cosas del alma y no había enfermo que se resistiese, de forma que cuando el sacerdote era llamado para asistir al enfermo, ya ningún trabajo tenía que hacer, sino administrarle los sacramentos, para los cuales estaba ya preparado.
El Dr. Luciani, reclamaba a Madre Candelaria a su lado cuando tenía que intervenir a algún enfermo, pues, afirmaba, que con ella a su lado, “todo salía bien”, y que las demás, no le servían para nada.
Cuando murió el Gral. Gómez y estando yo ayudando a Madre Candelaria hervir las sábanas de los enfermos en el patio, me dijo: “Me vas ayudar a rezar por el alma del Gral. Gómez, pues él no era tan malo como dicen. Tenía también sus cosas buenas; pero la gente sólo saca ahora a relucir sus cosas malas”. Cuando otras personas estaban hablando mal de los demás, y en esto veían acercarse a la M. Candelaria, decían: “Miren que ahí viene la Reverenda Madre”, y se callaban o mudaban de conversación.
En cierta oportunidad sentía hambre y M. Candelaria sin haberle manifestado la necesidad, me llevó a un cuarto y me dijo: “Reza un Ave ahí tienes este bocadillo para comer”. A los enfermos, ella les daba las inyecciones los curaba, les lavaba las vendas les vaciaba los vasos de cama sucios, lo que hacía disimuladamente, para no ser vista.
La última vez que vi a M. Candelaria fue en el Hospital; ya no estaba yo allí como enferma; M. Candelaria regresaba de uno de sus viajes, de visita a las Casas de la Congregación- Me lamentaba de que ya no tendría con quien consultar mis asuntos. Ella me contestó: “Tiene un Ángel muy bueno, pídale el don de Consejo- Tiene además al P. Agustín; él la defenderá. Nunca he tratado al P. Agustín, le repliqué, por qué Ud- no se lo dice a él? - Ella contestó: “Dígaselo Ud. misma; dígale que se lo pide la más pequeña de sus hijas”. Dicho sacerdote era Párroco de La Asunción, pero aun no había tenido trato con él. Más tarde solicitó mis servicios.
Muchas veces sentía deseos de conversar con ella; pero ella rehuía el encontrarse conmigo; otras veces era yo la que evitaba el encontrarme con él y entonces, me llamaba me decía: “María Luisa, yo quiero que Ud. sea humilde”.
Se la veía siempre ocupada en los quehaceres del Hospital o rezando en la Capilla o cuidando de los objetos del culto. Procuraba que las empleadas cumplieran con sus obligaciones. Recuerdo un caso: El repartir la comida a los enfermos, resultaba una cruz muy enojosa y que todas rehusaban. En cierta ocasión, me escondí para no cumplir con este deber. M. Candelaria informada de mi rebeldía, me dijo: “Ay, María Luisa, cómo no me quieres acompañar al Cielo” - ¿Por qué dice eso, Rvda. Madre? - “Porque tú no quieres sufrir conmigo, ya que para ganar el Cielo hay que sufrir”, respondió ella.
Un día llegó al Hospital de Porlamar un enfermo de carácter muy difícil; no llegó por necesidad, sino porque nadie lo quería curar por su carácter agrio y desagradecido. Tenía los pies podridos, el médico lo había desahuciado. M. Candelaria le tenía mucha paciencia y le introdujo un objeto largo envuelto en algodón en una herida muy profunda, y con mucho cuidado le fue sacando unos gusanos grandes. Este enfermo además de impaciente, era muy mal hablado. En una ocasión en que la Madre Candelaria le sirvió su propia comida con alguna fruta, el enfermo la despreció y rechazó, y empezó a hablar groserías contra la Madre. Ella no hizo más que callar y soportó los improperios; viendo que nada conseguía con él, se retiró a su habitación. Yo que todo lo había oído, sin poderme contener, le dije al enfermo unas cuantas palabras, echándole en cara su desagradecimiento hacia la Madre. Cuando ella se dio cuenta que reprendía al enfermo, me llamó y me dijo: “¿Por qué le reprendes? Déjelo tranquilo. No ve que esos son mis hijos y hay que soportados?” Siguió curándolo largo tiempo con paciencia hasta que pudo caminar y se fue del Hospital.
Madre Magdalena en una ocasión me prometió mandarme unos vestidos de Trinidad. Madre Candelaria se iba para Cumaná y me dijo: “Te mandaré un vestido blanco”. Me envió una cartica en la que me recomendaba el buen comportamiento y en particular, que respetara mucho a la Madre Isabel. A su regreso le reclamé el vestido. Su respuesta fue: “No descansaré hasta verte vestida de blanco”. Al momento no comprendí, pero después me di cuenta que se trataba del vestido de la gracia.
Otra vez no podía conciliar el sueño. Ella se acercó a mi cama y me dijo que debía levantarme y ponerme en brazos de cruz, y como le dije por qué me decía aquello, ella me tranquilizó diciéndome que si ahora no entendía el por qué se las decía, algún día las entendería y que entonces hiciera lo que ahora le indicaba. Más adelante comprendí que se refería a las tentaciones impuras.
Madre Candelaria nunca quería que le hablase de su linaje. Por referencia sé que, un día le sugirieron, hiciera valer sus títulos y apellidos para obtener del Gobierno una ayuda para el Hospital. Ella no aceptó aquello y dijo que no le hablaran de abolengo y nobleza, y se retiró a la Capilla.
Aun cuando era ella la Superiora Gral., para los asuntos de la casa, consultaba a la Superiora local.
Lo más que impresionaba de ella, era su profunda humildad. Se empleaba en los oficios más humildes en servicio de los demás; el vaciar los vasos de cama de los enfermos, nunca lo ordenaba a los demás, sino que lo hacía ella misma, con el mayor disimulo para no ser vista. Muchas veces me decía: “Mire de ocupar siempre el último lugar”. Cuando sufría, me recordaba la mata de abrojos, la cual, aunque es pisoteada por todos, ella se mantiene fresca y Dios le da hermosas flores.
En una visita que hice con ella al Colegio de la Consolación, al verla una Hermana, exclamó: “Gracias a Dios que tenemos aquí a una santa”. Ella le reprochó esto; pero como las otras insistieron en lo mismo, entonces ella, bajando la vista, trató de cambiar de conversación.
Cierto día me negué ir a misa porque estaba molesta, era un primer viernes de mes; al enterarse la Madre, me llamó y me interrogó sobre la causa por qué no había ido a misa y a comulgar. Me excusé como pude. Me dijo que al día siguiente tenía que hacerlo. Le contesté que tendría que confesarme primero. Insistió diciéndome: “Pues, ve a confesarte esta tarde” Es que no tengo tiempo de hacer el examen, me excusé. A lo que contestó la Madre: “El examen te lo voy hacer yo misma ahorita.” Y después de rezar, me empezó hacer el examen, descubriéndome pecados que había cometido y que ni siquiera había reparado en ellos o los había olvidado. En otra oportunidad me dijo - aunque no recuerdo bien, lo largo que ella me habló ni pude entender entonces a qué se refería. Más O menos me dijo así: “María Luisa siempre has de estar rezando, pendiente de la oración... por que te voy a decir, que los demonios se paran en los techos en donde hay algún sacerdote, y si es religioso, más.
Extrañada por lo que no entendía, le dije un poco duro: “Rvda. Madre, por qué me dice estas cosas a mí no a otra?” Ella, mirando hacia arriba: abriendo los brazos, dijo: “Por que Dios me ha llenado de su Sabiduría.” Años más tarde, el Padre Agustín necesitó de mis servicios y tuve muchos años atendiendo a sus necesidades.
Ya en vida, la Madre Candelaria era tenida por “santa” por su gran caridad con los enfermos y por su gran humildad. Se la veía siempre recogida en Dios y su sola presencia infundía recogimiento. Todos sentían por ella, gran veneración y se la tenía por persona que recibía luces y gracias especiales de Dios.
Favores: Recuerdo que estando Madre Candelaria en Porlamar a una niña huérfana que tenían en el Noviciado, se le clavó una espina de pescado- Madre Candelaria llegó del Hospital, rezó la Tres Avemarías y he hizo la cruz con su escapulario, y la chica arrojó la espina. Después de muerta ella, y estando con el P. Agustín, sentía fuertes dolores de cabeza y sin apetito. Los doctores decían que era manía nadie creía en mi enfermedad, ni el P. Agustín. “Invoqué a la Madre Candelaria y un buen día se presentó un amigo del Padre y al preguntarme cómo estaba, le dije que muy mal; pero que nadie me creía. El cuidó de buscarme un médico que me encontró el mal; tenía muy baja tensión arterial, en 6; me proporcionó el remedio y en pocos días ya estaba restablecida.
Srta. LUCIA MARIA GUERRA HERNANDEZ
Conoció a Madre Candelaria en 1916, cuando fué a recolectar a Río Caribe, de donde es nativa. Acompañó algunas veces a la SdD en su recolección.
Actitud de la Madre Candelaria en su recolección y trato con la gente, a quien pedía la limosna. Origen del “Asilo de los Desamparados” en Porlamar. Apostolado de la SdD en los barrios más míseros de Margarita, especialmente los barrios “El Brasil” y el “Poblado”. Opiniones sobre el espíritu religioso de la SdD. Daba catecismo en la Iglesia y en los ranchítos.
Madre Candelaria de San José, nació en Altagracia de Orituco, de padres honrados y piadosos, según he sabido por referencias. En el siglo su nombre era: Susana Paz Castillo.
Era uno de los recorridos que hizo Madre Candelaria desde Altagracia de Orituco hasta Ciudad Bolívar y el Oriente de Venezuela, llegando hasta Porlamar en recolección para los pobres de Altagracia de Orituco, pasó gran tiempo en Porlamar. Aquí las Hermanas de los Pobres de la Congregación de Madre Candelaria, fundaron en Porlamar, el Asilo de los Desamparados. Cuando yo’ vine, en 1919, yo las encontré aquí, en esta ciudad. Fue para esta época que apareció la “Pandemía” o gripe española. Crucita Morao fué quien las catequizó para que se quedaran aquí. La Sra. Julia Malaver de Marcano, vendía la casa a Crucita Morao, que fue pagándola por partes. Cuando hicieron el Hospital de Margarita, las Hermanas se pasaron para allá. Yo trabajé en el Hospital hasta que se marcharon a Cumaná. Formaba parte de la Junta que formó Madre Candelaria para la administración del Hospital. Íbamos a pagar al comercio lo que se debía, y a comprar lo que se precisaba:
En su última enfermedad, supe que fue muy paciente y resignada. De aquí de Porlamar, fueron algunas personas a verla cuando ya estaba enferma en Cumaná. Yo no fui porque tenía la iglesia a mi cargo y porque la Madre Luisa Teresa estaba picada conmigo. Por esto yo, ya no tuve más contactos con ellas.
Madre Candelaria era muy buena, el Padre Calixto Gaspar, ex-agustino, decía que la Madre Candelaria era la única monja que conocía el verdadero espíritu de religiosa; sólo que ella era demasiado buena.
Daba catecismo en la iglesia, como también las otras Hermanas. Visitaba los ranchitos, los instruía en la Doctrina Católica. Todo el día se la pasaba rezando; ya su Oficio Parvo en Comunidad, ya el Trisagio, el Rosario, el Viacrucis, horas de adoración que tenían en la iglesia. Era muy devota de la Santísima Virgen de los Desamparados; le rezaba las Tres Ave María; aprendió y cantaba los cantos de la Virgen del Carmen que enseñaron los Carmelitas: Padre Elías Sendra y Fr. Ludovico.
Veneraba a los sacerdotes; nunca le oí hablar mal de ellos. Los veneraba desde niña, según decían las Hermanas viejas. En Porlamar, todo se le debe a los Padres Carmelitas ayudados por las Hermanitas de los Pobres. Cuando ellos llegaron, la Parroquia estaba minada de masones, apenas asistían a la misa, unas 8 personas. Los Carmelitas comenzaron a trabajar en la evangelización de esta población y con la ayuda de las Hermanas, han cambiado a esta gente.
Madre Candelaria trabajaba también de legitimar matrimonios y excitaba a los donantes a ser buenos cristianos.
Otras virtudes de Madre Candelaria, fue su amor a los pobres; practicó la caridad en todas sus formas: daba el Catecismo en las barriadas pobres, como El Brasil, El Poblado que eran los más míseros. Les dábamos el catecismo en un patio. Les llevamos agua para lavarlos, vestidos para cubrirlos, pues, venían en cuero; M. Candelaria les llevaba medallitas, estampas, dulcitos para dárselos como premio. Era entonces la Congregación muy pobre. Visitaba los pobrecitos en sus ranchos, los favorecía en todo.
Madre Candelaria era de carácter tranquilo, nunca la vi con cara brava. No peleaba con nadie; hablaba poco. Si la ofendían, no hacía caso de ello.
Tuvo que soportar muchas desavenencias por causa de una Hermana insubordinada, a quien aconsejaba el Padre Calixto Gaspar, la despidiera para que sirviera de escarmiento a las demás. Pero decía el mismo Padre: “Madre Candelaria es muy buena, pero no tiene carácter.”
Había en Porlamar un señor, Don Braulio Fermín que tenía una hija que quería ser de la Congregación de Madre Candelaria; pero. él no la dejaba; no le gustaba la Religión, ni quería que fuera a la iglesia; pero su hija siempre ayudaba a las Hermanitas en el Asilo de los Desamparados, a coser, atender a los pobres, a las recolectas, hacía rifas. Su padre peleaba con ella e injuriaba a toda la Congregación. Madre Candelaria no se inmutaba por esto. Seguía su camino sin molestarse por nada ni perder la calma. Poco después, enfermó con una hernia y lo llevaron al Hospital. Lo atendieron las Hermanitas y se curó. Se convenció de la excelente labor que hacían las Hermanas, y se conformó que su hija se hiciera religiosa; en religión se llamó, Hna. Isabel de la Trinidad. Después de curado, iban las Hermanas a su casa y él las favorecía, pues era de buena posición económica. Madre Candelaria sufrió mucho, pero todo lo llevaba con paciencia.
Sra. MARIA AMPARO DE GUERRA
Conoció a la SdD, cuando era una niña de 10 años en 1917. Madre Candelaria, entonces visitaba los hogares en plan de cristianización. Más tarde, ella me llamaba para que le acompañara; le daban pan, arepas, pescados y otros alimentos, dinero poco.
Trató con los enfermos, tenía capacidad para tranquilizarlos con amabilidad, curaba con mucho cariño a los leprosos. Trato con las niñas. Actitud cuando no tenía que comer. Madre Candelaria, pedía a los carpinteros pedazos de madera para hacerles las urnas a aquellos leprosos muertos que no tenían a nadie. La SdD era muy humilde.
Aporta datos de la labor de la SdD con los leprosos, visitas a los hogares para cristianizarlos.
Madre Candelaria solía recoger por las casas; me llamaba porque siempre la ayudaba en la recolección; le daban pan, arepas, pescados y otros alimentos; dinero poco.
Trataba a los enfermos con mucha dulzura, tenía una gran amabilidad para tranquilizarlos. Los curaba con cariño, especialmente si eran leprosos.
Su trato con las niñas era siempre igual, se preocupaba de que éstas guardaran y se conservaran puras. Había mucha pobreza y a veces no había que comer y ella jamás se entristeció, ni la vi acongojada por esto. Nos reuníamos con ella 8 niñas; nos aconsejaba y nos decía: “Hijas mías hoy no hay nada”. Ella nos hacía responder: “Que se cumpla la voluntad de Dios” y siempre sobraba pan.
Cuando se negaban los del pueblo para cargar los muertos hasta el Cementerio, Madre Candelaria iba a la Gobernación y pedía ayuda y le proporcionaban las urnas claveteadas, y siempre tenía dos o tres urnas: ella decía: “estas son nuestras propias casas”
Tenía por sistema que nadie se diera cuenta de lo que daba a los demás; nos decía: “Lo que la derecha daba, no lo supiera la izquierda”.
Era muy humilde, nunca la vi brava, ni decirle a nadie palabras hirientes. Tenía una devoción especial por las Tres Ave María.
Su hábito era sumamente pobre, remendado, rucio, pero limpio.
Mi esposo por orden médica no puede tomar licor, porque corre peligro, El me contó haber visto una religiosa que le aconsejaba no tomar nada de licor. Yo he creído ver esta religiosa, la Madre Candelaria. Un buen día pusieron a mi puerta una señora ciega, sorda e inválida; yo no sabía que hacer con ella; viéndome sola, me encomendé a la Madre Candelaria para que me solucionara el problema y consiguiera un cupo en alguna institución. Gestioné el asunto y a los pocos días encontré puesto para la señora en el Asilo de ancianos de Juangriego.
Sra. ANGELA SANCHEZ DE SALAZAR
Vecina de la parroquia de Porlamar, la SdD visitaba su casa con confianza; los Primeros Viernes se quedaba después de la misa. allí, para asistir más tarde a la Hora Santa.
Conoció a Madre Candelaria más o menos en el año 1926 en el Noviciado, luego la trató en el Hospital y cuando iba a su casa.
La SdD era desprendida, humilde, pobre y prudente; de carácter afable, nunca la vió disgustada, sabía reprender. Aconsejaba y procuraba que la gente conociera a Dios. Su caridad era grande, recogía a los pobres y los socorría. Oraba y tenía devoción a la Virgen y al Viacrucis. Andaba la Isla a pie recogiendo limosna para los pobres.
La Madre Candelaria reunía todas las virtudes. En todos sus actos se reflejaba. Tenía siempre el rosario en la mano, oraba de continuo. Cuando teníamos algún sufrimiento, nos decía: “Hijitas, ofrézcalo a Dios, Nuestro Señor sufrió mucho más”. Tenía gran devoción al Viacrucis, yo muchas veces la acompañé. Me aconsejaba la devoción a la Sma. Virgen y el rezo de las Tres Avemarías; y me decía que el que tiene devoción a la Sma. Virgen no moría en pecado mortal Me enseñó a rezar esta oración: “María, mi buena Madre, por tu Inmaculada Concepción, purifica nuestros cuerpos, santifica nuestras almas y presérvanos de todo pecado mortal”.
En un viaje que hice a Barcelona, pasé por Cumaná y fui a verla y ella me llevó cerquita del Sagrario y me hizo rezar una oración.
Madre Candelaria era de una gran caridad. Recogía a los pobres y los socorría. Andaba toda la Isla a pie recogiendo para los pobres y para la construcción del Hospital. Lo que tenía no era de ella; era para los demás, para sus pobres en particular.
Siempre que tengo alguna tribulación, le pido que interceda ante Dios siempre me ha sacado de apuro.
Era muy humilde, muy pobre, muy prudente, de carácter afable, apenas hablaba. Nunca la vi disgustada; cuando reprendía lo hacía más bien en son de consejo.
La Madre Casimira de la Consolación (difunta) me canto que le había dicho Madre Candelaria: “El Padre... debe ser un santo, cuando fue a darme la comunión, me dió al Niño Jesús”. La Madre Casimira comentó: “La santa debe ser la Madre Candelaria porque fue la que vió al Niño”. Muchas personas han tenido por santa a Madre Candelaria y se encomiendan a ella.
Sra. CONSUELO GONZALEZ DE GONZALEZ
Conoció a la SdD. en 1918 cuando vivían cerca de las hermanas eran muy pobres, y lucían hallacas para ayudarse; ella y otras jóvenes le ayudaban a venderlas entre algunas familias del pueblo.
Trabajo de la SdD con los enfermos, tanto del hospital como de los ranchitos pobres. Narra la serenidad y equilibrio de la SdD., ante un hecho grave sucedido en el hospital de Porlamar. Caridad y humildad fueron sus principales virtudes.
Interesante el dato sobre la pobreza en que vivían las hermanas. Fama de santidad de la SdD.
Su caridad era grande. Estaba en todo. Era algo así como el alma; daba vueltas a los enfermos, los asistía y curaba. Mi hermano se quemó con un cohete en cierta ocasión, ella venía todos los días del Hospital hasta que sanó. Las Hermanas la mandaban acostar; pero ella se iba por los salones de los enfermos a cuidarlos.
También iba a los ranchitos. Cuando las Hermanas estaban bravas, ella las tranquilizaba.
Me aconsejaba y me decía que nunca durmiera sola: “Nunca duermas sola, porque te sorprende la muerte, el demonio se puede aprovechar”.
Siendo Juez mi abuelo, ocurrió que en el Hospital se suicidó un hombre, en Porlamar. Las Hermanas se alborotaron mucho, pero Madre Candelaria las calmaba; en eso llegó mi abuelo. Ella dijo a las Hermanas: “Ya está aquí don Santiago, todo se arreglará”. Esto fue para ella muy serio, pero demostraba serenidad. Madre Magdalena decía disgustada: “Ese señor no ha podido matarse en otro sitio. Ha venido aquí para darnos ese disgusto”. Madre Candelaria le decía: “Cállese, cállese”, queriendo aplacarla.
La virtud característica era la humildad, se la reconocía en el porte externo. Jamás se quejaba. No deseaba que la tuvieran en cuenta; hablaba bajito.
Una vez presencié que ella pedía consejo a la Hna. Luisa Teresa Morao. Esta respondió: “Por Dios, Madre Candelaria, eso no”. Tanto era su humildad y el concepto elevado que tenía de la otra.
La primera impresión que se experimentaba al ver a Madre Candelaria era la de ser - a pesar de que era una mujer pequeña y delgada - una mujer superior, una santa. Así pensaban de ella los demás; sobre todo mi abuelo, Santiago Meneses.
Yo he conocido y tratado a muchos sacerdotes, a muchas religiosas; pero no he visto otra igual a Madre Candelaria.
Sr. JESUS RAMON NORIEGA GONZALEZ
Su declaración se basa en datos oídos a Mons. Sixto Sosa, cuando visitaba el viejo hospital de Porlamar, quien hacía referencias de las grandes virtudes gran piedad de Madre Candelaria.
Informes sobre la llegada de las Hermanas de los Pobres de Altagracia de Orituco a Margarita. Su extrema pobreza. Afirma que la vida ejemplar de la SdD y sus Hermanas, despertó en la Isla interés por la vida religiosa; contándose, entre ellas. A su propia hermana de sangre: Sor Noemí de San Miguel Noriega González. Datos sobre el origen del hospital de Porlamar. Todas las vicisitudes, angustias y zozobras las soportaba con inagotable paciencia.
Llegando a Porlamar se establecieron en una casa donada con anterioridad por el Pbro. Dr. Silvano Marcano Maraver. Como carecían de subsidios para su alimentación, la Madre Candelaria muy devotísima de San Antonio, colocó un cuadro del Santo Protector, en una ventana con una alcancía donde los fieles depositaban sus dádivas. A diario con cesta en mano colectaban en la ciudad.
La gran fe y confianza en Dios, sus fervorosas oraciones fueron sus prendas más hermosas, por ese hecho se despertó en esta ciudad algunas vocaciones teniendo la dicha de contar entre ellas a mi hermana de sangre, Sor Noemí de San Miguel. Madre Candelaria promovió una rifa con el propósito de construir un hospicio para sus pobres, con este fin se trasladó a todos los pueblos de la Isla. Como no fueron vendidos todos los billetes, el sorteo no se realizó. El dinero fue entregado al Gobernador quien tomó la iniciativa de Madre Candelaria e inició la construcción del Hospital Después de bendecido le fue entregado a Madre Candelaria y demás Hermanas.
Todas las vicisitudes, angustias, zozobras las soportaba con inagotable paciencia.
Por la santidad de Madre Candelaria se despertó en esta ciudad algunas vocaciones por la cual se fundó otras casas en Cumaná, Barcelona, Carúpano, Maturín. Y en Caracas, donde reside actualmente la Superiora. En otros sitios Madre Candelaria sembró la semilla de la caridad cristiana.
En mi condición de cristiano, después de ver las virtudes de Madre Candelaria, debió recibir la promesa de Cristo. Deseo y ojalá sea santa para pública veneración.
Srta. MERCEDES BERMUDEZ
Residenciada en el Valle del Espíritu Santo. Margarita. La acompañaba en sus recolecciones por los pueblos de la isla de Margarita. Conoció a la SdD desde que llegó a la Isla. La acompañó en algunas recolecciones, “recorríamos la Isla a pie recogiendo limosnas; llegábamos por la mañana, pasábamos el día en el pueblo, y al siguiente continuábamos a otro”. Aconsejaba a la gente, donde pedía la limosna.
En algunos pueblos como en Tacarigua, de la limosna que le daban, la SdD ayudaba a los más pobres y necesitados del lugar. En sus viajes oraba siempre; donde llegábamos asistíamos a misa. Rezaba el rosario durante el trayecto. Tenía mucho respeto hacia los sacerdotes. Pedía los debidos permisos para recolectar, al párroco y al jefe civil trataba a la gente con cariño, y las aconsejaba e instruía en la religión. Bondadosa con los niños. Nunca decía palabras duras
Oraba siempre, especialmente cuando iba de viaje de recolección. Donde llegábamos, asistíamos a la Misa y luego seguíamos recolectando. Rezaba también el “Rosario durante el trayecto.
Tenía mucho respeto hacia los sacerdotes; en el Norte nos encontramos con un sacerdote cuyo proceder no era correcto y yo le insinué lo dijera al P. Vásquez y la Madre Candelaria fue incapaz de manifestar nada. Se dedicaba a preparar niños para su primera comunión; dirigía los retiros preparatorios y cuando alguna vez se comportaba alguien mal, lo castigaba. Al llegar a un pueblo, se dirigía a la Casa Parroquial para saludar al sacerdote y pedirle su autorización para la recolección; si en el pueblo no había un sacerdote, se iba donde el jefe civil y éste le daba una tarjeta. En Tacarigua como no había sacerdote, se hospedó conmigo donde el Jefe Civil. Como en el cuarto donde iba a hospedarse habían tres urnas, por haber allí una carpintería, Madre Candelaria se impresionó mucho porque se acordó que en una casa donde había llegado habían matado a alguien; pero no demostró miedo.
En los días de retiro para la Primera Comunión, regía el horario siguiente: Por la mañana, la Misa y la meditación; se iban los niños para la casa de retiro; aquí tenían horas de silencio, de pláticas “y una hora de recreo. Imponía penitencia a los que se portaban mal. “
Recolectaba para los enfermos, le daban frutas, pan, huevos, etc. De lo que recolectaba daba a los más necesitados.
Trataba a la gente con cariño, y las aconsejaba y muchas veces las instruía en la religión. Ella era amable, caritativa y muy bondadosa con los niños. Nunca; oí de sus labios una palabra dura. Aconsejaba que no se sentaran y acercaran a la ventana; decía, no hagan eso porque podía pasar alguien y tirarIes “algo”. En una de las correrías a San Juan Bautista, me enfermé y el médico me ordenó que no podía seguir en la gira. Madre Candelaria me dijo: “El doctor se ha equivocado con usted, yo le aseguro que no le va a pasar nada”. Me quedé en San Juan y me mejoré.
Sra. SOCORRO SALINAS DE NAVARRO
Fue una admiradora de Madre Candelaria, desde que la conoció la considera una mujer de gran santidad; le tiene fe, afecto y devoción.
Conoce a la SdD en Porlamar pero. no. precisa el año, la última vez que la vio fué en 1939 en Cumaná. Cuenta que en Margarita. Madre Candelaria se distinguió en el servicio de las enfermas y pobres.
Narra tres hechos milagrosos atribuidos a Madre Candelaria:
1.- El casa del “Degrado” en Cumaná, cuando la epidemia de viruela, Madre Candelaria presintió que allí estaba pasando algo grave, y alguien necesitaba de auxilio. Este mismo hecho lo cuentan varios testigos.
2.- La testigo se encontraba en una grave situación económica, invoca a la SdD y su oración fué oída.
3.- En 1967 se encontraba mal a causa de un callo infectado en el pie derecho, la habían visto varios médicos y no sanaba. Invocó a Madre Candelaria y fue curada.
La deposición trata de su admiración a la SdD y los favores que ha recibida de ella.
He sabido por referencia que en una epidemia de lechina especie de viruela, los enfermos fueran aislados para evitar el contagio de los demás, en mi lugar apartado del Hospital y de la población. Sucedió que un día Madre Candelaria oyó como unas voces y dijo de súbito que corrieran al “Degredo”, pues había alguien que necesitaba de auxilio. Fueron hacia allá y afectivamente una muchacha se libró de que un sujeto abusara de ella; llegaron a tiempo para auxiliarla.
Después de muerta,” Madre Candelaria me concedió un favor, el hecho es el siguiente:
Estando mi esposo en Caracas y yo en La Asunción, me .presentaron una letra para pagar a los pocos días. Yo no tenía para pagarla y suponiendo los apuras de mi esposo, invoqué a Madre Candelaria, pidiéndole que ayudara a mi esposa para salir de aquel trance apurado, pensando al mismo tiempo: “si por lo menos le pegara a los terminales de la lotería”. En esto el esposo me llamó por teléfono diciéndome que había sacado en la Lotería 5.100, que era precisamente el monto de la Letra. Al año siguiente repitió la operación en la Lotería de Oriente y sacó otros 5.100. Mi .esposo me contó que él oyó como una voz que le decía al oído: “Recuerda que hoy cumple un año que sacaste la lotería”. Y esto fue lo que lo movió a probar fortuna en la lotería. Toda esto lo atribuyo a una gracia de la Madre Candelaria que quiso escuchar mi súplica y sacar a mi esposo de aquel apuro económico.
En enero de 1967 tenía un callo infectado en el pie derecho que había sido ya tratado por varios médicos. Invoqué á Madre Candelaria que me iluminara que podía hacer para curarme; se me puso en la cabeza echarme vaselina boricada y desde esa fecha no he sentido más ningún malestar.
Sra. CARMEN CALZADILLA DE FERNANDEZ
Sobrina (Hija de su hermana Carmela Paz Castillo de Calzadilla) de la Madre Candelaria. La conoció cuando aún era muy pequeña. Después la vió esporádicamente en los viajes, que la SdD realizó a Altagracia. Suministra datos de la vida de su tía, oídos a su mamá. Es hermana de Feliz Calzadilla, testigo No. 9.
Algunos datos de la vida de la SdD, antes de ser religiosa. Vocación de entrega a Dios y desprendimiento total. Actitud en su atención a los leprosos, tuberculosos y apestados de fiebre amarilla. Caridad, virtud que más practicó.
Los padres de Madre Candelaria fueron: Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez, de honda fe cristiana como lo he sabido por referencia. Su nombre civil era: Susana Paz Castillo Ramírez.
Contaba mamá que cuando ella era pequeña y le daban alguna moneda, locha, etc. no la gastaba; y como se daba cuenta de esto, se pusieron a observada a ver qué hacía con ella. Pudieron darse cuenta que se la daba a una viejecita. También he oído decir que siendo ella como de 6 o 7 años, la mamá la obligó a buscar algo en el cuarto-dormitorio, fue cuando ella vió un perro que quería devorada; se supone que era el demonio.
Madre Candelaria era de regular estatura, color trigueño, sus ojos negros y penetrantes, de pobladas cejas. Cuando fue religiosa, sus manos las mantenía debajo al escapulario. Siempre se mantenía recogida, aun cuando estaba en su casa, como he sabido por referencia.
Siendo joven se ocupaba en los oficios domésticos, ayudándole a su mamá. Nunca asistió a fiestas ni sentía placer por las diversiones. Siempre estaba en casa ocupada o en la iglesia rezando o haciendo la limpieza y aseo del templo. Se ocupaba del lavado y planchado de los manteles y paños. También atendía al Párroco Dr. Alberto González y lo cuidaba cuando se enfermaba; todo esto lo sé por referencias.
Cuidaba de la lámpara del Sagrario y de todas las demás cosas del altar. Aprendió a coser de hombre y de mujer y sostenía la casa con su producto; a los pobres ella no cobraba nada. Desde joven se dio también a cuidar de los pobres y los curaba cuando enfermaban, y a los más necesitados les procuraba alimentos; también esto lo he sabido por referencia.
Cuando la epidemia de la Pandemia, ella se enfermó tanto que hubo que trasladada a Caracas donde se le hizo una operación en un pecho, en el Hospital Vargas, cuando sucedía esto era yo muy pequeña; pero le he oído decir.
La vocación de su entrega a Dios la manifestó desde pequeña. Su vivencia espiritual la realizó estando en su casa aún; ya religiosa esta entrega se fue acentuando hasta llegar a un gran desprendimiento de todo lo material y hasta de los suyos. Vivía la presencia de Dios. Siempre calladita, como en oración; lo pude observar cuando siendo ya casada, ella visitó mi casa en San Juan de los Morros. Recomendaba se rezara las “Tres Avemarías” y el “Rosario”. Aconsejaba no se preocuparan tanto de las cosas materiales.
La virtud que ella más practicó fue la caridad, ya desde seglar. Atendía a los más desgraciados y necesitados preferentemente sin escrúpulos de contagiarse; así, asistía a los leprosos, a los que padecían la Fiebre Amarilla, a los tuberculosos; esto lo decía mi mamá.
Tenía el don de hablar y de aconsejar, tenía algo, así como un poder mágico; su voz era dulce y tono suave y agradable. También tenía el don de hacerse respetar y de que se le sometieran y de que se le oyera su voz. Era sencilla, humilde. Todo lo daba hasta su propio hábito; su desprendimiento fue total. Oí decir a Madre Lourdes que las Hermanas cuando veían su hábito muy viejo y remendado, le daban uno nuevo; pero Madre Candelaria al llegar a una de las casas, se lo daba a quien lo necesitara.
Mamá contaba que en cierta ocasión tendió una cama con sábanas y fundas nuevas y se marchó para la iglesia; a su regreso, no encontró cama ni nada, todo había desaparecido. Supo después por sus primas, Maria Jesús e Inocencia Pulido que Susana le .había sacado para dársela que la necesitaba. Muchas veces la vimos por el pueblo con una cesta al brazo, pidiendo para sus pobres, ya siendo religiosa.
Aún en vida la M, Candelaria favoreció las necesidades del Hospital recurriendo al Señor con fe y confianza. Contaban las Hermanas el caso del venado que entró por la empalizada del Hospital en el momento mismo en que M. Candelaria suplicaba al Señor remediara las necesidades de ese día, pues no tenían comida para darle a los enfermos y asilados.
También otro día carecían de pan y ella confiando en el Señor decía: “Dios proveerá”. Efectivamente llegó una carga de pan.
“Tengo a Dios y esto me basta”
Beata Candelaria de San José
La Isla de Margarita le debe mucho a la Beata Candelaria de San José, donde decenas de testimonios confirman su grandeza espiritual. El Dr. Agustín Rafael Hernández, que era médico del hospital de Porlamar solía decir: No se acaba la Isla porque hay en ella tres Santos: La Madre Candelaria, Monseñor Sixto Sosa y Monseñor Vásquez (Vicario del Valle del Espíritu Santo), donde la Virgen del Valle, (Patrona de Oriente y de la Armada Venezolana), en su hoy Basílica Menor constantemente fue visitada por la Beata Candelaria de San José; así como igualmente visitaba al Cristo del Buen Viaje en su recorrido por Pampatar. También decía; el Dr. Agustín Rafael Hernández, quien la trató por mucho tiempo, pues era médico cirujano del hospital de Porlamar por ella fundado, “Si, la Madre Candelaria de San José era una Santa”.
Desde 1926 fue superiora de las Hermanas Carmelitas, la Congregación que había fundado. También a la vez, Maestras de Novicias, durante más de tres años. Después estaría al frente de los Hospitales que ella había fundado. Inmensa fue su actividad, aún enferma; hasta que en 1939, la artritis que había venido sufriendo, se hizo más aguda. Ya no pudo abandonar el lecho, victima de atroces dolores. En la madrugada del 31 de Enero de 1940 expiró. Incumpliendo su anhelo de que se le hiciera el mas humilde de todos los entierros y en la urna de los pobres; fueron de gran pompa sus funerales, con asistencia de todo el clero, gobierno y pueblo de Cumaná. Fué sepultada en el cementerio de esa Ciudad, en el Panteón perteneciente al Vicario General Monseñor Pibernat.
Catorce años después se exhumaron los restos en presencia de la Reverenda Hermana Concepción (Clara María Ramírez); quien relata haberse sorprendido al verlos teñidos de rosado, su cuerpo conservaba su forma. Los huecesillos de sus pies estaban en su sitio, dentro de las medias de algodón, color marrón, que lucían como nuevas. Parte del hábito y de la capa se conservaban intactos. Negro su cabello como lo tuvo siempre.
La misma Hermana Concepción acompañaría sus restos en su viaje a Caracas, donde fueron colocados en una pequeña urna e inhumada, el 12 de Febrero de 1.955, en la Capilla de la Congregación de las Reverendas Hermanas Carmelitas en la Urbanización de la Campiña, lugar muy visitado por los devotos que han conocido todos los favores que tanto en vida como después de muerta ha prodigado La Beata Candelaria de San Jopeé. A su lado la imágen de la Virgen de la Candelaria que guardaba con gran celo en Altagracia de Orituco.
La vida de la Beata Candelaria de San José esta llena de muchos nobles episodios, y sería muy extenso relatar sus servicios al prójimo, sus bondades, sus sufrimientos y penalidades, así como sus satisfacciones por un deber divino trazado en el cumplimiento estricto de sus funciones sin descanso durante toda su vida. La Isla de Margarita debería estar orgullosa de ella. No podemos dudar que la fé del pueblo Venezolano esta delante de una verdadera Santa. La opinión de Santidad de que gozara en vida La Beata Candelaria de San José, vinculó a su persona gracias y favores del cielo. Parece evidente que Dios la favoreció con carisma y dones sobrenaturales “para la común utilidad”.
Entre estos carismas sobresale en ella el “Don de Curaciones”, que es la facultad de curar enfermedades de un modo que sobrepasa las fuentes naturales. Coincide este carisma con la especial misión a la cual ella había sido llamada por Dios a curar espiritual y corporalmente a los enfermos. Son numerosos los casos de curaciones que se relatan en el transcurso de su vida, así como los Favores y gracias que, después de su muerte, personas fidedignas consideran haber obtenido de Dios por intercesión de su Sierva. Entre los diversos procesos sobre la vida y virtudes de la Beata Candelaria 56 testigos presentaron sus testimonios, casi todo ellos de vista, con sus declaraciones y con la copiosa documentación aportada, creemos que resulta un examen probatorio de la vida y virtudes de la Beata Candelaria más que suficiente.
Para la beatificación, se requirió de la existencia de un Milagro procesalmente aprobado, este Milagro se produjo y fue comprobado por la Santa Madre Iglesia.
“PIERDASE TODO PARA MI, COMO NO PIERDA A DIOS MI SEÑOR”.
BEATA CANDELARIA DE SAN JOSÉ.
Hemos recopilado algunas informaciones testimoniales de varias personas que a través de sus familiares conocieron en vida a la Beata Candelaria de San José, entre ellas:
Sor. MARIA ROSA DEL VALLE (Fuentes Gómez)
Conoció a Madre Candelaria por los años 1918-1920. Después la trató más directamente en el Hospital de Porlamar y en la catequesis de la Parroquia.
Desprendimiento y amor a los pobres, caridad práctica visitando a los necesitados. Narra el episodio de uno de sus viajes, cuando se le enfermó su compañera y la atendió en medio del campo hasta que mejoró. Cómo era la SdD 2 y fama de santidad.
2 SdD: Sierva de Dios
Madre Candelaria rezaba con unción, recogimiento. Yo la veía porque iba todos lo días a oír misa en la Parroquia. Oí decir, Estando en España, que ella veía al Niño Jesús cuando Monseñor Sosa elevaba la Hostia.
Todo lo daba al que tuviera necesidad, a los pobres. Socorrer a los enfermos era su debilidad. Su caridad la manifestaba yendo a domicilio a ejercerla. Hacía a pie los viajes por toda la Isla en recolección para sus pobres. En una ocasión se enfermó su compañera; le hizo una cama en el campo con su delantal, hasta que la hermana mejoró y pudo reemprender su viaje a la mañana siguiente.
Creía ella - en su humildad - que la dificultad de que no prosperara su Congregación, era ella. Por eso quiso ingresar o anexionarse a otra Congregación, según le oí decir a la Madre Regina Ocallagana, Superiora que fue de este Colegio de Porlamar. Era el prototipo de la humildad, dulce, apacible, carácter suave.
Era muy prudente, vencía las dificultades; no se quejaba de nada. AquÍ en Porlamar tenía la ayuda del Padre Elías Sendra. O. Carm.
Estuve en España desde el año de 1927 al 37 y allá cuando nos juntábamos las amigas con el Padre Agustín Costa, hablábamos de Madre Candelaria.
El Dr. Agustín Rafael Hernández que era médico del Hospital de Porlamar, solía decir: “No se acaba la Isla porque hay en ella tres santos: Madre Candelaria, Sixto Sosa y Monseñor Vásquez” (Vicario del Valle del Espíritu Santo). Ella trató mucho, pues era médico cirujano del Hospital y allí estaba Madre Candelaria. Sí, Madre Candelaria era una santa.
Sra. MARIA LUISA RIVAS
Conoció a la SdD en el hospital de Porlamar, donde estuvo tres años interna por motivos de salud. No precisa en que años, por los hechos narrados se deduce sea entre 1931-1935. Tiene confianza con la SdD, narra conversaciones con ella, es como una hija espiritual. La SdD se interesa por su formación.
Contenido de la declaración. Narra conversaciones con la SdD y los consejos que ella le daba en diferentes situaciones. Cuenta actitudes que observó en la SdD, por ejemplo, cuando daba su propia cama a cualquier enfermo nuevo que llegaba, porque no permitía que se rehusara la entrada por causa de la pobreza y dificultades económicas; confiaba plenamente en la Providencia. A pesar de ser superiora general se sentía dichosa de poder asistir a los enfermos, y no sólo curaba sus cuerpos, sino que los animaba en sus dolencias y los ayudaba a bien morir. Se arrodillaba frente a sus camas y les hablaba de Dios.
Lo más impresionante de ella era su humildad y su entrega al servicio de los demás, siempre como en oración y muy recogida, su presencia infundía recogimiento.
Sé por referencia que la Madre Candelaria era oriunda de Altagracia de Orituco, de noble familia, Paz Castillo, descendiente de los héroes de la Independencia; eran también gente honrada y muy piadosa. Su nombre civil era: Susana Paz Castillo.
Recuerdo que una Hermana me comunicó que siendo niña de unos cinco años, yendo con otra niña mayor, se perdieron en el campo. Se encontraron con una señora que le dijo a la joven mayor:
“Cuide mucho a esta niña, que esta niña le ensañará a rezar el Santo Rosario”, como sucedió en verdad. La opinión que se extendió fue, que aquella Señora, era Santísima Virgen. Lo refiero domo un hecho de su infancia.
Tenía gran devoción a la Santísima Trinidad y casi a diario rezaba el Trisagio, que se lo sabía de memoria. Dos veces por semana la acompañaba del Hospital a la Iglesia para la misa y en el camino rezaba el Trisagio. Su devoción al Santísimo Sacramento era muy grande, de forma que aprendí de ella y por ella a visitado con frecuencia, siendo mis visitas largas más o menos, según me lo permitían mis ocupaciones. Me decía: “Piérdase, María Luisa y que cuando la busquen, la hallen delante del Santísimo”. Una noche no podía dormí y me fui a la Capilla. Era la medía noche y encontré a Madre Candelaria practicando la Hora Santa con otra Hermana.
Oí referir a las Hermanas que un día que M. Candelaria recolectaba en Aragua de Barcelona y yendo con mucha hambre de Eucaristía a la Iglesia, entró cuando el sacerdote estaba distribuyendo la comunión. Se obró un prodigio admirable ya que la sagrada Hostia desapareció de los dedos del sacerdote y voló a la boca de Madre Candelaria que estaba arrodillada en la puerta de la Iglesia. El mismo Párroco lo refirió a Mons. Sosa- Ella rehuía hablar sobre este hecho.
Practicaba el Vía crucis casi a diario y me recomendaba esta práctica, diciéndome que cuando tuviera tiempo, recorriera las estaciones meditando en la Pasión.
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Era muy devota de la Sma. Virgen. Antes de empezar cualquier acto, rezaba el Ave María. Recuerdo que una vez tuve que sacarle una nigua de un pie y me invitó a rezar tres Avemarías para que nada dijera. Una niñita se mostró en una oportunidad fastidiada porque Madre Candelaria la hacía rezar el “Ave María”, ella dijo: “La Reverenda siempre conmigo está con el “Ave María “. Ella le contestó con gracia: “Sí, es mejor decir: “Ave María”, que decir: “Caramba” y otras palabras que dicen algunos”.
Al atardecer rezaba 7 Avemarías a la Virgen de los Dolores, devoción que había aprendido de su madre, según me dijo. A cada Avemaría, acompañaba una intención. Estas 7 avemarías las rezaba en memoria de las siete palabras de Jesús en la Cruz y por los 7 Dolores de la Virgen, su Madre. Me convidaba a rezarlas en la tarde, caminando alrededor del Hospital.
Era muy devota de las Almas del Purgatorio a quienes les agradecía los muchos favores que le concedían.
Se entristecía si había una Hermana que flaqueaba en su vocación y rezaba por ella y me invitaba a rezar por esta intención. La Capilla era pobre, pero aseada y limpia, y guardaba aparte los útiles para el lavado de los purificadores y objetos del culto.
Daba Catecismo a las niñas pobres y las preparaba para la Primera Comunión, aunque la encargada era la Hna. Anastasia. Yo le ayudaba en esta tarea y una vez que trataba de explicar el misterio de la Sma. Trinidad, Madre Candelaria me dijo: “María Luisa, cuando llegue a este misterio, nada diga, porque este es un misterio muy elevado”; y entonces ella misma se puso hablar con las muchachitas.
Confiaba plenamente en la Providencia de Dios de forma que no permitía que rehusaran la entrada al Hospital de nuevos enfermos por causa de la pobreza o de las dificultades económicas. A los pocos días de llegar yo al Hospital, el médico Director, dio orden de reducir el número de enfermos por falta de recursos. M. Candelaria me llamó y me dijo que me comportara no como una enferma, sino como empleada. De esta forma pude estar tres años y medio, hasta mi total recuperación. Una vez observé que negaron la entrada a un pobre enfermo por no tener cama disponible. La Madre Candelaria se dio cuenta, y dijo que todavía quedaba su cama y que se podía disponer de ella.
Animaba a los demás a tener confianza en Dios, particularmente a los enfermos a quienes llevaba a Dios. Una vez dijo a Madre Trina: “Madre, precisamente se ve más el malestar porque hay pocos enfermos”.
En una oportunidad la encontré cantandito en el corredor. Le dije: “Está muy contenta, Rvda. Madre?” Ella contestó: “No, al contrario, estoy sufriendo una gran pena, pero cuando sufro, canto. Hágalo así Ud. también”.
Había en el Hospital una enferma muy reacia a la religión y no quería confesarse. M. Candelaria me recomendó la visitara y tratara de hablarle alguna palabra buena. Continuó ella visitándola hasta obtener su conversión y recibiera los Sacramentos.
Me mostraba triste cierto día y ella me dijo: “María Luisa, yo he visto a Ntro. Señor manando sangre por sus cinco llagas y diciéndome: “Candelaria; sufre conmigo por los pecadores, que se pierden las almas y caen en el infierno” animándome para que ofreciera mis sufrimientos por los pecadores. Me decía que ella sufría mucho, pero que a nadie dijera nada.
Su amor a Dios la llevaba a evitar los más leves defectos Tenía la mente siempre puesta en Dios, pues se la veía recogida caminando con los ojos y las manos bajo el escapulario. Aprovechaba el tiempo mientras se desplazaba del Hospital al Templo, cuando iba a oír misa. Oía la santa misa con fervor y pasaba largos ratos ante el Santísimo. A mi me permitió la misa diaria, las demás empleadas iban algunas veces a la semana.
Su caridad para con el prójimo fue extraordinaria, y aun siendo Superiora Gral., se sentía dichosa de poder cuidar personalmente a los enfermos del Hospital de Porlamar, construido gracias a sus desvelos y de las otras Hermanas. Rogaba y trabajaba sin descanso por el bien espiritual y la conversión de los pecadores, particularmente de sus enfermos, de quienes se sentía madre. Los visitaba con frecuencia, y no sólo curaba sus cuerpos, sino que los animaba en sus dolencias y los ayudaba a bien morir. Se arrodillaba frente a sus camas, y les hablaba de Dios y de las cosas del alma y no había enfermo que se resistiese, de forma que cuando el sacerdote era llamado para asistir al enfermo, ya ningún trabajo tenía que hacer, sino administrarle los sacramentos, para los cuales estaba ya preparado.
El Dr. Luciani, reclamaba a Madre Candelaria a su lado cuando tenía que intervenir a algún enfermo, pues, afirmaba, que con ella a su lado, “todo salía bien”, y que las demás, no le servían para nada.
Cuando murió el Gral. Gómez y estando yo ayudando a Madre Candelaria hervir las sábanas de los enfermos en el patio, me dijo: “Me vas ayudar a rezar por el alma del Gral. Gómez, pues él no era tan malo como dicen. Tenía también sus cosas buenas; pero la gente sólo saca ahora a relucir sus cosas malas”. Cuando otras personas estaban hablando mal de los demás, y en esto veían acercarse a la M. Candelaria, decían: “Miren que ahí viene la Reverenda Madre”, y se callaban o mudaban de conversación.
En cierta oportunidad sentía hambre y M. Candelaria sin haberle manifestado la necesidad, me llevó a un cuarto y me dijo: “Reza un Ave ahí tienes este bocadillo para comer”. A los enfermos, ella les daba las inyecciones los curaba, les lavaba las vendas les vaciaba los vasos de cama sucios, lo que hacía disimuladamente, para no ser vista.
La última vez que vi a M. Candelaria fue en el Hospital; ya no estaba yo allí como enferma; M. Candelaria regresaba de uno de sus viajes, de visita a las Casas de la Congregación- Me lamentaba de que ya no tendría con quien consultar mis asuntos. Ella me contestó: “Tiene un Ángel muy bueno, pídale el don de Consejo- Tiene además al P. Agustín; él la defenderá. Nunca he tratado al P. Agustín, le repliqué, por qué Ud- no se lo dice a él? - Ella contestó: “Dígaselo Ud. misma; dígale que se lo pide la más pequeña de sus hijas”. Dicho sacerdote era Párroco de La Asunción, pero aun no había tenido trato con él. Más tarde solicitó mis servicios.
Muchas veces sentía deseos de conversar con ella; pero ella rehuía el encontrarse conmigo; otras veces era yo la que evitaba el encontrarme con él y entonces, me llamaba me decía: “María Luisa, yo quiero que Ud. sea humilde”.
Se la veía siempre ocupada en los quehaceres del Hospital o rezando en la Capilla o cuidando de los objetos del culto. Procuraba que las empleadas cumplieran con sus obligaciones. Recuerdo un caso: El repartir la comida a los enfermos, resultaba una cruz muy enojosa y que todas rehusaban. En cierta ocasión, me escondí para no cumplir con este deber. M. Candelaria informada de mi rebeldía, me dijo: “Ay, María Luisa, cómo no me quieres acompañar al Cielo” - ¿Por qué dice eso, Rvda. Madre? - “Porque tú no quieres sufrir conmigo, ya que para ganar el Cielo hay que sufrir”, respondió ella.
Un día llegó al Hospital de Porlamar un enfermo de carácter muy difícil; no llegó por necesidad, sino porque nadie lo quería curar por su carácter agrio y desagradecido. Tenía los pies podridos, el médico lo había desahuciado. M. Candelaria le tenía mucha paciencia y le introdujo un objeto largo envuelto en algodón en una herida muy profunda, y con mucho cuidado le fue sacando unos gusanos grandes. Este enfermo además de impaciente, era muy mal hablado. En una ocasión en que la Madre Candelaria le sirvió su propia comida con alguna fruta, el enfermo la despreció y rechazó, y empezó a hablar groserías contra la Madre. Ella no hizo más que callar y soportó los improperios; viendo que nada conseguía con él, se retiró a su habitación. Yo que todo lo había oído, sin poderme contener, le dije al enfermo unas cuantas palabras, echándole en cara su desagradecimiento hacia la Madre. Cuando ella se dio cuenta que reprendía al enfermo, me llamó y me dijo: “¿Por qué le reprendes? Déjelo tranquilo. No ve que esos son mis hijos y hay que soportados?” Siguió curándolo largo tiempo con paciencia hasta que pudo caminar y se fue del Hospital.
Madre Magdalena en una ocasión me prometió mandarme unos vestidos de Trinidad. Madre Candelaria se iba para Cumaná y me dijo: “Te mandaré un vestido blanco”. Me envió una cartica en la que me recomendaba el buen comportamiento y en particular, que respetara mucho a la Madre Isabel. A su regreso le reclamé el vestido. Su respuesta fue: “No descansaré hasta verte vestida de blanco”. Al momento no comprendí, pero después me di cuenta que se trataba del vestido de la gracia.
Otra vez no podía conciliar el sueño. Ella se acercó a mi cama y me dijo que debía levantarme y ponerme en brazos de cruz, y como le dije por qué me decía aquello, ella me tranquilizó diciéndome que si ahora no entendía el por qué se las decía, algún día las entendería y que entonces hiciera lo que ahora le indicaba. Más adelante comprendí que se refería a las tentaciones impuras.
Madre Candelaria nunca quería que le hablase de su linaje. Por referencia sé que, un día le sugirieron, hiciera valer sus títulos y apellidos para obtener del Gobierno una ayuda para el Hospital. Ella no aceptó aquello y dijo que no le hablaran de abolengo y nobleza, y se retiró a la Capilla.
Aun cuando era ella la Superiora Gral., para los asuntos de la casa, consultaba a la Superiora local.
Lo más que impresionaba de ella, era su profunda humildad. Se empleaba en los oficios más humildes en servicio de los demás; el vaciar los vasos de cama de los enfermos, nunca lo ordenaba a los demás, sino que lo hacía ella misma, con el mayor disimulo para no ser vista. Muchas veces me decía: “Mire de ocupar siempre el último lugar”. Cuando sufría, me recordaba la mata de abrojos, la cual, aunque es pisoteada por todos, ella se mantiene fresca y Dios le da hermosas flores.
En una visita que hice con ella al Colegio de la Consolación, al verla una Hermana, exclamó: “Gracias a Dios que tenemos aquí a una santa”. Ella le reprochó esto; pero como las otras insistieron en lo mismo, entonces ella, bajando la vista, trató de cambiar de conversación.
Cierto día me negué ir a misa porque estaba molesta, era un primer viernes de mes; al enterarse la Madre, me llamó y me interrogó sobre la causa por qué no había ido a misa y a comulgar. Me excusé como pude. Me dijo que al día siguiente tenía que hacerlo. Le contesté que tendría que confesarme primero. Insistió diciéndome: “Pues, ve a confesarte esta tarde” Es que no tengo tiempo de hacer el examen, me excusé. A lo que contestó la Madre: “El examen te lo voy hacer yo misma ahorita.” Y después de rezar, me empezó hacer el examen, descubriéndome pecados que había cometido y que ni siquiera había reparado en ellos o los había olvidado. En otra oportunidad me dijo - aunque no recuerdo bien, lo largo que ella me habló ni pude entender entonces a qué se refería. Más O menos me dijo así: “María Luisa siempre has de estar rezando, pendiente de la oración... por que te voy a decir, que los demonios se paran en los techos en donde hay algún sacerdote, y si es religioso, más.
Extrañada por lo que no entendía, le dije un poco duro: “Rvda. Madre, por qué me dice estas cosas a mí no a otra?” Ella, mirando hacia arriba: abriendo los brazos, dijo: “Por que Dios me ha llenado de su Sabiduría.” Años más tarde, el Padre Agustín necesitó de mis servicios y tuve muchos años atendiendo a sus necesidades.
Ya en vida, la Madre Candelaria era tenida por “santa” por su gran caridad con los enfermos y por su gran humildad. Se la veía siempre recogida en Dios y su sola presencia infundía recogimiento. Todos sentían por ella, gran veneración y se la tenía por persona que recibía luces y gracias especiales de Dios.
Favores: Recuerdo que estando Madre Candelaria en Porlamar a una niña huérfana que tenían en el Noviciado, se le clavó una espina de pescado- Madre Candelaria llegó del Hospital, rezó la Tres Avemarías y he hizo la cruz con su escapulario, y la chica arrojó la espina. Después de muerta ella, y estando con el P. Agustín, sentía fuertes dolores de cabeza y sin apetito. Los doctores decían que era manía nadie creía en mi enfermedad, ni el P. Agustín. “Invoqué a la Madre Candelaria y un buen día se presentó un amigo del Padre y al preguntarme cómo estaba, le dije que muy mal; pero que nadie me creía. El cuidó de buscarme un médico que me encontró el mal; tenía muy baja tensión arterial, en 6; me proporcionó el remedio y en pocos días ya estaba restablecida.
Srta. LUCIA MARIA GUERRA HERNANDEZ
Conoció a Madre Candelaria en 1916, cuando fué a recolectar a Río Caribe, de donde es nativa. Acompañó algunas veces a la SdD en su recolección.
Actitud de la Madre Candelaria en su recolección y trato con la gente, a quien pedía la limosna. Origen del “Asilo de los Desamparados” en Porlamar. Apostolado de la SdD en los barrios más míseros de Margarita, especialmente los barrios “El Brasil” y el “Poblado”. Opiniones sobre el espíritu religioso de la SdD. Daba catecismo en la Iglesia y en los ranchítos.
Madre Candelaria de San José, nació en Altagracia de Orituco, de padres honrados y piadosos, según he sabido por referencias. En el siglo su nombre era: Susana Paz Castillo.
Era uno de los recorridos que hizo Madre Candelaria desde Altagracia de Orituco hasta Ciudad Bolívar y el Oriente de Venezuela, llegando hasta Porlamar en recolección para los pobres de Altagracia de Orituco, pasó gran tiempo en Porlamar. Aquí las Hermanas de los Pobres de la Congregación de Madre Candelaria, fundaron en Porlamar, el Asilo de los Desamparados. Cuando yo’ vine, en 1919, yo las encontré aquí, en esta ciudad. Fue para esta época que apareció la “Pandemía” o gripe española. Crucita Morao fué quien las catequizó para que se quedaran aquí. La Sra. Julia Malaver de Marcano, vendía la casa a Crucita Morao, que fue pagándola por partes. Cuando hicieron el Hospital de Margarita, las Hermanas se pasaron para allá. Yo trabajé en el Hospital hasta que se marcharon a Cumaná. Formaba parte de la Junta que formó Madre Candelaria para la administración del Hospital. Íbamos a pagar al comercio lo que se debía, y a comprar lo que se precisaba:
En su última enfermedad, supe que fue muy paciente y resignada. De aquí de Porlamar, fueron algunas personas a verla cuando ya estaba enferma en Cumaná. Yo no fui porque tenía la iglesia a mi cargo y porque la Madre Luisa Teresa estaba picada conmigo. Por esto yo, ya no tuve más contactos con ellas.
Madre Candelaria era muy buena, el Padre Calixto Gaspar, ex-agustino, decía que la Madre Candelaria era la única monja que conocía el verdadero espíritu de religiosa; sólo que ella era demasiado buena.
Daba catecismo en la iglesia, como también las otras Hermanas. Visitaba los ranchitos, los instruía en la Doctrina Católica. Todo el día se la pasaba rezando; ya su Oficio Parvo en Comunidad, ya el Trisagio, el Rosario, el Viacrucis, horas de adoración que tenían en la iglesia. Era muy devota de la Santísima Virgen de los Desamparados; le rezaba las Tres Ave María; aprendió y cantaba los cantos de la Virgen del Carmen que enseñaron los Carmelitas: Padre Elías Sendra y Fr. Ludovico.
Veneraba a los sacerdotes; nunca le oí hablar mal de ellos. Los veneraba desde niña, según decían las Hermanas viejas. En Porlamar, todo se le debe a los Padres Carmelitas ayudados por las Hermanitas de los Pobres. Cuando ellos llegaron, la Parroquia estaba minada de masones, apenas asistían a la misa, unas 8 personas. Los Carmelitas comenzaron a trabajar en la evangelización de esta población y con la ayuda de las Hermanas, han cambiado a esta gente.
Madre Candelaria trabajaba también de legitimar matrimonios y excitaba a los donantes a ser buenos cristianos.
Otras virtudes de Madre Candelaria, fue su amor a los pobres; practicó la caridad en todas sus formas: daba el Catecismo en las barriadas pobres, como El Brasil, El Poblado que eran los más míseros. Les dábamos el catecismo en un patio. Les llevamos agua para lavarlos, vestidos para cubrirlos, pues, venían en cuero; M. Candelaria les llevaba medallitas, estampas, dulcitos para dárselos como premio. Era entonces la Congregación muy pobre. Visitaba los pobrecitos en sus ranchos, los favorecía en todo.
Madre Candelaria era de carácter tranquilo, nunca la vi con cara brava. No peleaba con nadie; hablaba poco. Si la ofendían, no hacía caso de ello.
Tuvo que soportar muchas desavenencias por causa de una Hermana insubordinada, a quien aconsejaba el Padre Calixto Gaspar, la despidiera para que sirviera de escarmiento a las demás. Pero decía el mismo Padre: “Madre Candelaria es muy buena, pero no tiene carácter.”
Había en Porlamar un señor, Don Braulio Fermín que tenía una hija que quería ser de la Congregación de Madre Candelaria; pero. él no la dejaba; no le gustaba la Religión, ni quería que fuera a la iglesia; pero su hija siempre ayudaba a las Hermanitas en el Asilo de los Desamparados, a coser, atender a los pobres, a las recolectas, hacía rifas. Su padre peleaba con ella e injuriaba a toda la Congregación. Madre Candelaria no se inmutaba por esto. Seguía su camino sin molestarse por nada ni perder la calma. Poco después, enfermó con una hernia y lo llevaron al Hospital. Lo atendieron las Hermanitas y se curó. Se convenció de la excelente labor que hacían las Hermanas, y se conformó que su hija se hiciera religiosa; en religión se llamó, Hna. Isabel de la Trinidad. Después de curado, iban las Hermanas a su casa y él las favorecía, pues era de buena posición económica. Madre Candelaria sufrió mucho, pero todo lo llevaba con paciencia.
Sra. MARIA AMPARO DE GUERRA
Conoció a la SdD, cuando era una niña de 10 años en 1917. Madre Candelaria, entonces visitaba los hogares en plan de cristianización. Más tarde, ella me llamaba para que le acompañara; le daban pan, arepas, pescados y otros alimentos, dinero poco.
Trató con los enfermos, tenía capacidad para tranquilizarlos con amabilidad, curaba con mucho cariño a los leprosos. Trato con las niñas. Actitud cuando no tenía que comer. Madre Candelaria, pedía a los carpinteros pedazos de madera para hacerles las urnas a aquellos leprosos muertos que no tenían a nadie. La SdD era muy humilde.
Aporta datos de la labor de la SdD con los leprosos, visitas a los hogares para cristianizarlos.
Madre Candelaria solía recoger por las casas; me llamaba porque siempre la ayudaba en la recolección; le daban pan, arepas, pescados y otros alimentos; dinero poco.
Trataba a los enfermos con mucha dulzura, tenía una gran amabilidad para tranquilizarlos. Los curaba con cariño, especialmente si eran leprosos.
Su trato con las niñas era siempre igual, se preocupaba de que éstas guardaran y se conservaran puras. Había mucha pobreza y a veces no había que comer y ella jamás se entristeció, ni la vi acongojada por esto. Nos reuníamos con ella 8 niñas; nos aconsejaba y nos decía: “Hijas mías hoy no hay nada”. Ella nos hacía responder: “Que se cumpla la voluntad de Dios” y siempre sobraba pan.
Cuando se negaban los del pueblo para cargar los muertos hasta el Cementerio, Madre Candelaria iba a la Gobernación y pedía ayuda y le proporcionaban las urnas claveteadas, y siempre tenía dos o tres urnas: ella decía: “estas son nuestras propias casas”
Tenía por sistema que nadie se diera cuenta de lo que daba a los demás; nos decía: “Lo que la derecha daba, no lo supiera la izquierda”.
Era muy humilde, nunca la vi brava, ni decirle a nadie palabras hirientes. Tenía una devoción especial por las Tres Ave María.
Su hábito era sumamente pobre, remendado, rucio, pero limpio.
Mi esposo por orden médica no puede tomar licor, porque corre peligro, El me contó haber visto una religiosa que le aconsejaba no tomar nada de licor. Yo he creído ver esta religiosa, la Madre Candelaria. Un buen día pusieron a mi puerta una señora ciega, sorda e inválida; yo no sabía que hacer con ella; viéndome sola, me encomendé a la Madre Candelaria para que me solucionara el problema y consiguiera un cupo en alguna institución. Gestioné el asunto y a los pocos días encontré puesto para la señora en el Asilo de ancianos de Juangriego.
Sra. ANGELA SANCHEZ DE SALAZAR
Vecina de la parroquia de Porlamar, la SdD visitaba su casa con confianza; los Primeros Viernes se quedaba después de la misa. allí, para asistir más tarde a la Hora Santa.
Conoció a Madre Candelaria más o menos en el año 1926 en el Noviciado, luego la trató en el Hospital y cuando iba a su casa.
La SdD era desprendida, humilde, pobre y prudente; de carácter afable, nunca la vió disgustada, sabía reprender. Aconsejaba y procuraba que la gente conociera a Dios. Su caridad era grande, recogía a los pobres y los socorría. Oraba y tenía devoción a la Virgen y al Viacrucis. Andaba la Isla a pie recogiendo limosna para los pobres.
La Madre Candelaria reunía todas las virtudes. En todos sus actos se reflejaba. Tenía siempre el rosario en la mano, oraba de continuo. Cuando teníamos algún sufrimiento, nos decía: “Hijitas, ofrézcalo a Dios, Nuestro Señor sufrió mucho más”. Tenía gran devoción al Viacrucis, yo muchas veces la acompañé. Me aconsejaba la devoción a la Sma. Virgen y el rezo de las Tres Avemarías; y me decía que el que tiene devoción a la Sma. Virgen no moría en pecado mortal Me enseñó a rezar esta oración: “María, mi buena Madre, por tu Inmaculada Concepción, purifica nuestros cuerpos, santifica nuestras almas y presérvanos de todo pecado mortal”.
En un viaje que hice a Barcelona, pasé por Cumaná y fui a verla y ella me llevó cerquita del Sagrario y me hizo rezar una oración.
Madre Candelaria era de una gran caridad. Recogía a los pobres y los socorría. Andaba toda la Isla a pie recogiendo para los pobres y para la construcción del Hospital. Lo que tenía no era de ella; era para los demás, para sus pobres en particular.
Siempre que tengo alguna tribulación, le pido que interceda ante Dios siempre me ha sacado de apuro.
Era muy humilde, muy pobre, muy prudente, de carácter afable, apenas hablaba. Nunca la vi disgustada; cuando reprendía lo hacía más bien en son de consejo.
La Madre Casimira de la Consolación (difunta) me canto que le había dicho Madre Candelaria: “El Padre... debe ser un santo, cuando fue a darme la comunión, me dió al Niño Jesús”. La Madre Casimira comentó: “La santa debe ser la Madre Candelaria porque fue la que vió al Niño”. Muchas personas han tenido por santa a Madre Candelaria y se encomiendan a ella.
Sra. CONSUELO GONZALEZ DE GONZALEZ
Conoció a la SdD. en 1918 cuando vivían cerca de las hermanas eran muy pobres, y lucían hallacas para ayudarse; ella y otras jóvenes le ayudaban a venderlas entre algunas familias del pueblo.
Trabajo de la SdD con los enfermos, tanto del hospital como de los ranchitos pobres. Narra la serenidad y equilibrio de la SdD., ante un hecho grave sucedido en el hospital de Porlamar. Caridad y humildad fueron sus principales virtudes.
Interesante el dato sobre la pobreza en que vivían las hermanas. Fama de santidad de la SdD.
Su caridad era grande. Estaba en todo. Era algo así como el alma; daba vueltas a los enfermos, los asistía y curaba. Mi hermano se quemó con un cohete en cierta ocasión, ella venía todos los días del Hospital hasta que sanó. Las Hermanas la mandaban acostar; pero ella se iba por los salones de los enfermos a cuidarlos.
También iba a los ranchitos. Cuando las Hermanas estaban bravas, ella las tranquilizaba.
Me aconsejaba y me decía que nunca durmiera sola: “Nunca duermas sola, porque te sorprende la muerte, el demonio se puede aprovechar”.
Siendo Juez mi abuelo, ocurrió que en el Hospital se suicidó un hombre, en Porlamar. Las Hermanas se alborotaron mucho, pero Madre Candelaria las calmaba; en eso llegó mi abuelo. Ella dijo a las Hermanas: “Ya está aquí don Santiago, todo se arreglará”. Esto fue para ella muy serio, pero demostraba serenidad. Madre Magdalena decía disgustada: “Ese señor no ha podido matarse en otro sitio. Ha venido aquí para darnos ese disgusto”. Madre Candelaria le decía: “Cállese, cállese”, queriendo aplacarla.
La virtud característica era la humildad, se la reconocía en el porte externo. Jamás se quejaba. No deseaba que la tuvieran en cuenta; hablaba bajito.
Una vez presencié que ella pedía consejo a la Hna. Luisa Teresa Morao. Esta respondió: “Por Dios, Madre Candelaria, eso no”. Tanto era su humildad y el concepto elevado que tenía de la otra.
La primera impresión que se experimentaba al ver a Madre Candelaria era la de ser - a pesar de que era una mujer pequeña y delgada - una mujer superior, una santa. Así pensaban de ella los demás; sobre todo mi abuelo, Santiago Meneses.
Yo he conocido y tratado a muchos sacerdotes, a muchas religiosas; pero no he visto otra igual a Madre Candelaria.
Sr. JESUS RAMON NORIEGA GONZALEZ
Su declaración se basa en datos oídos a Mons. Sixto Sosa, cuando visitaba el viejo hospital de Porlamar, quien hacía referencias de las grandes virtudes gran piedad de Madre Candelaria.
Informes sobre la llegada de las Hermanas de los Pobres de Altagracia de Orituco a Margarita. Su extrema pobreza. Afirma que la vida ejemplar de la SdD y sus Hermanas, despertó en la Isla interés por la vida religiosa; contándose, entre ellas. A su propia hermana de sangre: Sor Noemí de San Miguel Noriega González. Datos sobre el origen del hospital de Porlamar. Todas las vicisitudes, angustias y zozobras las soportaba con inagotable paciencia.
Llegando a Porlamar se establecieron en una casa donada con anterioridad por el Pbro. Dr. Silvano Marcano Maraver. Como carecían de subsidios para su alimentación, la Madre Candelaria muy devotísima de San Antonio, colocó un cuadro del Santo Protector, en una ventana con una alcancía donde los fieles depositaban sus dádivas. A diario con cesta en mano colectaban en la ciudad.
La gran fe y confianza en Dios, sus fervorosas oraciones fueron sus prendas más hermosas, por ese hecho se despertó en esta ciudad algunas vocaciones teniendo la dicha de contar entre ellas a mi hermana de sangre, Sor Noemí de San Miguel. Madre Candelaria promovió una rifa con el propósito de construir un hospicio para sus pobres, con este fin se trasladó a todos los pueblos de la Isla. Como no fueron vendidos todos los billetes, el sorteo no se realizó. El dinero fue entregado al Gobernador quien tomó la iniciativa de Madre Candelaria e inició la construcción del Hospital Después de bendecido le fue entregado a Madre Candelaria y demás Hermanas.
Todas las vicisitudes, angustias, zozobras las soportaba con inagotable paciencia.
Por la santidad de Madre Candelaria se despertó en esta ciudad algunas vocaciones por la cual se fundó otras casas en Cumaná, Barcelona, Carúpano, Maturín. Y en Caracas, donde reside actualmente la Superiora. En otros sitios Madre Candelaria sembró la semilla de la caridad cristiana.
En mi condición de cristiano, después de ver las virtudes de Madre Candelaria, debió recibir la promesa de Cristo. Deseo y ojalá sea santa para pública veneración.
Srta. MERCEDES BERMUDEZ
Residenciada en el Valle del Espíritu Santo. Margarita. La acompañaba en sus recolecciones por los pueblos de la isla de Margarita. Conoció a la SdD desde que llegó a la Isla. La acompañó en algunas recolecciones, “recorríamos la Isla a pie recogiendo limosnas; llegábamos por la mañana, pasábamos el día en el pueblo, y al siguiente continuábamos a otro”. Aconsejaba a la gente, donde pedía la limosna.
En algunos pueblos como en Tacarigua, de la limosna que le daban, la SdD ayudaba a los más pobres y necesitados del lugar. En sus viajes oraba siempre; donde llegábamos asistíamos a misa. Rezaba el rosario durante el trayecto. Tenía mucho respeto hacia los sacerdotes. Pedía los debidos permisos para recolectar, al párroco y al jefe civil trataba a la gente con cariño, y las aconsejaba e instruía en la religión. Bondadosa con los niños. Nunca decía palabras duras
Oraba siempre, especialmente cuando iba de viaje de recolección. Donde llegábamos, asistíamos a la Misa y luego seguíamos recolectando. Rezaba también el “Rosario durante el trayecto.
Tenía mucho respeto hacia los sacerdotes; en el Norte nos encontramos con un sacerdote cuyo proceder no era correcto y yo le insinué lo dijera al P. Vásquez y la Madre Candelaria fue incapaz de manifestar nada. Se dedicaba a preparar niños para su primera comunión; dirigía los retiros preparatorios y cuando alguna vez se comportaba alguien mal, lo castigaba. Al llegar a un pueblo, se dirigía a la Casa Parroquial para saludar al sacerdote y pedirle su autorización para la recolección; si en el pueblo no había un sacerdote, se iba donde el jefe civil y éste le daba una tarjeta. En Tacarigua como no había sacerdote, se hospedó conmigo donde el Jefe Civil. Como en el cuarto donde iba a hospedarse habían tres urnas, por haber allí una carpintería, Madre Candelaria se impresionó mucho porque se acordó que en una casa donde había llegado habían matado a alguien; pero no demostró miedo.
En los días de retiro para la Primera Comunión, regía el horario siguiente: Por la mañana, la Misa y la meditación; se iban los niños para la casa de retiro; aquí tenían horas de silencio, de pláticas “y una hora de recreo. Imponía penitencia a los que se portaban mal. “
Recolectaba para los enfermos, le daban frutas, pan, huevos, etc. De lo que recolectaba daba a los más necesitados.
Trataba a la gente con cariño, y las aconsejaba y muchas veces las instruía en la religión. Ella era amable, caritativa y muy bondadosa con los niños. Nunca; oí de sus labios una palabra dura. Aconsejaba que no se sentaran y acercaran a la ventana; decía, no hagan eso porque podía pasar alguien y tirarIes “algo”. En una de las correrías a San Juan Bautista, me enfermé y el médico me ordenó que no podía seguir en la gira. Madre Candelaria me dijo: “El doctor se ha equivocado con usted, yo le aseguro que no le va a pasar nada”. Me quedé en San Juan y me mejoré.
Sra. SOCORRO SALINAS DE NAVARRO
Fue una admiradora de Madre Candelaria, desde que la conoció la considera una mujer de gran santidad; le tiene fe, afecto y devoción.
Conoce a la SdD en Porlamar pero. no. precisa el año, la última vez que la vio fué en 1939 en Cumaná. Cuenta que en Margarita. Madre Candelaria se distinguió en el servicio de las enfermas y pobres.
Narra tres hechos milagrosos atribuidos a Madre Candelaria:
1.- El casa del “Degrado” en Cumaná, cuando la epidemia de viruela, Madre Candelaria presintió que allí estaba pasando algo grave, y alguien necesitaba de auxilio. Este mismo hecho lo cuentan varios testigos.
2.- La testigo se encontraba en una grave situación económica, invoca a la SdD y su oración fué oída.
3.- En 1967 se encontraba mal a causa de un callo infectado en el pie derecho, la habían visto varios médicos y no sanaba. Invocó a Madre Candelaria y fue curada.
La deposición trata de su admiración a la SdD y los favores que ha recibida de ella.
He sabido por referencia que en una epidemia de lechina especie de viruela, los enfermos fueran aislados para evitar el contagio de los demás, en mi lugar apartado del Hospital y de la población. Sucedió que un día Madre Candelaria oyó como unas voces y dijo de súbito que corrieran al “Degredo”, pues había alguien que necesitaba de auxilio. Fueron hacia allá y afectivamente una muchacha se libró de que un sujeto abusara de ella; llegaron a tiempo para auxiliarla.
Después de muerta,” Madre Candelaria me concedió un favor, el hecho es el siguiente:
Estando mi esposo en Caracas y yo en La Asunción, me .presentaron una letra para pagar a los pocos días. Yo no tenía para pagarla y suponiendo los apuras de mi esposo, invoqué a Madre Candelaria, pidiéndole que ayudara a mi esposa para salir de aquel trance apurado, pensando al mismo tiempo: “si por lo menos le pegara a los terminales de la lotería”. En esto el esposo me llamó por teléfono diciéndome que había sacado en la Lotería 5.100, que era precisamente el monto de la Letra. Al año siguiente repitió la operación en la Lotería de Oriente y sacó otros 5.100. Mi .esposo me contó que él oyó como una voz que le decía al oído: “Recuerda que hoy cumple un año que sacaste la lotería”. Y esto fue lo que lo movió a probar fortuna en la lotería. Toda esto lo atribuyo a una gracia de la Madre Candelaria que quiso escuchar mi súplica y sacar a mi esposo de aquel apuro económico.
En enero de 1967 tenía un callo infectado en el pie derecho que había sido ya tratado por varios médicos. Invoqué á Madre Candelaria que me iluminara que podía hacer para curarme; se me puso en la cabeza echarme vaselina boricada y desde esa fecha no he sentido más ningún malestar.
Sra. CARMEN CALZADILLA DE FERNANDEZ
Sobrina (Hija de su hermana Carmela Paz Castillo de Calzadilla) de la Madre Candelaria. La conoció cuando aún era muy pequeña. Después la vió esporádicamente en los viajes, que la SdD realizó a Altagracia. Suministra datos de la vida de su tía, oídos a su mamá. Es hermana de Feliz Calzadilla, testigo No. 9.
Algunos datos de la vida de la SdD, antes de ser religiosa. Vocación de entrega a Dios y desprendimiento total. Actitud en su atención a los leprosos, tuberculosos y apestados de fiebre amarilla. Caridad, virtud que más practicó.
Los padres de Madre Candelaria fueron: Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez, de honda fe cristiana como lo he sabido por referencia. Su nombre civil era: Susana Paz Castillo Ramírez.
Contaba mamá que cuando ella era pequeña y le daban alguna moneda, locha, etc. no la gastaba; y como se daba cuenta de esto, se pusieron a observada a ver qué hacía con ella. Pudieron darse cuenta que se la daba a una viejecita. También he oído decir que siendo ella como de 6 o 7 años, la mamá la obligó a buscar algo en el cuarto-dormitorio, fue cuando ella vió un perro que quería devorada; se supone que era el demonio.
Madre Candelaria era de regular estatura, color trigueño, sus ojos negros y penetrantes, de pobladas cejas. Cuando fue religiosa, sus manos las mantenía debajo al escapulario. Siempre se mantenía recogida, aun cuando estaba en su casa, como he sabido por referencia.
Siendo joven se ocupaba en los oficios domésticos, ayudándole a su mamá. Nunca asistió a fiestas ni sentía placer por las diversiones. Siempre estaba en casa ocupada o en la iglesia rezando o haciendo la limpieza y aseo del templo. Se ocupaba del lavado y planchado de los manteles y paños. También atendía al Párroco Dr. Alberto González y lo cuidaba cuando se enfermaba; todo esto lo sé por referencias.
Cuidaba de la lámpara del Sagrario y de todas las demás cosas del altar. Aprendió a coser de hombre y de mujer y sostenía la casa con su producto; a los pobres ella no cobraba nada. Desde joven se dio también a cuidar de los pobres y los curaba cuando enfermaban, y a los más necesitados les procuraba alimentos; también esto lo he sabido por referencia.
Cuando la epidemia de la Pandemia, ella se enfermó tanto que hubo que trasladada a Caracas donde se le hizo una operación en un pecho, en el Hospital Vargas, cuando sucedía esto era yo muy pequeña; pero le he oído decir.
La vocación de su entrega a Dios la manifestó desde pequeña. Su vivencia espiritual la realizó estando en su casa aún; ya religiosa esta entrega se fue acentuando hasta llegar a un gran desprendimiento de todo lo material y hasta de los suyos. Vivía la presencia de Dios. Siempre calladita, como en oración; lo pude observar cuando siendo ya casada, ella visitó mi casa en San Juan de los Morros. Recomendaba se rezara las “Tres Avemarías” y el “Rosario”. Aconsejaba no se preocuparan tanto de las cosas materiales.
La virtud que ella más practicó fue la caridad, ya desde seglar. Atendía a los más desgraciados y necesitados preferentemente sin escrúpulos de contagiarse; así, asistía a los leprosos, a los que padecían la Fiebre Amarilla, a los tuberculosos; esto lo decía mi mamá.
Tenía el don de hablar y de aconsejar, tenía algo, así como un poder mágico; su voz era dulce y tono suave y agradable. También tenía el don de hacerse respetar y de que se le sometieran y de que se le oyera su voz. Era sencilla, humilde. Todo lo daba hasta su propio hábito; su desprendimiento fue total. Oí decir a Madre Lourdes que las Hermanas cuando veían su hábito muy viejo y remendado, le daban uno nuevo; pero Madre Candelaria al llegar a una de las casas, se lo daba a quien lo necesitara.
Mamá contaba que en cierta ocasión tendió una cama con sábanas y fundas nuevas y se marchó para la iglesia; a su regreso, no encontró cama ni nada, todo había desaparecido. Supo después por sus primas, Maria Jesús e Inocencia Pulido que Susana le .había sacado para dársela que la necesitaba. Muchas veces la vimos por el pueblo con una cesta al brazo, pidiendo para sus pobres, ya siendo religiosa.
Aún en vida la M, Candelaria favoreció las necesidades del Hospital recurriendo al Señor con fe y confianza. Contaban las Hermanas el caso del venado que entró por la empalizada del Hospital en el momento mismo en que M. Candelaria suplicaba al Señor remediara las necesidades de ese día, pues no tenían comida para darle a los enfermos y asilados.
También otro día carecían de pan y ella confiando en el Señor decía: “Dios proveerá”. Efectivamente llegó una carga de pan.
“Tengo a Dios y esto me basta”
Beata Candelaria de San José
Documento de compra del terreno en la calle Guillarte-Porlamar
DICHOS DE LA BEATA CANDELARIA DE SAN JOSÉ
(Extractos de sus cartas)
1. Necesitamos conocer a Dios y saber a qué nos hemos comprometido. Qué horror si perdemos el tiempo saludable que el Señor nos manda en esta vida, donde están los tesoros para comprar el cielo. Todo lo perdemos porque no amamos a Dios, nuestro primer principio y último fin.
2. Dios sabrá darnos la tranquilidad cuando a El le plazca, pues todo lo dispone con peso y medida. Esto me anima a llevar con valor todo. Más, estando como estamos tan cerca de El por medio de la Divina Eucaristía, nada tenemos que temer, pues El nos ve y nos oye y sabe que todo lo soportamos por su amor. A cada momento le repetimos: ¡Por ti, Señor!, ¡por ti, Señor!
3. Nuestra misión es hacer el bien, y siempre tendremos personas aquí a quienes prestar nuestros pobres servicios.
4. Yo muy contenta en ver que no se trabaja para perder el tiempo, pues todavía le son agradables nuestras obras al Señor Todavía tengo la esperanza en que correspondan nuestros pobres enfermos, aquellos pobres llamados al festín.
5. Tanto le agradan a Dios los que le servimos en las obras pequeñas como el que le sirve en lo más grande.
6. Todos los días recuerdo lo que nos dice Santa Teresa: “Hijas mías, estamos en esta casa para servir al Señor. Sirvámosle con alegría. No aflijamos su amante Corazón resistiendo a la obediencia, pues Cristo se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz”.
7. El espíritu de sacrificio es el espíritu de esta comunidad. A nosotras no se nos ofreció sino una Cruz y una Imitación de Cristo crucificado.
8. Siempre he procurado imprimir el espíritu del Crucificado, que ha sido mi consuelo.
9. Todo marcha en paz cuando buscamos la gloria de Dios.
10. No estamos en esta vida para descansar. No me faltan mis penas y trabajos, que misericordiosamente me los envía el Señor para que me purifique en esta vida, pues me ama tanto, que quiere que esté siempre en su santísima presencia. Alabemos la bondad de tan buen Padre.
11. Ahora más pido que nos vengan las luces que necesitamos para sometemos de lleno a la santísima voluntad de Dios y conformarnos con lo que le plazca a Él, pues estando Dios servido todo lo demás nos vendrá por añadidura.
12. No contamos con medios humanos, pues parece que todo lo que nos pudiera consolar en esta tierra de miserias se cambia en aflicciones aparentes, para que podamos marchar desprendidas a la Patria, que es lo que tanto anhelamos.
13. En todo debemos hacer la voluntad de Dios. Todos los días debemos dar un paso a perfeccionarnos, pues el pensamiento de que no somos de esta tierra nos hace acercarnos a Dios, que nos espera más allá.
14. No hable sino de Dios, y así se encontrará tranquila, y aunque tenga muchas ocupaciones, haga todo con calma, como quien lo espera todo de Dios.
15. Hoy, más que en otros tiempos, se necesitan mártires, pero de amor a Jesucristo. Ojalá pudiéramos decir “venga a nos tu Reino “, en nuestras almas y en las de nuestras Hermanas en el Carmelo, y así cada religiosa sería una gran ayuda.
16. Aquí se necesitan almas buenas, que den buen ejemplo; Hermanas misioneras que trabajen únicamente por agradar a Dios, y a Dios sólo.
17. Debemos portarnos como religiosas para poder aspirar a la vida eterna, que se consigue en esta tierra de miserias con el continuo ejercicio de las virtudes. Para nosotras las religiosas la obediencia y la humildad son muy necesarias, pues la religiosa obediente se hace digna de la eterna recompensa.
18. Las Hermanas jóvenes necesitan consejos y buen ejemplo. Los defectos que notemos en nuestras Hermanas procuremos corregir/os con el buen ejemplo.
19. Tengo a Dios y esto me basta.
20. No tengo más consuelo que la oración, y me digo que teniendo a Dios nada me falta.
21. “Piérdase todo para mí, como no pierda a Dios, mi Señor.”
22. Que Dios nos enseñe a amarle sobre todas las cosas. Pues mientras el corazón está inquieto con los intereses de la tierra le quitamos, en cierto modo, los derechos a Nuestro Señor.
23. Si el Señor no nos remedia, será porque no nos conviene. Pero esperemos que el que se nos da todos los días no nos negará gracia alguna que le pidamos.
24. Todo lo espero de Dios, que es mi ayudador, y en todo me hace esperar con alegría lo que sea de su agrado.
25. Todo lo debemos ofrecer para glorificar a Dios, que nos envía las penas porque nos ama. Debemos recordar la Pasión santísima de nuestro buen Dios, y cuando nos hace semejantes a El, nos debemos animar a padecer más todavía. Los dolores que padecemos en esta vida son símbolos de vida eterna.
26. Dios nos dé fortaleza para llevar todo en amor, por ser Él quien es y porque lo amo con todo mi corazón. Todo me parece nada cuando me vuelvo a Él; es como si estuviera ya contemplando su dichosa compañía. Esto me anima a padecer más todos los días y, al mismo tiempo que me voy acercando a la muerte, me voy animando más a padecer.
27. Entregada a la voluntad de Dios y de mis superiores espero lo que venga, ya próspero, ya adverso, como dispuesto por Dios, “que es todo amor y que nos dice: “Venid a mí los que estáis cargados y afligidos, que yo os aliviaré”.
28. Dios tenga misericordia de mí, pues en lo humano no tengo quien me consuele. Gracias a Dios, pues esto mismo me hace encontrar dulce el padecer.
29. Tengan paciencia, pues la paciencia alcanza más misericordia que todas las alegrías y gustos que Dios nos puede enviar. El padecer de las religiosas es música muy agradable a Jesús.
30. Dios tiene sus delicias de apacentarse donde están las almas que sufren con paciencia. El padecer de las religiosas, le es a Dios música muy agradable. Así que alegrémonos de pertenecer a estas almas.
31. En todo debemos procurar estar muy unidas con el amado Jesús, que es el que puede llevarnos, y así espero que del Sagrario salgan las luces que deben iluminar nuestras tinieblas y, encendidas en esas divinas llamas, nos sean ligeras las cruces que su misericordia quiera enviarnos para nuestro bien espiritual.
32. Estoy tan conforme con el padecer que espero alcanzar misericordia por este mismo medio. Así que, ¡arriba los corazones! No nos aflijamos, pues Jesús es nuestro mediador para con su Eterno Padre y todo lo alcanzará con abundancia, pues llena de bienes a los que en El confían.
33. Yo soy la que estoy obligada a tener caridad con las pobres Hermanas, y estoy muy contenta, pues pienso que Dios no está obligado a darnos a los superiores los hijos espirituales todos iguales y a gusto de nosotros. He aprendido de las flores naturales que Nuestro Señor nos las ha dado de distintos colores y de distintas propiedades. Así no estamos autorizados a destrozarlas en el jardín que nos ha confiado a nuestro cuidado, a odiar las florecillas que no tengan todas las virtudes que nosotros queremos.
34. Yo sólo poseo el tesoro de mis pobres oraciones y nada más puedo ofrecer, y no es poco para los que tenemos fe.
35. La oración es todopoderosa. Pidamos con fe y alcanzaremos lo que pedimos.
36. iAh, qué felices fuéramos ya viviendo en la tierra vida de ángeles! y ¿por qué no vivimos ya esa vida, si estamos escogidas y muy seguras de que, si correspondemos a la gracia, todo lo tenemos ya ganado? ¿Por qué queremos hoy una cosa y ya mañana otra? Si tenemos a nuestro Jesús Crucificado contento, ¿qué nos importa todo lo demás?
37. Unámonos en espíritu para bendecir al Señor y marchar en su presencia en todos los instantes de nuestra vida, y así llegaremos más fácil al fin que nos proponemos, que es la Tierra Prometida.
“El pensamiento de que no somos
de esta tierra hace acercarnos a Dios, que nos espera en el más allá”.
Beata Candelaria de San José
1. Necesitamos conocer a Dios y saber a qué nos hemos comprometido. Qué horror si perdemos el tiempo saludable que el Señor nos manda en esta vida, donde están los tesoros para comprar el cielo. Todo lo perdemos porque no amamos a Dios, nuestro primer principio y último fin.
2. Dios sabrá darnos la tranquilidad cuando a El le plazca, pues todo lo dispone con peso y medida. Esto me anima a llevar con valor todo. Más, estando como estamos tan cerca de El por medio de la Divina Eucaristía, nada tenemos que temer, pues El nos ve y nos oye y sabe que todo lo soportamos por su amor. A cada momento le repetimos: ¡Por ti, Señor!, ¡por ti, Señor!
3. Nuestra misión es hacer el bien, y siempre tendremos personas aquí a quienes prestar nuestros pobres servicios.
4. Yo muy contenta en ver que no se trabaja para perder el tiempo, pues todavía le son agradables nuestras obras al Señor Todavía tengo la esperanza en que correspondan nuestros pobres enfermos, aquellos pobres llamados al festín.
5. Tanto le agradan a Dios los que le servimos en las obras pequeñas como el que le sirve en lo más grande.
6. Todos los días recuerdo lo que nos dice Santa Teresa: “Hijas mías, estamos en esta casa para servir al Señor. Sirvámosle con alegría. No aflijamos su amante Corazón resistiendo a la obediencia, pues Cristo se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz”.
7. El espíritu de sacrificio es el espíritu de esta comunidad. A nosotras no se nos ofreció sino una Cruz y una Imitación de Cristo crucificado.
8. Siempre he procurado imprimir el espíritu del Crucificado, que ha sido mi consuelo.
9. Todo marcha en paz cuando buscamos la gloria de Dios.
10. No estamos en esta vida para descansar. No me faltan mis penas y trabajos, que misericordiosamente me los envía el Señor para que me purifique en esta vida, pues me ama tanto, que quiere que esté siempre en su santísima presencia. Alabemos la bondad de tan buen Padre.
11. Ahora más pido que nos vengan las luces que necesitamos para sometemos de lleno a la santísima voluntad de Dios y conformarnos con lo que le plazca a Él, pues estando Dios servido todo lo demás nos vendrá por añadidura.
12. No contamos con medios humanos, pues parece que todo lo que nos pudiera consolar en esta tierra de miserias se cambia en aflicciones aparentes, para que podamos marchar desprendidas a la Patria, que es lo que tanto anhelamos.
13. En todo debemos hacer la voluntad de Dios. Todos los días debemos dar un paso a perfeccionarnos, pues el pensamiento de que no somos de esta tierra nos hace acercarnos a Dios, que nos espera más allá.
14. No hable sino de Dios, y así se encontrará tranquila, y aunque tenga muchas ocupaciones, haga todo con calma, como quien lo espera todo de Dios.
15. Hoy, más que en otros tiempos, se necesitan mártires, pero de amor a Jesucristo. Ojalá pudiéramos decir “venga a nos tu Reino “, en nuestras almas y en las de nuestras Hermanas en el Carmelo, y así cada religiosa sería una gran ayuda.
16. Aquí se necesitan almas buenas, que den buen ejemplo; Hermanas misioneras que trabajen únicamente por agradar a Dios, y a Dios sólo.
17. Debemos portarnos como religiosas para poder aspirar a la vida eterna, que se consigue en esta tierra de miserias con el continuo ejercicio de las virtudes. Para nosotras las religiosas la obediencia y la humildad son muy necesarias, pues la religiosa obediente se hace digna de la eterna recompensa.
18. Las Hermanas jóvenes necesitan consejos y buen ejemplo. Los defectos que notemos en nuestras Hermanas procuremos corregir/os con el buen ejemplo.
19. Tengo a Dios y esto me basta.
20. No tengo más consuelo que la oración, y me digo que teniendo a Dios nada me falta.
21. “Piérdase todo para mí, como no pierda a Dios, mi Señor.”
22. Que Dios nos enseñe a amarle sobre todas las cosas. Pues mientras el corazón está inquieto con los intereses de la tierra le quitamos, en cierto modo, los derechos a Nuestro Señor.
23. Si el Señor no nos remedia, será porque no nos conviene. Pero esperemos que el que se nos da todos los días no nos negará gracia alguna que le pidamos.
24. Todo lo espero de Dios, que es mi ayudador, y en todo me hace esperar con alegría lo que sea de su agrado.
25. Todo lo debemos ofrecer para glorificar a Dios, que nos envía las penas porque nos ama. Debemos recordar la Pasión santísima de nuestro buen Dios, y cuando nos hace semejantes a El, nos debemos animar a padecer más todavía. Los dolores que padecemos en esta vida son símbolos de vida eterna.
26. Dios nos dé fortaleza para llevar todo en amor, por ser Él quien es y porque lo amo con todo mi corazón. Todo me parece nada cuando me vuelvo a Él; es como si estuviera ya contemplando su dichosa compañía. Esto me anima a padecer más todos los días y, al mismo tiempo que me voy acercando a la muerte, me voy animando más a padecer.
27. Entregada a la voluntad de Dios y de mis superiores espero lo que venga, ya próspero, ya adverso, como dispuesto por Dios, “que es todo amor y que nos dice: “Venid a mí los que estáis cargados y afligidos, que yo os aliviaré”.
28. Dios tenga misericordia de mí, pues en lo humano no tengo quien me consuele. Gracias a Dios, pues esto mismo me hace encontrar dulce el padecer.
29. Tengan paciencia, pues la paciencia alcanza más misericordia que todas las alegrías y gustos que Dios nos puede enviar. El padecer de las religiosas es música muy agradable a Jesús.
30. Dios tiene sus delicias de apacentarse donde están las almas que sufren con paciencia. El padecer de las religiosas, le es a Dios música muy agradable. Así que alegrémonos de pertenecer a estas almas.
31. En todo debemos procurar estar muy unidas con el amado Jesús, que es el que puede llevarnos, y así espero que del Sagrario salgan las luces que deben iluminar nuestras tinieblas y, encendidas en esas divinas llamas, nos sean ligeras las cruces que su misericordia quiera enviarnos para nuestro bien espiritual.
32. Estoy tan conforme con el padecer que espero alcanzar misericordia por este mismo medio. Así que, ¡arriba los corazones! No nos aflijamos, pues Jesús es nuestro mediador para con su Eterno Padre y todo lo alcanzará con abundancia, pues llena de bienes a los que en El confían.
33. Yo soy la que estoy obligada a tener caridad con las pobres Hermanas, y estoy muy contenta, pues pienso que Dios no está obligado a darnos a los superiores los hijos espirituales todos iguales y a gusto de nosotros. He aprendido de las flores naturales que Nuestro Señor nos las ha dado de distintos colores y de distintas propiedades. Así no estamos autorizados a destrozarlas en el jardín que nos ha confiado a nuestro cuidado, a odiar las florecillas que no tengan todas las virtudes que nosotros queremos.
34. Yo sólo poseo el tesoro de mis pobres oraciones y nada más puedo ofrecer, y no es poco para los que tenemos fe.
35. La oración es todopoderosa. Pidamos con fe y alcanzaremos lo que pedimos.
36. iAh, qué felices fuéramos ya viviendo en la tierra vida de ángeles! y ¿por qué no vivimos ya esa vida, si estamos escogidas y muy seguras de que, si correspondemos a la gracia, todo lo tenemos ya ganado? ¿Por qué queremos hoy una cosa y ya mañana otra? Si tenemos a nuestro Jesús Crucificado contento, ¿qué nos importa todo lo demás?
37. Unámonos en espíritu para bendecir al Señor y marchar en su presencia en todos los instantes de nuestra vida, y así llegaremos más fácil al fin que nos proponemos, que es la Tierra Prometida.
“El pensamiento de que no somos
de esta tierra hace acercarnos a Dios, que nos espera en el más allá”.
Beata Candelaria de San José
LA SIERVA DE LOS ENFERMOS
(Grupo frente al Hospital San Antonio, Altagracia de Orituco. Al centro su fundadora, la Beata Candelaria de San Jose)
La Beata Candelaria de San José es con su ejemplo la Luz de toda Venezuela. Susana Paz Castillo Ramírez, llamada en religión Madre Candelaria de San José, gracitana que a comienzos del siglo XX, en medio de los sacudimientos de las guerras que estremecieron a la Venezuela rural, ante la dantescas consecuencias de las frecuentes refriegas armadas que dejaban asolados los pueblos y desamparados a los heridos y enfermos tirados en sus calles, fundó con el puro coraje de la más noble venezolanidad el Hospital San Antonio, en su ciudad natal Altragracia de Orituco; tierra de esperanza donde se amparan en el socorro de la Madre Candelaria.
“Dios es caridad”, es el lema que asumió la Beata Candelaria de San José para emblematizar el hospital que fundó. Cada día se le vió en los afanes de salvar vidas, curar heridas, velar por la atención de todos los enfermos, bregar para conseguir alimentos, medicamentos, médicos, enfermeras…
La Gracia de Dios, el de Jesús de Nazareth, siempre fue y es con ella. Servir al prójimo más que a sí misma deviene en la guía de su vida. Los valores cristianos en su raíz auténtica, libre de la domesticación del dinero y del poder de los potentados; el Nazareno en la obra de una mujer venezolana, la praxis de la teología de la liberación mucho antes de ser consagrada en textos, discursos y disertaciones magistrales; la opción por los pobres, hoy tan distante de la cotidianidad, el pensamiento y las expectativas del alto clero del país.
El júbilo es de todos los venezolanos, cierto; incluso también de quienes profesan religiones distintas a la católica, culto de la mayoría de la nación, pero no por ello ha de ocultarse la verdad revelada en cada instante de la vida de la madre Candelaria de San José. Su ejemplo no enseña cómo deben practicarse los valores del Cristo, el Nazareno, el Redentor, el Crucificado por su lucha en bien de toda la humanidad.
La verdad es que el imperio de aquel tiempo -como el de ahora- y su cómplices martirizaron a Cristo en la cruz pero no pudieron quitarle para siempre la vida, no sólo porque resucitó sino también porque vive en la vida de tantas madres Candelaria y de tantos padres José Gregorio Hernández que cada día fortalecen los valores legados por Jesús, el de Nazareth, el gracitano, el venezolano, el de toda la humanidad.
Con la madre Candelaria puede decirse: “Quien no lidera para servir, no sirve para liderar”. Solo quien sirve sigue a Cristo. Fue una religiosa de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; su humildad y constante caridad son las cualidades que destacaron en ella.
Tenía una gran sensibilidad ante la desgracia ajena, no tenía un “no” para nadie, sobre todo cuando se trataba de los enfermos pobres y abandonados.
También hacía todo con alegría, amor y una confianza sin límites en la Divina Providencia. Sus grandes amores fueron Jesús Crucificado y la Santísima Virgen.
La Beata Candelaria de San José recorrió muchos kilómetros en busca de recursos para sus obras y para fundar nuevas comunidades que respondieran a las necesidades del momento, ya que tenía una profunda humildad y un gran sentido de filantropía. Era muy sensible a la desgracia ajena, en especial hacia los enfermos pobres y los abandonados. Su gran devoción estuvo dedicada a Jesús Crucificado y la Santísima Virgen.
Tenía mucha fe y todo lo que emprendía lo hacía con amor y confianza en la Divina Providencia. Fue una gran luchadora por las obras que llevaba a cabo.
“Dios es caridad”, es el lema que asumió la Beata Candelaria de San José para emblematizar el hospital que fundó. Cada día se le vió en los afanes de salvar vidas, curar heridas, velar por la atención de todos los enfermos, bregar para conseguir alimentos, medicamentos, médicos, enfermeras…
La Gracia de Dios, el de Jesús de Nazareth, siempre fue y es con ella. Servir al prójimo más que a sí misma deviene en la guía de su vida. Los valores cristianos en su raíz auténtica, libre de la domesticación del dinero y del poder de los potentados; el Nazareno en la obra de una mujer venezolana, la praxis de la teología de la liberación mucho antes de ser consagrada en textos, discursos y disertaciones magistrales; la opción por los pobres, hoy tan distante de la cotidianidad, el pensamiento y las expectativas del alto clero del país.
El júbilo es de todos los venezolanos, cierto; incluso también de quienes profesan religiones distintas a la católica, culto de la mayoría de la nación, pero no por ello ha de ocultarse la verdad revelada en cada instante de la vida de la madre Candelaria de San José. Su ejemplo no enseña cómo deben practicarse los valores del Cristo, el Nazareno, el Redentor, el Crucificado por su lucha en bien de toda la humanidad.
La verdad es que el imperio de aquel tiempo -como el de ahora- y su cómplices martirizaron a Cristo en la cruz pero no pudieron quitarle para siempre la vida, no sólo porque resucitó sino también porque vive en la vida de tantas madres Candelaria y de tantos padres José Gregorio Hernández que cada día fortalecen los valores legados por Jesús, el de Nazareth, el gracitano, el venezolano, el de toda la humanidad.
Con la madre Candelaria puede decirse: “Quien no lidera para servir, no sirve para liderar”. Solo quien sirve sigue a Cristo. Fue una religiosa de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; su humildad y constante caridad son las cualidades que destacaron en ella.
Tenía una gran sensibilidad ante la desgracia ajena, no tenía un “no” para nadie, sobre todo cuando se trataba de los enfermos pobres y abandonados.
También hacía todo con alegría, amor y una confianza sin límites en la Divina Providencia. Sus grandes amores fueron Jesús Crucificado y la Santísima Virgen.
La Beata Candelaria de San José recorrió muchos kilómetros en busca de recursos para sus obras y para fundar nuevas comunidades que respondieran a las necesidades del momento, ya que tenía una profunda humildad y un gran sentido de filantropía. Era muy sensible a la desgracia ajena, en especial hacia los enfermos pobres y los abandonados. Su gran devoción estuvo dedicada a Jesús Crucificado y la Santísima Virgen.
Tenía mucha fe y todo lo que emprendía lo hacía con amor y confianza en la Divina Providencia. Fue una gran luchadora por las obras que llevaba a cabo.
ENFERMEDAD Y CONVALECENCIA
A últimos de 1918 la Madre Candelaria cayó gravemente enferma. Ya hacía tiempo que se iba sintiendo mal a consecuencia de una caída de la cabalgadura que había tenido en uno de sus viajes de recolección, recibiendo un fuerte golpe en el pecho, que con el tiempo degeneró en un tumor maligno. Su mal se agravó al contraer la pandemia, asistiendo a los apestados. A tal extremo llegó la gravedad, que a principios de enero de 1919 se temió por su vida.
Algo repuesta, el 10 de marzo de 1919, los médicos de Altagracia convinieron que debían someterla a una operación y que ésta debía efectuarse en el Hospital Vargas de Caracas. Fue operada felizmente el 14 de abril; pero la recuperación fue muy lenta. El 19 de junio estuvo orando junto al cadáver del venerable, Dr. José Gregario Hernández.
Por disposición de Monseñor Sosa fue a convalecer a Porlamar, en donde encontró que la Hermana Elvira estaba enferma. Olvidándose de su propio mal, se preocupaba sólo de atender a la enferma, y dado que sufría de una enfermedad contagiosa, ella la cuidó personalmente hasta la muerte que acaeció el 30 de junio de 1920. Por este tiempo escribe:
“Yo ganando, pues el Divino Esposo me tiene muy regaladita; El me devolvió la vida para que lo conociera y amara más, pues quizás antes no estaba preparada. Hoy me da pruebas para amarlo todos los días más”.
La Congregación durante 35 años desde su fundación hasta el Capítulo General de 1937, en el que la sucede en el cargo la Madre Luisa Teresa Morao. Fueron 22 años como Hermanitas de los Pobres de Altagracia y 12 años como Carmelitas. Los últimos años de Madre Candelaria fueron marcados por el dolor de la enfermedad, no obstante, después de dejar el cargo de Superiora General, acepta seguir prestando sus servicios a la Congregación como Maestra de Novicias. Ella tiene plena conciencia de su enfermedad, pero con increíble paciencia soporta los dolores y da pruebas de conformidad con la voluntad de Dios.
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